lunes, 7 de marzo de 2011

Modernas y trasnacionales

Lo siento por Ann (Isabelle Huppert), la protagonista de la peli de la otra noche, Villa Amalia, la compositora de piano y de apellido judío. Ann, la francesita a la que un beso casi ajeno le cambió la vida. La gota que colma el vaso... No, mejor el clic que derrumba, de pronto, el castillo de naipes (Cuántos construimos sobre bases poco sólidas). Un derrumbe quizás necesario para reconstruir una vida... ¿mejor? Lo siento, Benoit Jacquot (dir.), pero no me convenció tu película, poco creíble, fría, demasiadas elipsis, diálogos y situaciones que chirrían... La película de una historia que merecía mejor fortuna cinematográfica.
Me dan ganas de conocer a Sophie Caratini, la antropóloga recién descubierta por el nagualt (leo en su blog). Así, todo seguirá marcado por el signo de las francesitas. Sophie, la intrépida y tenaz etnógrafa de las arenas del desierto saharagüi en tiempos de guerra setentera y anticolonial. Me entero que estuvo hace poco por Tenerife, el pasado septiembre-2010 en el SILA de El Puerto de la Cruz (Salón Internacional del Libro africano). Lástima no habernos dejado caer por allí. Veo ahora que Hijos de las nubes, su narración a la búsqueda de los erguibi, está publicado por la Editorial del Oriente y el Mediterráneo. Joder, la misma que la de la novelita de Kavvadías, lo que me recuerda que las griegas también juegan un papel importante en esta entrada, gracias a las artimañas de la serpiente emplumada. Las griegas voladoras y cosmopolitas del Antlantic City. La última vez que estuve por allí con los hermanos Dalton noté una cierta precipitación a la hora de sentarnos a la mesa, como tomando posesión y posición. Luego caí en la cuenta de que la orientación del radar es fundamental para que no te cojan desprevenido. Estos hermanos se las saben todas.
Ay, en Villa Amalia, a esa francesita pianista la hicieron llegar a una ínsula italiana. Cuánto hubiera ganado esa película de haber llegado a alguna de las Cycladas, de las Jónicas, de las Espóradas o del Dodecaneso; incluso a alguna de las del Norte del Egeo o a las del Golfo Sarónico. Aaah, nombres como Serifos, Skiatos, Égine, Alonissos, Astypalea, Kalamos... No sólo por exotismo fónico y viajero sino también por resonancia mítica y clasicista. Ah, las griegas, las cariátides voladoras y cosmopolitas de Antlantic City. La modernidad trasnacional de la isla, la vida fresca del alisio, el parnaso de la ciudad vertical.