martes, 30 de noviembre de 2010

La Mata Hari de San Andrés

Esta noche me encuentro con una de las abundantes citas de las que gusta rodearse Javier Hernández en sus escritos. Decía algo así como "El amor es intensidad, y por eso es una distensión del tiempo; estira los minutos y los alarga como siglos" (Octavio Paz). Me recuerda a mis disquisiciones sobre los agujeros negros. Del amor hablaban esta tarde Juana y Jesús. Una tarde de aguas revueltas en San Andrés, con su lengua de canela en rama acariciando los imponentes acorazados marinos a lo lejos, calentando sus barrigas de frío acero, mientras reposan su derrota cotidiana.
San Andrés está de fiesta y la tormenta, más que estropearla, ha conseguido que se alargue por toda la semana. El sábado será la procesión prevista para ayer lunes, víspera del santo patrón, y hasta entonces continuarán los voladores, el júbilo popular y las devociones más beatas. Cuando me marchaba, saliendo por la plaza de Las Adelfas, escucho música y algarabía por un callejón trasero; más adelante me tropiezo con una parranda callejera, animando al vecindario; pasando por La Pandorga, donde habíamos tomado los licores, veo la barra llena y dichicharachera...
Yo me llevaba bajo el brazo un par de libros que me devuelve Jesús. Uno de ellos Diótima y los leones, del que ya he hablado en este blog, y el otro Egos revueltos, que Charlín me dice que me lo quede yo ahora para leerlo. Pasado el Monterrey me encuentro a Orlando que enseguida le echa mano a los libros. En cuanto ve el de Juan Cruz lo deja caer al suelo inmisericorde y, sin inmutarse, continúa mirando el otro. «Parece el libro rojo de Mao», comenta el camarero que acompañaba a Orlando acerca de Diótima y los leones; «Está muy bien editado este libro», comenta él; pero yo me quedo pensando: «Dios, menos mal que fue a parar al único trozo de acera sin charco que quedaba por allí, si no a ver cómo le explico al amigo Charlín...» Juan Cruz no tiene tantas devociones entre los escritores de las islas. No sé si son envidias, egos, venganzas (revueltas o a la plancha) o falta de fe ante el autoendiosamiento (al menos demuestra el don de la ubicuidad), pero Charlín no saldrá de su asombro por estas repetidas muestras de cariño hacia el paisano escritor…
Es la extraña intensidad de una tarde de lluvia con ataúdes flotantes a la espera del repique de los sueños de un pueblo, entre la fiesta y el descreimiento. Lo que imaginé, una tarde para dejarse llevar acunado por las historias de unos y otros mientras se ve posar el arcoíris en el Suculúm. La distensión del tiempo, la psicodelia curvilínea al salir del Petón, los aromas de barranco de chocolate, la exquisita cadencia del hablar de un padre desde la cama, el helado de nata que buscaba Campanilla para su no sé qué de esta noche… Y alguien hablando, así, como quien no quiere la cosa, de la Mata Hari de San Andrés.

Otro martes

Hoy tampoco voy a poder estar por el bosque tijuanero de Radio Unión Tenerife. Las maestras de mi hija la mayor, están empeñadas en poner exámenes los miércoles. Creo que lo hacen a propósito, pa joderme la tarde de los martes. Sí, ya sé que el examen no es para mí, pero como si lo fuera. Así están las cosas en la moderna pedagogía del bilingüismo Canary Island. Hoy me toca ponerme al día con el factor de conversión, creo que debe ser lo mismo en inglés que en español. Supongo que estará bien tenerlo claro para cuando volvamos a tener pesetas en este esperpéntico país. Quizás, mejor que sean libras. Si don Valle-Inclán levantara la cabeza ni se sorprendería.
Otro escritor gallego, Charlín, me llama para saber si me apunto al programa hoy, seguro busca apoyos dialécticos después del recibimiento del otro día. Sin tregua. «¡Nada, hombre, tú sabes defenderte perfectamente!» «Sí, ya, pero es que son muchos contra mí y monopolizan las conversaciones» «Ja ja, esa es la estrategia, pero algún cariño te tendrán» «Sí, del que te mata. Pos… nada, qué te digo, que ya nos vemos otro día» «Ánimo, Antonio, a ver si el próximo martes me cuadra mejor».
Sin embargo, en la mañana me dispongo a bajar por la ciudad infame y chic, hoy de pies mojados. Tres deudas pendientes en Bayra, TEA y CajaCanarias, pero también para encontrarme con el grácil tintineo de una campanilla navarrica que revolotea por aquí en estas fechas. Almorzaremos juntos con el 'negro' sanandresino. No sé si hasta los postres, cafeses y demás... Una tarde para dejarse llevar, pero el horario escolar manda esta vez. ¡Qué tiempos!

