jueves, 30 de diciembre de 2010

Yo lo vi

--¡Yo sé lo que pasó! --Me dijo un angelito que veía todo por la mirilla. --Mientras se emitían los anuncios previos yo vi cómo tocaba los timbales wagnerianos, cuando en su cabeza bullía algún exquisito fragmento operístico (La Cultura con mayúsculas, la calidad de página, la germanía abigarrada y cabalgante), y la cara que puso después, cuando sonaba Lila Downs con su rancherita de Tijuana (o sea, la baja y ramplona cultura del lumpen, del lumpen más lumpenproletariat). Y, al tiempo, cómo hacías tú el mismo gesto de los timbales mientras sonaba Lila hablando de la frontera (de La Frontera por excelencia) y JMª reía y reía. Yo vi la cara de envidia, de hermano desposeído, y la cara de bochorno ante lo que suponía una mofa a su venerado dios, con la aquiescencia, además, de su querido JMª.
--¿Sí?
--Como lo oyes. Y también vi la inesperada presencia del gallego, del que creería defenestrado para siempre.
--Sí, ya, pero él quiso venir y que yo sepa todavía no tiene vetada la entrada al programa. Aunque esa animadversión hacia Charlín ha ido in crescendo y ya no tiene ni gracia. Aburre, más bien.
--Luego vi la lectura del texto de JRamallo, que desde que mencionó aquello de la masturbación vi cómo se extendía el anatema del tal Rancio-nero, cómo se revolvía en su propia silla y trataba de darle la espalda, y hasta se permitía reprimir la risa.
--Sí sí, ya me sé cuál es su prejuiciosa teoría al respecto.
--Hasta que el hombre ya no pudo más y explotó por donde pudo con aquel exabrupto.
--Sí sí, es cierto. Incluso, diría que no es ni para tenérselo en cuenta.
--¡Hombre! tampoco tanto, que si no estás a gusto lo dices fuera del programa y ahí se saldan las cosas y ya está. Pero eso de entrar a rajar en abierto ya es mala leche.
--Sí, pero el hombre se disculpó luego y hasta quedó arrepentido.
--Sí, lo mismo que con Jesús, no sé cuántas veces. Pero el programa ya está hecho y hasta ahora nunca le he oído retractarse durante la emisión. No creo que nadie más que ustedes sepan del asunto. Se dicen muchas cosas y luego para los oyentes parece que nunca pasa nada, que todo ha valido y que todo valdrá. Más que 'mi hermano' yo le diría a JMª que lo llamase 'mi Gran Hermano'.
--Pero él dice que hay que dar algo de espectáculo, que si no los taxistas se aburren y cambian de dial.
--¡Joder, los taxistas dice! Menudo lugar común ese de los taxistas. Esto sólo lo aguantan los adictos a los reality show.
--Bueno, eso a Jesús creo que le gustaría.
--Ja ja. Bueno, en realidad ni siquiera a ellos, porque luego se combina con erudiciones que les aburren sobremanera.
--Quizás te equivoques con eso y hasta conseguimos elevar los conocimientos y las lecturas de ese sector televidente.
--Ay dios, mejor ni te hagas bolas con eso. ¿Y la arenga sobre la preexistencia de los valores? Qué me dices de eso.
--Yo, la verdad, callé como una puta ese día. No quería más broncas, había tenido suficiente con el acoso y derribo a Charlín. Pero hacía tiempo que no escuchaba tamaño despropósito. Joder, los valores como cualidades de las cosas, preexistentes a cualquier ser humano. Como si no fueran atributos a las cosas, atributos desde el sujeto que observa, desde el sujeto cognoscente y valorativo.
--¿Y no te llamó relativista por ello?
--Joder, prefiero mil veces más ser relativista que fascista, de esa clase de fascismo que siempre sale del que se cree dueño de la verdad absoluta. Uno de mis profesores universitarios siempre nos decía: detrás de cada gran 'Verdad' siempre se busca a un gran ejército para que la sostenga. No sólo hay Verdad sino Poder para constituirla. Que se lo pregunten a los saharagüis, a los de Perejil, a los de Ceuta y Melilla, a los de la Baja California, a los israelíes, a los palestinos... a quien sea.
Relativismo, cánones y valores... que aplicándolo a la literatura, por ejemplo, me permito aconsejarle que se lea (eso que me cuesta tanto hacer) esa pequeña maravilla de artículo, de la antropóloga Laura Bohannan, "Sakespeare en la selva". El texto le servirá tanto para entender algo de esa disciplina tan esquiva como para abandonar un poco esa poltrona a la que tanto gusta subirse.
--¿Tú crees que sirva? Mira que te dicen que no hablas sino fruslerías.

