Tras la derrota del Imperio Otomano por parte de las potencias europeas en la 1ª Guerra Mundial, a Grecia le tocó adueñarse de buena parte de la Tracia y de grandes territorios en la península de Anatolia (actual Turquía). En 1922, sin embargo, los griegos pierden la guerra contra los nacionalistas turcos dirigidos por Kemal, artífice de la actual República de Turquía. La consecuencia es un éxodo de un millón y medio de griegos que vivían en la Anatolia. Es la derrota de Esmirna donde se consuma el desastre heleno, y donde se habían hecho populares una serie de bailes y ritmos musicales mezcla de las tradiciones de ambas culturas, con el buzuki como principal protagonista, esa especie de pequeño laud con mástil alargado. De ahí salió la música rembétika y bailes como el Zeibekiko al que luego se le añadiriían el Hassapiko o el Syrtaki, y que juntos actualmente conforman una de las bases de la cultura y signos de la identidad helena (con Zorbas y Mikis Theodorakis de por medio). En la rembétika inicial muchos de los cantares eran de contenido picante, en buena parte improvisados, y muy ligados a la oralidad. Cuando los griegos asiáticos se instalaron en la Grecia europea, sólo hubo espacio para ellos en las periferias de las ciudades portuarias, especialmente en el Pireo y Atenas o en Siros y Salónica. Allí adquirieron esa condición de marginalidad que marcaría el siguiente rumbo de la rembétika, con letras que hablaban de la dureza en la derrota de sus vidas, letras para la nostalgia de su tierra natal, para el trauma de la pérdida y la guerra, para las historias cotidianas, las pequeñas tragedias y heroicidades de sus vidas de segunda, con las drogas, la cárcel y el amor como habituales protagonistas.
Muchos han encontrado similitudes con otras músicas ‘de raiz’, como el tango, flamenco, blues, fado… ritmos todos ellos de origen marginal, que beben de la sabiduría popular en contextos de una vida dura en barrios bajos; ritmos todos ellos donde la voz (las letras/lo narrado) y el baile (lo corporal/coreográfico) tienen marcado protagonismo; ritmos todos ellos para la performance de sus propias vidas cuya fuerza dramática es convertida en un acto de catarsis casi en el pleno sentido de la poética aristotélica.
Sotiria Leonardou ¡impresionante! canta “Kaigomai”, que es una de las más conocidas canciones rembétika, pues formaba parte de las canciones de la película "Rembetiko", de Kostas Ferris (1983). Esa película trataba de contar la propia historia de este género musical a través de la historia real de la cantante Marika Ninou. La película recibió el Oso de Plata en el Festival de cine de Berlín de ese año y tuvo mucho éxito en Europa y festivales de cine internacionales. La banda sonora de esta película es todavía considerada una de las mejores bandas sonoras griegas.
Por ahí conseguí la traducción de esta portentosa canción:
Cada vez que nace una persona
nace un dolor
y cuando la guerra recrudece
la sangre no se puede medir
Me quemo, me estoy quemando,
¡échale más leña al fuego!
Me ahogo, me estoy ahogando,
¡arrójame a lo más profundo del mar!
Juré por tus ojos,
que para mí eran sagrados,
que la puñalada que me diste
la convertiría en risa para ti.
Me quemo, me estoy quemando,
¡échale más leña al fuego!
Me ahogo, me estoy ahogando,
¡arrójame a lo más profundo del mar!
Pero tú allí, en lo más
hondo del infierno...
rompe la cadena...
y arrástrame hasta allí contigo,
yo te bendeciré.
Me quemo, me estoy quemando,
¡échale más leña al fuego!
Me ahogo, me estoy ahogando,
¡arrójame a lo más profundo del mar!
(…)
¿Serán griegas como ésta las que esperamos encontrar en Atlantic City? Seguro que sí.
jueves, 14 de abril de 2011
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