jueves, 25 de noviembre de 2010

Miradas

Paso por allí muchas veces. De largo, pero siempre me fijo de reojo en su expresión circunspecta, al mismo tiempo que contrariada y con una buena dosis de escepticismo vital. Representa a una gran empresa comercial, un animal de éxito, centro de atención en muchas ocasiones. Sin embargo, esa mirada suya parece como si la vida provechosa y feliz que pregona no fuera con él. Me recuerda a un espantapájaros que fotografié hace unos años, con esa misma expresión de búsqueda de infinito, pero sin llegar a estar al margen de toda condición humana, sometida todavía al bien y al mal, casi agónicamente.
Su cuerpo es orondo y mullido, pero bajo aquella palidez azulina adquiere una inesperada liviandad, extravagantemente acorde a esa condición existencial de su mirada.
Ese punto de intensidad centra ineludiblemente mi atención:
…donde todo parece que acaba y renace a la vez.

martes, 23 de noviembre de 2010

Pericias del mercamobile


Sonia, Yessica, Noemi ... Así de modernos y acicalados son los nombres de las Mercadonnas. Me encuentro hoy varios tiques de las últimas compras, y caigo en la cuenta que allí siempre viene signado el nombre de quien me atendió. En mi rápida lectura de esta poesía breve y subliminal, lamentablemente nunca había pasado del campo "Subtotal Euros..." Como mucho, la vista se me había ido hasta "Subt. Parking Euros", pero como siempre marcaba "0,00" pues le fui perdiendo interés. También reparo ahora en otros datos que aparecen, como los de "Entrada" y "Salida". Uf, el hábito mercantil sometido a control horario y estadístico. Seguramente obtendrán sesudas coclusiones, perfiles de comprador estándar y todo eso. Patrón, tipo, modelo... la parafernalia de la previsibilidad; del control nada banal de las idas y venidas; del robot y su cesta de la compra; del retrato matemático, acompasado e irreal; del individuo ultrajado por décimas, centésimas, milésimas...; el arrebato por el desmadejamiento final de conductas y emociones; la abdicación de la unidad por el espectro del porcentaje.
...
¿No huelen a muerto?

Volviendo a Tijuana de puritos aventones


Cuando yo salí del rancho
No llevaba ni calzones
Pero sí llegué a Tijuana
De puritos aventones

Como no traía dinero
Me paraba en las esquinas
Para ver a quien gorreaba
Los pescuesos de gallinaaa

Yo quería cruzar la línea
De la unión americana
Yo quería ganar dinero
Porque esa era mi tirada

Como no traía papeles
Mucho menos pasaporte
Me aventé cruzando cerros
Yo solito y sin coyooteees

Después veráaaan
Cómo me fueee:

Llegué a Santa Ana
Con las patas bien peladas,
Los huaraches que llevaba
Se acabaron de volada,
El sombrero y la camisa
Los perdí en la correteada
Que me dieron unos "güeros"
Que ya mero me alcanzaabaaan

Me salí a la carretera
Muerto de hambre y desvelado
Me subi en un tren carguero
Que venía de Colorado

Y con rumbo a San Francisco
De un vagón me fui colado
Pero con tan mala suerte
Que en Salinas me agarrarooon

Después veráaaan...
Cómo me fueee:

Llegó la Migra
De la mano me agarraron,
Me decían no sé qué cosa
En inglés me regañaron
Me digeron los gabachos
"Te rregresas pa' tu rancho"
Pero yo sentí muy gacho
Regresar pa' mi terruño,
De bracero fracasado
Sin dinero y sin hilacho,

De bracero fracasado
Sin dinero y sin hilacho

De bracero fracasaadooo...