--Ay angelito, angelito de la guarda, qué haría yo si no fuera por ti.
--Y por el chow... y por el chow, mi helmano.
--Joder, pero nosotros ni cobramos.
--Por eso... por eso mismo, mi helmano.

--Igual, todo esto te lo has inventado para liarme y soltarme la lengua.
--Ni más ni menos que lo que tú, mi helmano.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Mañana, Radio Tijuana

Mañana, el capitán dice que mañana vuelva a dirigir el barco. Y el barco se me transforma en un bosque, en un bosque de leyenda, con JRamallo y Marcelino R. Marichal de invitados, además de los más usuales JMª, Roncero y Charlín. Un bosque, por tanto, apretado de follajes y ramas peludas destilando humedades, como en El Pijaral. Ese lugar increíble de Anaga donde viven los únicos ejemplares de tabaibas gigantes de estas islas, encaramándose por encima de loros, afollaos, naranjeros salvajes y barbusanos. Y también donde pude ver los helechos de hojas transparentes, que al rocío de la bruma aparentan tener extrañas protuberancias, como gotas de mercurio sobre un delicado soporte alumínico. En fin, toda esa fronda literaria que reivindicaba Marcelino la otra noche, esa que a mí también me gusta y que también vislumbro en los escritos de JRamallo. Esa misma honda que nos acuna a varios de nosotros en los gustos del leer y el escribir. ¿Será posible que algo de eso aflore mañana? Ojalá, pero nunca se sabe.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Por El Puntero

Anoche la congregación se dio cita en el último de los guachinches de La Capi. La disculpa la puso Marcelino y su nueva obra "Y fumar puede matar". En el abigarrado espacio de la barra nos la jugamos en las distancias cortas, entre caldos de extraño pedrigrí, dorados espumosos, rejos de octopus y chickpeas compuestas. Todavía trato de poner mi cabeza en su sitio, pero las instantáneas del memorable evento ya están listas para aludidos y curiosos.


El rumor del bosque. La fronda, los ramajes, la floresta, JR. ...y el ensimismamiento absoluto.


Entre pláticas y sonrisas.


Las chicas de la noche.


Verbo gomerai y palmensis a partes des-iguales.


Los hermanos y sus circunstancias.

y... Las circunstancias de los hermanos.

martes, 21 de diciembre de 2010

Derroteros y Presenta

Hoy en radio-bosque Tijuana-La Puerta, Jesús nos da esquinazo a última hora. A mí (¡al grumete!) me deja el mando para capear el más que previsible vendaval. A mi izquierda, dos borrascas en fase de encuentro (o choque) para formar un gran huracán, Charlín y JMª. No se sabe quién engullirá a quién, quién se alimentará de quién. Y, a mi derecha, el anticiclón de Las Azores, con los aires frescos del Atlántico, en pugna (como siempre) con los tiempos calimosos del Sáhara, Roncero y Armando. Tampoco se sabe quién dominará a quién. El barco remonta las primeras embestidas después de un gran comienzo de Armando Rivero, un nuevo ejemplar del, por momentos, inagotable Parnaso Sanandresino. «¿Por qué te tenía escondido Jesús?» Le inquiere JMª al salir del programa. «No suelo ir por la hamburguesería, prefiero los elixires vegetales» Me contesta más tarde el todavía capitán.
Cuando las borrascas braman en lontananza, el buque comienza a ladear ostensiblemente. Cruje la arboladura y yo comienzo a recoger velas y a tensar jarcias. El timonel parece que se resigna a la zozobra, pero no, aguanta. El tiempo sahariano se acerca y echa una mano para el amaine de los tiempos, aunque, escasos de agua, también inquietaba la permanencia de sus aires tórridos y resecos. Un martirio para mis agrietados labios, en custodia permanente por los salitres de la maresía. Finalmente, los alisios del norte se dejan ver y esa bonanza de aires límpidos y frescos sosiegan nuestros humores y todo queda como un bálsamo, acunados nuevamente por las palabras del ‘otro’ poeta de St Andrews.

