--¡Corre, date prisa que ya llegamos tarde! --¡Coño, ahora me vienes con prisas! --Pues claro, ya te dije que estuvieras preparado. Bueno, igual tampoco es para tanto. Tan solo es un encuentro de poesía, no creo...
Entramos a buen paso por el callejón de Gonzalo y solo llegamos con cinco minutos de retraso, pero evidentemente aquello había empezado ya y el local estaba de bote en bote. El encuentro "Poesía a la carta", organizada por La Gatera en la Librería Bárbara de Los Cristianos, había resultado un éxito de público. El local, en pleno corazón playero, no es que sea muy grande pero para un evento de esta clase... (ver fotos en http://cocteleemos.byethost6.com/fotos120.html) Pues nada, a duras penas encontramos acomodo en el pasillo trasero, con un libro de Canarias que sobresalía del estante y me cortaba las costillas en dos cada vez que mi cansancio trataba de aliviarse con algún apoyo lateral. Menos mal que los curiosos y advenedizos comenzaron a dejar algunas sillas libres.
Empezó Dña. Balbina Rivero, invitada especial, y luego los demás poetas que departían versos y más versos. Servilio Casanova se llevó muchos aplausos por su inspiración 'titánica'. Tanto fue el ánimo que cogió el hombre, que luego se encargó él solito de hacer trampas con la lectura del poema de su carta (para enfado de Sonita). Antonio Núñez declamaba actuando y sobreactuando (pudo más que él, lo lleva en la sangre). Dña. Nati sorprendió por su fuerza y saber hacer, aunque con clasicismo. Fela, releyendo versos setenteros guardados en una libreta. Lorenzo recordando la primera impresión al llegar a la isla, como quien encuentra la tierra prometida. Y según él la encontró. Uf, y muchos más que no puedo seguir nombrando, hasta que llegó Jesús serpiente y la armó. --Este poeta que la suerte me ha dado es un mal poeta. --Dijo pronto. --Y como mal poeta ni voy a decir su nombre. --Pero un mal poeta se arregla con un buen recitador (ya te conocemos). Y el recitador comenzó a leer de culos, coños y pollas, con tan buen acierto, que la gente reía y reía, y disfrutaba. Hasta el Lagarto Linares parece que dijo ¡Esto se anima! Y tanto se animó que hasta un espontáneo brincó al escenario armado con tres o cuatro armónicas (Sonita ya muy nerviosa), comenzando a improvisar un blues con la guitarra de Sergio que hasta ese momento había acompañado, discreta, las voces de los recitadores. --¡Que no, que no! --gritaba Antonio --¡Que es un profesioná que ha tocado con los Celtas Cortos!
En fin, una velada animadita y una nueva disculpa para saludar a muchos amigos del sur. Cuando J. y yo nos retirábamos apareció un conductor de carruaje deportivo, y, interrumpiéndonos el paso de peatones, nos estampó: ¡Hola, guapetones! Menos mal que la sonrisa lasciva se centró en J., aunque mi escandalosa risa posterior creo que acabó demasiado pronto con el inesperado idilio. Eso fue en la misma esquina del Valdés Center, al lado del ahora afamado 'bazar chino'; en la misma esquina donde rodaron cabezas (literal) a la mañana siguiente por un supuesto mandato divino. Así lo supimos en El Capitán, incrédulos ante la pantalla televisiva en medio de las noticias de Lorca, y de camino a los barrios altos de la Gran City de esta tierra. ¡Qué bárbaro, qué bárbaro!
sábado, 14 de mayo de 2011
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