¡Sin dineeerooo y sin hilaaa... choooooo...!

lunes, 15 de noviembre de 2010

Anatomías de un instante caníbal


Desde pasado mañana, en el TEA, y hasta el 13 de febrero de 2011, estará expuesta la colectiva "El Cuerpo Inventado". Lo cierto es que el cuerpo no sólo es nuestra condición sine qua non para la existencia, sino el producto y el espejo de nuestra propia condición existencial. No es raro, pues, que haya sido largamente tratado a lo largo de la historia del arte, pero esa constante representación se constituye, a su vez, en la propia historia de nuestra mecánica social de represión, idealización, escatología, deseo, violencia... Así, nuestro lenguaje corporal asume y expresa intensa y convincentemente, como pocos, la compleja red de historias que tejen nuestras vidas, pero es también su representación consciente lo que dispone categorías y enfoques para definir y condicionar la propia visión de nosotros mismos y la de los demás. La comisaria Yolanda Peralta Sierra nos propone esta vez un recorrido por (como ella misma dice) "el nuevo imaginario que sobre el cuerpo configuran una serie de artistas a partir de las representaciones extremas de la corporalidad y de las visiones siniestras de lo orgánico, contradiciendo los arquetipos del cuerpo joven, sano y bello. A este universo anatómicamente incorrecto pertenecen sus propuestas gráficas sobre los efectos del dolor, el tiempo, la enfermedad o la muerte."
Personalmente lamento que no esté entre esos artistas el fotógrafo Luis Pérez-Mínguez, uno de los que más turbadoramente me ha ofrecido una visión de la intensidad de los cuerpos. En Pérez-Mínguez no se trata exactamente de buscar o desmontar arquetipos anatómicos, sino más bien de desnudar los cuerpos (no solo físicamente) en el abismo del acontecimiento, en la frontera de la trasmutación orgánica. Sus títulos le delatan: "Aquello que nace y apunta como algo distinto", "La serena contemplación del límite", "La prudencia de no añadir nada inútil", "Nos hemos acostumbrado al escalofrío de la conciencia" o las complementarias "Tu sombra es mi deseo" y "Mi deseo es tu sombra". Muchas de sus desacomplejadas imágenes (ya lo mencionaba en alguna entrada a este blog) podrían pasar a formar parte de la ciega cruzada antipederastia. Que se lo pregunten a Sánchez Dragó.
Esas imágenes de cuerpos púberes sentenciando mágicamente sus bríos de transición, asomando ya perfiles de adultez pero todavía con gestos de inocencia, como de despreocupada búsqueda o de hastío por las previsibles consecuencias. Cuerpos exultantes de vida a pesar de sus contradicciones, sus dudas y remordimientos, su asomo a la vida consciente... Toda esa maravilla de tentativas y probaturas, de nuevas convicciones al encuentro de nuestro yo, construyéndolo paso a paso, es lo que encontré también en Agosto, octubre, de Andrés Barba, una de las nuevas figuras literarias españolas.
Es curioso, este fin de semana leo en el Babelia un artículo suyo "Sobre el derecho del escritor a canibalizar la vida de los demás". Sí, remitiéndose al texto de Guy de Maupassant que acaba de ver la luz traducido al español, plantea que el artista tiene derecho a devorarlo todo, a servirse de la vida de los demás, que la propia cultura sería imposible sin el sano derecho caníbal. Otra cosa muy distinta (prosigue) es que tenga derecho a juzgarlo todo.
En este mundo cada vez más laico (se queja), lejos de conseguir un juicio social cada vez más liberalizador, paradójicamente se ha promovido una manifestación cada vez más exacerbada y moralizante en el que el voyerismo, la fascinación por la intimidad ajena, triunfan para poder juzgar en un linchamiento público que obedece más a carencias propias que a vicios ajenos; para ver cómo resuelven otros lo que nosotros mismos no hemos sido capaces de resolver más que por la vía de la negación.
Esa es la cuestión: "El día en el que un artista español no tenga miedo a crear un personaje femenino que haya sufrido maltrato de género y sea, a la vez, una mala persona, habremos dado un paso de gigante, ya no estaremos representando discursos, sino personas. Canibalicemos pues la vida ajena como artistas, pero sin juzgarla, como exige Maupassant, y sin hacer entrar en nuestros libros la realidad a patadas en tres tópicos maltrechos. El canibalismo, tratado así, bien puede convertirse en una de las bellas artes."
Ojalá ocurra así en el TEA y con la obra de Pérez-Mínguez. Recientes antecedentes como el del Ateneo de La Laguna con la exposición Oh, my god! o en el mismo TEA con la obra de Juan Hidalgo ya nos deben poner en guardia. Por cierto, Juan Hidalgo sí que participa en esta colectiva.
De momento, el miércoles 17 de noviembre, a eso de las 8 pm, se inaugura "El cuerpo inventado".
Por allí espero estar. De hecho, estamos todos invitados.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Fragancias

