miércoles, 6 de julio de 2011

Lecturas y relecturas (iii)

Sigo leyendo y veo las preguntas y respuestas que de su puño y letra anotó Napoleón en una de sus hojas en blanco. Preguntas y respuestas de El libro de los destinos que demuestra el gran acierto y el afán por saber de su futuro así como la búsqueda de alguna certeza que reforzara sus determinaciones. Preguntas de Gran Hombre, respuestas de cauta sabiduría para encontrar luz al final del túnel.
Se hace eco también de algunas noticias sobre los oráculos más famosos de la antigüedad, como la recogida para el, quizás, más famoso de ellos, el oráculo de Delfos. Se cuenta que hasta allí llegó Alejandro cuando todavía no era Magno, sino antes de partir hacia tierras persas, en esa expedición que terminó por llevarle hasta la gran India. Llegó, sin embargo, un día en que la pitonisa tenía prohibido subir al santuario para proceder a obtener alguna profecía del dios Apolo. Alejandro que nunca fue hombre de mucha paciencia, comenzó rogando a la pitonisa que entendiera su urgencia, pero ante su reiterada negativa terminó por tomarla del brazo, sacándola de su celda y forzarla a que se sentase en el trípode. Ella, al verse llevada por la fuerza hacia el santuario, terminó por exclamar: “Hijo mío, tú eres invencible”. Alejandro al oír estas palabras se sintió totalmente satisfecho, tomando la frase como expresión de los dioses para confirmarle su disposición de conquista hacia Persia y más allá, por toda el Asia conocida.
En esta clase de lectura andaba yo cuando otra vez de improviso cayó el pesado brazo del Flamenco sobre el libro, cerrándolo de golpe.
--¡Joder, Flamenco!
--Ni jooder ni joodeer. –Era evidente que las cervezas comenzaban a hacer su efecto y también la natural propensión de su carácter a imponerse por las bravas en lo que consideraba su terreno. --¿Quieres que te encuentre… oohpss… la respuesta a alguna de tus preguntas… o qué?
--Joder, Flamenco, pues claro. Pero coño, ya medio bebido, no sé si vas a atinar.
--¡Cómo! ¡Yo este libro lo conoss…co como la palma de mi mano! Venga, déjate de mariconadas. ¿Quieres saber o no quieres saber?
--Quiero.
--Poss… bueno. –Y abriendo hacia la mitad del libro, encuentra una gran hoja doblada en ocho partes, que al desplegarla se extiende por casi un metro cuadrado, y en el cual aparece una gran cuadrícula de signos extraños. Fijando mejor la vista, muchos de ellos parecían reconocibles, como si fueran los signos del horóscopo, y algunos otros como una careta, una lira, una pirámide, un puñal, un arado… y no sé cuantos más. Cada uno de ellos se distribuían de forma diagonal en las celdas de la cuadrícula. Al comienzo de cada fila había una pregunta, haciendo un total de 32, y al comienzo de cada columna había distintas combinaciones de una y dos estrellas hasta hacer también un total de 32. En la esquina superior izquierda aparece el rótulo: “Preguntas que podrán hacerse al Oráculo”, y un subtítulo que dice: “para las cuales se encontrarán respuestas análogas siguiendo las instrucciones dadas”.
--¿Y cómo funciona esto, Flamenco?
--¡Espera, esperaa… aag…! --Nada, tuve que volver a pedir una nueva ronda de cervezas, y a mí ya me empezaba a aparecer una ligera sombra en los pensamientos. Él, sin embargo, seguía bebiendo a grandes tragos, ávido de apagar el fuego interior que le devoraba, pero sabiendo todavía lo que se traía entre manos. Quizás, el libro era de las pocas cosas que todavía respetaba por encima de todo.
--Bueno, tienes que elegir… tienes que elegir una pregunta.
Yo recorría con la vista esas supuestas preguntas esenciales de la vida, esas que centraban el interés de las personas desde tiempos tan antiguos hasta la actualidad. La verdad es que me parecían demasiado tópicas, demasiado esperadas, que casi te hacían sonreír. Se dejaban leer casi sin sorpresas, con naturalidad, como quien te cuenta las cosas de toda la vida. Sí, era eso, las cosas de toda la vida… Es decir, con el aire de lo reconocible, de lo esperable, pero, por ello mismo, con el peso de lo que todos terminamos por preguntarnos, al fin. La simpleza de los planteamientos cuando llegamos al cruce de los caminos desconocidos. ¿Qué nos cabe esperar al elegir? ¿A dónde llegaremos? ¿A dónde llegarán nuestros seres queridos?... Pero también las preguntas de los que tienen aires de grandeza, de los que se saben o se quieren destinados a alguna clase de trascendencia espiritual o material. Las preguntas que podrían espantar nuestros miedos o, por el contrario, hundirnos en ellos sin remisión. Porque son así, preguntas para respuestas de doble filo. Esa era su fortaleza, su desafío, la energía que contenían, el asomo al abismo o a la cumbre. Preguntas o respuestas para no dejar indiferente por mucho que trates de quedarte al margen, de no tomártelo demasiado en serio. Preguntas y respuestas para socavar o enardecer. Territorio de fortalezas en cualquier caso.
--Elijo la nueve: “¿Saldré bien en la actual empresa?”
--¿Esa es la que eliges, ninguna otra?
--No, la nueve.
--Está bien. Ahora debes escribir en un papel… --Miramos alrededor para ver si hay alguno a mano.
--¿Aquí mismo, en esta servilleta?
--Sí, ahí vale. Pero ten cuidado de no rajar la servilleta al escribir.
--¡Oiga! ¿Un bolígrafo? Por favor. Gracias.
--Ahora tienes que escribir rayas verticales, de un tamaño como de dos centímetros, todas paralelas y en número mayor a doce.
--¿Así?
--Sí, pero sigue haciendo más, hasta que sean más de doce.
--O Ka. Mira, aquí no sé cuantas habrá, pero ya tiene que haber más de doce ¿no?
--Sí, sí. Así mismo. Ahora tienes que repetir lo mismo cuatro veces más.
--Joder, pues tendré que coger más servilletas.
--Sí sí, las que quieras, pero no pierdas el orden, pa… para yo saber cuál fue la primera y… las de después.
--O ka, mejor te las numero: una, dosss…
--Bueno, pues ya está. Ahora me toca a mí.