El Flamenco comenzó a contabilizar los palitos y cuando llegaba a doce ponía una coma. Luego continuaba contando a partir de la coma y ponía una estrella o dos estrellas según conviniera al número resultante. En cada una de las otras agrupaciones de palitos hacía lo mismo y, al final, encontró la combinación de estrellas que buscaba.
--Una, dos, una, dos, dos. –Repetía varias veces en una extraña letanía entre dientes para no despistarse. Se fue a la gran cuadrícula y…
--¡Merde! Qu'est-ce que il est passé ici? ¿Qué coño merde había aquí?
--¡Coño! ¡Esto estaba mojado o qué! --Exclamé yo.
-- Ceci n'est pas possible. Este libro es único, y ya se me mojó todo esto. Y la culpa la tengo yo por abrir esto aquí, en cualquier sitio. Me cago en la puta merde esa.
Allí estuvimos secando con servilletas todo lo que se había mojado del cuadro. La tinta se había corrido un poco, pero logramos que no se extendiera más y tomamos mayores medidas de precaución para ver en dónde volverlo a extender. Una vez vuelta la normalidad, lo que costó otro par de cervezas, comenzamos a ver el modo de establecer el punto de conexión entre la fila de la pregunta y la columna de aquella combinación repetida no sé cuántas veces.
--¿Cómo era lo de las estrellitas esas?
--Una, dooss… A ver los papeles essoossss ¡Cojones! Todo por culpa de esa merde.
--Caarma, caarma, que aquí losshs tienes. ¡Jodeel!
--Esso eshss… Una, dossh, una, doss, dosshs. –Luego, su dedo bajando por esa misma columna, y el mío, cruzando de izquierda a derecha por la fila de mi pregunta, se unieron en un mismo punto; en uno de esos recuadros de la gran retícula de figuras simbólicas que componía aquella maltrecha sábana de papel que escondía el libro en sus entrañas.
--¿Qué salió? ¿El arado?
--Sí, sí, creo que eso es un arado. –La emoción del momento comenzó a embargarme. No creí que albergara tantas expectativas en esta consulta, más bien creí que se trataba de mera curiosidad, una manera más de pasar el tiempo de copas… Pero me equivocaba. De pronto sentí ese enorme hueco entre la respiración; esa especie de tensión que sólo crea el despertar de la adrenalina; la espera en alerta disfrazada de pasatiempo y risas.
--Puesshs nada, vamos a vel. –Después de volver a plegar con sumo cuidado el gran cuadro, El Flamenco comenzó a buscar por el resto de páginas de aquél libro hasta que se encontró con las de la figura del arado.
--Eso esh. A ver, a verrl… --El Flamenco recorría lentamente con el índice de la mano izquierda el listado de combinaciones, hasta que…
--Aquí están esas estrellas ¿no? Una, dos, una… y doss, y dosshs. ¿No?
--Sí, sí. Eso esshs.
--Pues esa esshs tu resshs... puesta:
“Se ofrecerán impedimentos que no puedes ni aún soñarlos”.
No sé cuánto segundos pasaron, pero los suficientes como para que aquella nube alcohólica se disipara totalmente. El abismo se abría por momentos a mis pies. El mal agüero de hace unos segundos, confirmado. No sabía bien cómo encajar aquella frase del todo inesperada. Una frase ciertamente inquietante.
--Joderrr, qué respuesta te ha salío.
Silencio, asombro.
Adiós al reposo del inocente ignorante, ‘se ofrecerán impedimentos que ni soñabas’.
--¡Merde! Sí, impedimentoss que ni soñabas, pero no dice nada de qué coño clase de impedimentos; si grandes o pequeños, si salvables o insalvables… Y además, ¿a qué coño clase de empresa te referías, tío? No sé, igual aquí se refiera a alguna que no sea tan importante…
--Sí, ya… es un consuelo, Flamenco. ¡La cuenta, por favor!
jueves, 7 de julio de 2011
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