Leía este verano la novela Ahora sabréis lo que es correr, de Dave Eggers, cuando allí apareció un personaje llamado Thor. Era el nombre de una de las gemelas sobrinas del protagonista y que aparecían en algunos de sus párrafos. Yo, sin embargo, sonreía al leerlo acordándome del perro de Jesús con ese mismo nombre. Seguramente es absurdo, pero cuando pienso en Thor ya ni me acuerdo de mitologías nórdicas ni nada, sólo acude a mi mente la desvencijada figura del perro de Jesús. Personajes éstos de blog, pero, antes que eso, también personajes reales, para alegría (según creo) de barranco flanqueado con torreón partido y mamotreto vituperado. Seguramente es absurdo, pero al acordarme de ellos me viene también a la memoria aquel viejo poema de Baudelaire que decía: “Lindo perro mío, buen perro, chucho querido, acércate y ven a respirar un excelente perfume, comprado en la mejor perfumería de la ciudad. Y el perro, meneando la cola, signo, según creo, que en esos mezquinos seres corresponde a la risa y a la sonrisa, se acerca y pone curioso la húmeda nariz en el frasco destapado; luego, echándose atrás con súbito temor, me ladra, como si me reconviniera. ¡Ah miserable can! Si te hubiera ofrecido un montón de excrementos los hubieras husmeado con delicia, devorándolos tal vez. Así tú, indigno compañero de mi triste vida, te pareces al público, a quien nunca se ha de ofrecer perfumes delicados que le exasperen, sino basura cuidadosamente elegida.”

