'Nos vemos después en Mistério'. Sí, no me hubiera importado, pero esta vez tenía otro compromiso en el sur. Un viejo amigo que ha sido triste portada en los periódicos estos últimos días. Toda su historia aireada a los cuatro vientos. Una historia que todavía no se sabe si es cierta o no; una historia de película, como le hubiera gustado a él mismo que fuera toda su vida. Una historia inconformista de verdad. Una historia de fuego y bidones de gasolina, como en aquel famoso título de una novela escandinava de éxito arrollador. Pero, nada, esta historia no tiene nada que ver con aquella, salvo en la imagen que invocaba la propia frase. Una historia de verdad aunque parezca de mentira, quizás por eso se ocuparon largo y tendido en la prensa y otros medios. Todavía fue más inverosímil en alguna otra versión que escuché durante el sepelio, una versión para escribirla si no tuviera estos putos escrúpulos o como coño se llame este ancestral respeto a los muertos. Y más que eso, será el jodido respeto a los vivos más cercanos a él, a los que de verdad estarán bien desolados por su repentina marcha. Nosotros, los que le conocimos, apenas nada en comparación. Una huella que llevar dentro mientras nuestras vidas continúan a lo mismo de siempre, la misma huella que tal vez dejaremos nosotros en los demás. Apenas un trazo, una anécdota, un motivo para hablar sin más trascendencia cuando se tercie. Hasta que el olvido se extienda como una mancha de aceite en un charco, ahogándolo, pudriéndolo por completo. Ya sé de todo eso, y del paso del tiempo y de lo extraño que es este mundo cuando sabes que al fin todo dará igual, que nuestros grandes afanes, nuestras pequeñas conquistas, sólo quedarán ahí, convirtiéndose apenas en nada, en una mera ilusión que casi se irá con nosotros mismos.
Ya llevo encima unos cuantos muertos para saber todo eso. La vida no tiene sentido, amigos (amigas). Da igual, todo da igual, si arriba o si abajo, si a un lado o si al otro. Y, sin embargo, lo que no da igual eres tú mismo; si vives o no conforme a tí mismo, si caes en la mentira mayor de todas, que es el mentirte a tí mismo, el dejarte llevar por la corriente, sin ni siquiera intentar remar. Un remar inútil, sin duda, pero cómo reconforta remar. Sentir que remas y remas, aunque no llegues a ningún lado, porque quien no reme sí que ya estará muerto en vida. Remen, cabrones, remen y remen hasta encontrar suficiente combustible, si eso les place. Pero remen, carajo, que nadie dijo que esto sería fácil. Y cuando ya ni remar tenga sentido, tener coraje para remar por última vez rumbo al viento. Un abrazo, viejo amigo. Por allá nos veremos algún día.
Misterio, sí, todo esto es un puto misterio. Y a pesar de todo...
sábado, 17 de septiembre de 2011
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