Sólo un triste rumor queda en el aire. Un olvido imperdonable. Pero así fue, entre improvisaciones y la dura brega contra el vendaval:

El próximo jueves 22 de diciembre, a las 18:30 horas, en el salón de actos de la Mutua de Accidentes de Canarias (MAC), radicado en la calle Robayna, nº 2, de Santa Cruz de Tenerife

La presenta del nuevo libro de Marcelino R. Marichal
Y fumar puede matar

Coeditada por Ediciones Idea y Ediciones Aguere, en el acto se prevé que intervengan: el autor; Ánghel Morales García, como director de Ediciones Aguere; Jesús R. Castellano, escritor muy cercano al autor; así como Sibisse Rodríguez, filóloga, escritora y directora de la revista Lunula, donde el autor colabora habitualmente.



El libro lo acabo de comprar esta tarde, quiero decir con esto que sobre esta obra bien poco puedo hablar. Tan solo recordar que debemos congratularnos por ello, pues de seguir la última trayectoria literaria de este autor, con Retrato de Marlou Diesel, ya nos podemos dar por satirfechos. Marlou Diesel, aquella deliciosa compilación de las aventuras de un taxista en turno de noche por la gran urbe isleña, contándonos de aquellos personajes que entraban y salían por el lado izquierdo de la vida.

sábado, 18 de diciembre de 2010

El gran proveedor


Esta mañana me levanto temprano. Me siento con energía; respiro hondo, me visto el chandal, le doy un arreglón a mis olvidadas plantas. Cuando ya se hacen las diez, salgo a caminar la recta, esa que usan todos los puretas de mi barrio para ganarle la batalla al colesterol y a la osteoporosis. Al final de la recta me esperan los periódicos en la tienda de la gasolinera, y la compra en el Campo Verde: las verduras, el pan, las papas y la fruta. De vuelta, con sendas bolsas repletas en las manos, me imagino en la escena agradable de gran proveedor regresando a su guarida. Sí, todavía nos queda algún gen por ahí escondido que hace que segreguemos alguna clase de endorfina cuando nos vemos en ese papel, de cazador-recolector volviendo a casa con las manos llenas. Hace unos días, cuando Juana estaba con nosotros por las tierras de Icoden y la Isla Baja, nos preguntó a Jesús y a mí en qué otro tiempo nos hubiera gustado vivir. Yo me fuí al futuro, no querría estar con penurias, seguro que el futuro es más confortable, les decía (pensaba como mi abuela). Jesús, por el contrario, se fue al pasado. Pero al pasado prehistórico y cavernícola, vamos que le habría gustado vivir en esa época del hombre luchando directamente contra los elementos, y yo me acordé de esas novelas de Jean Auel, El clan del oso cavernario, El valle de los caballos, Los cazadores de mamuts... Joder, qué bien escribía Auel y cómo me lo pasaba con esas historias de cromañones y neardentales. Los neardentales eran concebidos allí como más fuertes, pero mucho más toscos y de menos inteligencia que los cromañones, lo que motivara finalmente su desaparición (recuerden la versión cinematográfica En busca del fuego). El famoso yacimiento de Atapuerca contiene restos neardentales, pero por la conferencia que el mes pasado nos dio en la ciudad de Los Adelantados uno de sus investigadores principales, Ignacio Martínez Mendizábal, quizás los neardentales fueran mucho más listos y evolucionados de lo que creíamos hasta ahora. Seguramente hablaban, o sea, que nada de gruñidos, medias palabras y gestos, sino lenguaje puro y duro, con lo que eso implica de abstracción y de inteligencia. En fin, habrá que preguntarle a Jesús, pues, si querría ser neardental o cromañón. No conocía él, sin embargo, las novelas de Auel. El día que consiga leer alguna novela de esa saga de las aventuras de Ayla, su sueño se verá cumplido.

--Ramón, te faltó traer la carne molida.

--Joder, sí ya, ya voy al Mercadonna y en un momento la tienes. Así aprovecho y traigo medio pollo fresco y hago una buena sopa para acompañar las papas rellenas.

Y la compra se resuelve pronto en el mercamobile de un sábado mañanero, en el hueco de las colas para entrar, buscar y salir.

--Toma, aquí tienes la carne.

--Ramón, trajistes pocas papas. Faltarían tres o cuatro más para completar el caldero.

--¡Cómo, otra vez hacer la recta para ir al Campo Verde!

Jodeeer, menudo gran proveedor... Al final de la recta me fijo de nuevo en ese graffiti del muro, un corazón de más de un metro de alto. Un gran corazón ardiente con varios tonos de rojos y amarillos, y una vitola azul que lo rodea con pliegues al viento ...y sobre el corazón, esa enternecedora frase: "te quiero".