viernes, 5 de noviembre de 2010

Cosas que no dije

En la comida del otro día con el amigo y escritor gallego-sureño Antonio Gómez Charlín, antes de acudir a la radio tijuanera de Jesús, me comentaba que yo también iba a aparecer en su próxima novela circulando por allí con los Hijos bastardos de Dios (qué honor), y para eso tenía que leer mi relato futurista En aquella noche de amores cibernéticos. El interés es mutuo, porque, a su vez, fue leyendo un episodio de su novela Las bellezas de Kyoto lo que me inspiró para concebir un cierto estado vital en ese relato. Por otro lado, ayer me llama Ánghel Morales invitándome a participar en una entrevista televisiva sobre la antología de cuentos canarios de ciencia ficción: Trece gramos de gofio estelar. ¡Joder, televisivos! Al fin eso de ‘estelar’ comienza a tener sentido.
El asunto es que, por un motivo y otro, vuelvo a remover en mi memoria las intervenciones improvisadas en Radio Unión Tenerife y en la presentación del Ateneo de La Laguna. Naturalmente, muchas ideas que me daban vueltas entonces, y al hilo de las intervenciones y comentarios de unos y otros, al final quedaron sin publicitar oralmente y me animo a ponerlas por escrito ahora.
Después de los agradecimientos obligados por la cortesía y formalismo del evento en el Ateneo, me negaba a contar de qué iba la historia, así tal cual, y comencé diciendo: «Tengo el dudoso honor de presentar el relato más breve de la colección Trece gramos… Pienso ahora que la cuestión para nada fue arbitraria, pues su lectura dura más o menos lo que ese momento de clímax que todos buscamos de vez en cuando. Y es que este cuento también va de eso, de una pareja de ciborg en los que la frontera humano-máquina ya ha sido traspasada hasta el punto de formar parte del natural discurrir de sus vidas cotidianas. Sin embargo, los retos vitales siguen siendo los mismos de siempre: sorpresa, interés, amor, felicidad, vida compartida… y el clímax, que de alguna forma los resume a todos ellos.» El futuro humano-tecnológico —pienso ahora, y entonces— seguramente nos proporcionará nuevas capacidades y recorridos vitales, pero al final seguiremos buscando las mismas cosas. Quizás, y a pesar de los cambios socioeconómicos, tecnológicos y políticos, en lo íntimo, nuestro futuro no sea tan distinto al de ahora y ese fue uno de mis planteamientos al escribir el relato.
Por otro lado, en el lenguaje quise integrar algunas expresiones y conceptos científicos para explicar el universo. En esto reconocía la influencia de la lectura de Historia del tiempo, de Stephen Hawking. Pero en algún otro sitio debí leer también aquella vieja teoría que hablaba del universo que nos rodea como formando un cuerpo aún mayor que el nuestro en cuyo interior nos encontraríamos. A su vez, el universo que ese otro gran cuerpo pudiera divisar, rodeándolo, formaría otro aún mayor, y así sucesivamente. Por supuesto, en nuestro interior funcionaría otro universo que también encerraría a otros cuerpos aún menores, y así también sucesivamente. Esta suerte de gigantesco juego de muñecas rusas, nos hablarían, creo yo, de la gran pertinencia y validez de nuestras teorías sobre los astros para entender el funcionamiento de nuestros universos interiores. El mundo supralunar y la gran esfera de las estrellas en perfecta sintonía empática con el mundo del espíritu y de las emociones... y cosas por el estilo.
Otra teoría de los universos, plantea que los agujeros negros son los puntos de conexión entre esas realidades distintas y hasta paralelas, y sobre ellos precisamente Hawking comentaba que son así, ‘negros’, porque eran producto de estrellas muertas, sin combustible ya para emitir luz alguna, convertidas en objetos estelares tan tremendamente masivos que eran capaces de atraer hacia sí hasta la luz de cualquier lugar cercano. En este sentido, los agujeros negros se convertían en inmensas bocas capaces de tragarse todo lo que llegara a su alcance, desapareciéndolas ante nuestros ojos en un borde a su