viernes, 29 de junio de 2012

Entre lo divino y lo terreno

Hoy de nuevo por aquí, por este bosque cada vez más calcinado. No, no lo pude evitar. Demasiadas cosas bullendo en la cabeza. Quizás sea el sopor del ronroneo aldeano de La Maldad, el sopor de una tarde después de las emociones de una excursión pirática a lo que queda de la casa de Amaro Pargo, pero de eso hablaré luego. Una Maldad que se ha quedado sin el totem del Super Chicha. Una Maldad que echará de menos a ese puño cerrado, entre amenazante y protector, como diciendo: "¡Cuidado, si eres de los nuestros cobíjate, pero como seas de los otros... ni te acerques, porque descargaré todo mi peso sobre ti!" Ángel protector, ángel exterminador. La doble cara de toda moneda que se precie, del ser binario que se mueve sin medias tintas. "¿Y tú, con quién vas, con ellos o con nosotros? Esto es la guerra, muchacho. Espabílate, ¿con ellos o con nosotros?, y no me vengas con más monsergas. ¿Con ellos o con nosotros?, así es este mundo, y el puño del Super Chicha lo santificará". Bueno, ya no, ahora será distinto. Ya no hay Super Chicha... Pero ten cuidado, muchacho, el puño cerrado lo sigo viendo en las miradas del bar de Ibrahím.

Una mañana de emoción y extravíos, cuando nos dirigíamos a la casa del corsario Amaro Rodríguez Felipe, más conocido por Amaro Pargo, corsario o pirata, según quien haga el cuento; las líneas siempre acaban siendo difusas tanto para el que las vive en primera persona como para el amanuence de turno. Una gran casona del s. XVIII actualmente en un lamentable estado ruinoso, a pesar de haberse conservado relativamente bien hasta los años sesenta. LLevo algunas fotos antiguas para hacernos idea de lo que allí había antes de tan demoledora rapiña. Dicen que todo comenzó cuando se extendió el rumor de que por allí había enterrado un fabuloso tesoro, restos de las riquezas del pirata. Se picotearon los terrenos aledaños y los muros de la casa, pero el tesoro nunca apareció. Luego se continuó con el desmantelamiento de las apreciadas maderas de tea que componían pisos y techumbres, así como de puertas y ventanas. Algunos elementos de valor como un artístico brocal de piedra tallada, también desaparecieron. Éste, en concreto, fue encontado en el jardín de un chalet de la zona, y también me dicen que el Museo de Historia de La Laguna tuvo que comprarlo en su día para su 'conservación'. En fin, lo que fue fruto de la rapiña, con la rapiña perecerá. Eso hasta sería de esperar, pero... que se premie de esa manera al moderno pirata de turno...  Pues nada, el supuesto tesoro enterrado resultó ser cierto, era la propia casa. Algunos sí que lo supieron ver.

Dicen que en la Calle de la Santidad y el Pecado hay un cuento de un tal Marcelino Rguez. Marichal, titulado "Un corsario enamorado". En él se habla de los amoríos del capitán Amaro Pargo con sor María de Jesús, la monja incorrupta de La Laguna. Ese sí que es un cuento largo, como para una buena novela de aquellos canarios que tomaron al gran Atlántico como un pequeño charco donde echar sus cartas bajo la mejor protección posible; el poderoso amor de una doncella entre lo terreno y lo divino.

Así, cualquiera.

Y hasta más ver. Otro día sigo (me llaman con insistencia para ver la presenta de Carlos Cruz con su nueva novela No es la noche, último título de los G21, allá abajo en la MAC, hacia el centro pulmonar de nuestra querida Capi)