miércoles, 14 de abril de 2010

Buscando refugio

Hace frío en este bosque, la noche va a ser larga. Busco refugio para una noche larga y fría. No hay cuevas guanchinescas por aquí, ni cejos rocosos al resguardo de los aires dominantes, sólo troncos quemados, ceniza en el suelo y la brisa que de cuando en cuando la levanta para lanzarla contra mi reseca pituitaria. Busco antes de que las sombras se adueñen de estos parajes infames. El celo de la supervivencia se adueña de mis razonamientos, ya no hay dirección que tomar, sólo instinto que escudriña intuitivamente el territorio desalmado. A lo lejos diviso los restos de un pino, todavía humeante. Sí, eso podrá servir, algún calor me dará en la noche su tea encendida, sus rescoldos avivados por mi aliento. El hueco del tronco partido más allá parece lo suficientemente grande para acostarme dentro, y lo muevo arrastrándolo vuelto hacia las brasas y dando la espalda al viento. Sí, así lo vi en alguna película de esas de Alaska o lo leí en aquellas historias ‘reales’ del hombre frente a la naturaleza (siempre con moraleja), que aparecían en las revistas Selecciones de Reader’s Digest, y que iba amontonando mi tío Cirilo en el armario. Quizás, lo leí en alguna de las aventuras de Jack London, en Colmillo Blanco, en El hijo del lobo, o en La llamada de la selva. Ya no recuerdo bien. Esas lecturas me encantaron en la adolescencia, junto a las de ciencia y aventura con Julio Verne, a los piratas de Stevenson o al Robinson de Defoe. ¡Qué tiempos!

Mañana, sin embargo, creo que me acordaré de Walden. Por algo será.

El comienzo

Nada ¡Me echan! Construyo desde hace algún tiempo un blog particular; fragmentario y paralelo a otros ya existentes aprovechando sus entradas a ‘comentarios’. Pero nada, ¡me echan! …Está claro que el protagonismo de cada bloguero es una cuestión sagrada. Vamos, que estas entradas nunca deben rivalizar so pena de excomunión. Eso es lo que me ha sucedido. Y huérfano ya de espacio donde volcar mis elucubraciones, no me ha quedado más remedio que inventarme un bosque propio donde perderme por vericuetos insospechados, sin tener que dar cuentas a nadie. Lo del bosque viene de un… ¡Bah! J., C., J-Mª., V., J-R, A. y hasta M. y G. (los Oyentes) saben la historia.
Recién creado, sin embargo, al bosque ya le han dado fuego, y apenas algún signo de vida comienza a aparecer. De momento, ni las moscas se dejan ver por aquel rastro de excrementos que adivino a unos metros más allá. Alguna guerra ‘perversa’, y hasta ‘total’, ha debido descargar por aquí bombas incendiarias, a diestro y siniestro, dejando ante mí este paisaje desolado e intrigante. Hasta me siento como un pionero en tierra virgen después del reseteo biológico, incluso, hasta como el escritor ante su página en blanco, inmensa y descorazonadora, a poco que no tengas las ideas claras. Por otro lado, ya sabes, cualquier cosa a partir de aquí siempre será fértil y provechosa, pero… ¿hasta dónde me conducirá?
Quién lo sabe.
Ni siquiera sé si sobreviviré a una segunda oleada de bombas. Sí, ya lo presiento, cualquier día de éstos aparecerán para arrasar con todo otra vez.