alrededor que llamó horizonte de sucesos. Una vez traspasado este umbral, el objeto o persona adquiriría tal velocidad por la atracción de esa estrella que dejaría de existir para un observador externo al agujero, porque su imagen —que no es sino luz percibida— quedaría también engullida por la gravedad y por su velocidad acercándose al borde mismo de la velocidad de la luz (quizás superándola —y esto lo especulo yo— aunque eso se tropezaría con uno de los axiomas fundamentales de la Teoría de la Relatividad General de Einstein: nada hay a una velocidad mayor que la velocidad de la luz, que es la única y gran constate del universo).
El caso es que —continúa Hawking, y prometo no enrollarme mucho más— se alcanzaría una velocidad tan grande, y aplicando la famosa formulita de v= s/t (velocidad igual a espacio dividido tiempo, el consabido kilómetros/hora del velocímetro de nuestros coches), que sólo sería posible si en esa división la cifra del espacio (numerador) empieza a ser muy muy grande y la del tiempo (denominador), por el contrario, fuera muy muy pequeña. El resultado de tal situación sería que el objeto o persona en el interior del agujero negro se expandiría tanto que terminaría por descomponerse espacialmente, y, simultáneamente, su temporalidad sería tan ínfima que quedaría casi estancada en el tiempo.
Esta especie de limbo existencial daba rienda suelta a mi calenturienta imaginación surrealista en aquellos tiempos en que leía a Hawking, componiendo bellos cuadros dignos del mejor Dalí o de un Oscar Domínguez con sus delirios cósmicos, sus descomposiciones de cuerpos femeninos y sus paisajes litocrónicos. Ellos, por cierto, así como muchos otros surrealistas, no era de extrañar que siempre estuvieran fascinados por las nuevas teorías científicas del universo y por todas aquellas que afectaban a la visión de la realidad.
Por último, Kant, gran conocedor también de los cielos como demostró en su obra Historia general de la naturaleza y teoría del cielo, o ensayo sobre la constitución y el origen mecánico de todo el edificio del mundo, tratado según principios newtonianos, en donde hablaba hasta de la vida extraterrestre. Posteriormente, Kant desde la Crítica de la razón pura y su estética trascendental, distinguió entre el mundo fenoménico (tal cual se nos aparece) y el mundo nouménico (tal cual es en sí), añadiendo que a pesar de nuestra experiencia del mundo a través de los sentidos, sólo podemos apreciarlo como fenoménico, debido a que sólo es comprensible a nuestro razonamiento bajo unas categorías a priori (es decir, previas a toda experiencia, propias de nuestra estructura cerebral), que son el espacio y el tiempo. Todo lo que conocemos, de un modo u otro está organizado por esas categorías a priori. Más allá de cualquier comprensión humana, por tanto, más allá de sus subjetivas categorías de conocimiento, está la realidad tal cual es en sí misma, al margen de cualquier condición espacio-temporal. Ese es el mundo nouménico.
Quizás, lo que sucede al interior de un agujero negro es de los ejemplos más clarificadores de nuestra imposibilidad de comprender qué sucede más allá o a pesar de estos conceptos del espacio y el tiempo (a lo sumo, sólo los surrealistas podrían). Así todo se nos vuelve oscuridad y frontera cognoscitiva, pero al mismo tiempo, constituye una de las pruebas más fehacientes de que lo nouménico existe, aunque completamente inaprensible para nosotros.
Quizás, el clímax que busca esa pareja de ciborg del cuento, y que buscamos todos al fin, no sea más que otra prueba de la existencia de lo nouménico; de la implacable atracción del encuentro a todos los mundos posibles; de una realidad más allá del espacio y el tiempo; del instante de gracia suprema en el viaje hacia los rizos de nacaroll.
Quizás, clímax y agujero negro no sean más que dos formas de manifestarse la conexión última hacia el nóumeno; la atracción infinita de los pasos hacia la realidad en sí misma; la armonía de los universos vibrando al unísono…

En fin… como ves, todo pura ciencia ficción.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Stone

Castañazo, ladrillo, toda una pedrada... ¡No podían haber elegido mejor título que ese! Así han recibido muchos críticos a esta película que vi el otro día en los multicines subterráneos de Alcampo. No voy a hablar mucho del argumento ni de actores y demás, para eso hay miles de entradas en los buscadores habituales de interné o, sencillamente, mejor vayan a verla por sí mismos a esas todavía exquisitas máquinas del tiempo y del espacio que llamamos cines. Toda una experiencia. Pero, joder, lleven la cartera llena.
Tan sólo decir que los protagonistas son un veterano, a punto de jubilarse, inspector carcelario llamado Jack Mabry, que decide cuándo un condenado está apto para salir; su esposa Madylyn, ultra religiosa, abnegada y amargada por un introvertido marido que sólo cree en la farsa y el control como felicidad; un preso llamado Gerald "Stone" Creeson, que no consigue salir a pesar de haber cumplido la condena y comienza toda una estrategia de seducción al inspector para que le dé el jodido informe positivo; y Lucetta, la novia de Stone, amante desbocada, desinhibida, descarada, sin escrúpulos en la entrega... No sé, paro ya, que decía que no iba a contar mucho.
Bueno, después de este breve pero necesario bosquejo de la fronda y la floresta, me voy directamente al rizoma. Cuatro vidas que buscan el sentido a sus días (quién no), al borde de la catástrofe incluso, en Jack y Madylyn sobre todo, porque ya no aguantan más la situación personal, traicionándose cotidianamente a sí mismos, con ese efluvio dulzón y amargo de la basura que se descompone al sol. Ese punto existencial toma el definitivo empuje al desenfreno y la crisis, hasta el total cuestionamiento de las viejas y podridas certezas de Jack, cuando aparece Stone y sus historias de redención del delito y del descubrimiento de un dios casi animista, revelándose a través del estado etéreo de las cosas. Y Lucetta tampoco se quedaba atrás, harta de estar sola, de no tener un hombre que la consuele profundamente, dispuesta a todo para conseguirlo, con una concepción muy particular de la fidelidad y, sobre todo, de la vida de farsa de Jack. Parece que hasta disfruta y se regodea tumbándole definitivamente los esquemas vitales, pero quizás fuera mucho más sincera con Jack de lo que éste esperara jamás. Sin embargo, sus hipócritas valores de siempre no le dejaron verla así, socavando cualquier certeza, sentimiento, emoción más allá del deseo.
Y en medio de todo eso, el fuego. El fuego purificador, el fuego aniquilador, símbolo de transición, tótem del paso de un estado a otro. Ya lo decía Einstein, la materia ni se crea ni se destruye, sino se transforma por medio de la energía.
Una película que no nos lleva a ningún lado en concreto, es lo mejor, pero que nos hace pensar y vibrar. Una película en la que me vi en la piel de estos cuatro personajes, viviéndolos, entendiéndolos, imaginándolos... Pero todo eso para los infantiles críticos de películas, esos, educados en historias facilonas con principio y fin a los que habría que empezar a contarles con 'Érase una vez...', esos eruditos de personajes al más puro, comercial y rancio estilo Walt Disney, Hollywood, etc., a esos, todo se les quedó en un ladrillazo infumable que no dice nada. Lo que hay que aguantar. No han entendido nada. No se entienden ni a ellos mismos.


lunes, 1 de noviembre de 2010

Otoño postjalogüíín

Ayer bajaba yo por la línea de fierro rumbo a disfrutar de la nueva performance del Tete, cuando vi a J.Royo apoyado de espaldas contra la fachada del adusto edificio. Con cazadora negra y gesto serio, oculto tras unas oscuras gafas a lo Blues Brothers (faltó la corbata). Seguro que con la mente todavía puesta en algún párrafo de su nueva novela, mientras los tranvías pasaban por delante llenos de aficionados con un cierto aire de amargor. Y todo por no pensar todavía en el triste discurrir de un equipo que se las prometía muy feliz este año y al final... ¡No te preocupes, J., hoy ganamos! Me dije yo, cuando en mi mp3 sonaba Marea: ...¿qué saben las tripas de puños cerrados?/saben que las riegan los amargos tragos/saben todo y más de tenerse en pie/de la soledad/saben porqué está siempre duro el pan/... No es la primera vez que lo veo en ese punto cuando bajo hacia el Heliodoro. Allí, frente al Asia Mao, un restaurante chino de nueva generación. Ahora ya los chinos quieren de esa nueva modernidad que ofrece la pujanza de su economía y abandonan aquella imagen colorista y folk de sus restaurantes de siempre. Habrá que ir algún día. Charlín seguro que se apunta, son sus favoritos, me comentaba el otro día antes de llegar al Franco. Aunque ahora (después de esa visita, claro) creo que se ha hecho de los guachinches con vistas a don Paco. Joder, eso parece que se me quedó para la retaguardia de este blog. Bueno, ya veremos qué dice J.

...Arrugas que son surcos con retoños tiernos/livianas como son los fardos de cargar los sueños/que tragan ruedas de molino y se les ven todos los huesos/que saben que sus años tienen más de cuatro inviernos/

Y la dulce letanía de la tarde se arremolinaba tibia en los primeros tinglados de castañas que veía este otoño. Jalonando Las Ramblas de santos sajumerios... en esta víspera de ánimas ligeras y renovadoras.