Y yo apreto el paso, y cierro los ojos, y me convierto en un neardental poco hablador y gruñón, vagando por las llanuras del Danubio con su bolsa de piel llena de tubérculos recién cogidos de la tierra fresca, en una mañana soleada de invierno.

El maná

Ayer cuando iba rumbo al Sur, a la altura de Añaza me veo en el mar, allá a lo lejos, una estación petrolífera. Impresionantes sus torres metálicas emergiendo del océano. ¡Joder! Pensaba que los yacimientos petrolíferos estaban frente a Lanzarote, no por aquí. Hoy me comenta Jesús que ahora esa plataforma está frente a San Andrés. ¿Será la misma y tan sólo se trataba de un remolque coyuntural? ¿o es otra diferente y los yacimientos se extienden por toda la costa de Anaga? No me costó demasiado imaginar el horizonte inmediato salpicado de estructuras similares, por aquí y por allá, en grupos de a tres y de a cinco... El nuevo maná de los chicharreros del siglo XXI. Seguramente todo fue un espejismo, como el maná fubolero del Tete de esta Liga. Puro espejismo. La deriva de un equipo ante miles de ojos desorbitados (todavía no nos lo creemos), miles de bocas sedientas ya de venganza. Eso es lo que me mantiene en la grada; el circo romano bajando el pulgar al unísono, la masa enardecida levantando el brazo amenazante. Pura tragicomedia hoy en el Heliodoro. Hasta Jesús se levantaba a aplaudir efusivamente el tiro hiperdesviado de Ricardo o el pase errado de Julio Álvarez. Que siga el espectáculo, todavía seguimos esperando al maná.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Hay días

Hay días en que se acabó la magia. Nada, no hay nada extraordinario que contar. Sí, siempre hay cosas, cosas que suceden por ahí fuera y por aquí dentro, pero sin ganas de escribirlas... ¡Bah! Hasta que te dices -acordándote del viejo Bukowski- ¡a teclear!, que salga todo, que fluya y fluya sin pensar demasiado antes de que se haga la hora de ir al hipódromo y apostar por caballo ganador. Qué digo hipódromo, si aquí nunca ha habido nada de eso, ni siquiera peleas de gallos a las que acudir para participar de la rueda de la fortuna en medio de la sangre y el griterío. Sólo K. tiene prometido avisarme para la próxima velada en el cuadrilátero (el de verdad). Pero qué más da, a J. lo veo en su propia jaula de gallos, quíqueres y gallináceas varias. Sin embargo, a mí me hace falta el griterío, el entusiasmo, el apasionamiento desbocado que me saque de este coro de voces cotidianas. Las idas y venidas se suceden con pequeños temblores. A veces surje el espejismo y las cosas comienzan a estar claras, pero al cabo todo se desvanece en el aire. Sólo el rumor de las letras permanece fiel a sí mismo. Pequeños soldaditos de Salamina que alguna vez pensaron que la batalla estaba ganada. Que siga la farsa.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Sombras del zaguán

Pasó el viernes, pasó el sábado y a hoy domingo tan sólo le quedan un par de minutos. Pasaron los días y la casa verde sigue ahí, con sus figuras enigmáticas caminando por el zaguán. No paran, caminan despacio, como haciendo círculos. Algunos fuman, otros renquean de un pie, otros cruzan mejor sus abrigos (los aires de estos días van estando fríos), pero todos van ensimismados, no hablan entre sí, como autistas o zombies del final de una vida. Anochece. Desfilan las últimas nubes por el resplandor naranja de detrás, más allá de las montañas. Los eucaliptos mueven sus hojas lentamente. Triste saludo al mirón empedernido, al que siempre se asoma por la ventana a la misma hora, como queriendo entender algo de este mundo. Son esas sombras, que parece que emergen desde la caverna, las que lo alertan y lo sacuden... en el estertor del día.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Noticias del Sur

Las noticias corren rápido en este sur profundo.
«¡Se murió Dora!» «¿Qué Dora?» «Dora, la de Juana Sixto». Sí, en estos pueblos del sur la repetición de apellidos ―Riveros, Dortas, Martines, Reverones, Donates…― ha obligado a añadir el nombre del padre al de sus hijos como si fueran su primer apellido. Curiosa solución para tanta redundancia endogámica, donde los apellidos terminaron por tornase en tan poco denotativos. ¿Habrá sido por eso? ¿o derivará generativamente de la vieja costumbre de conocer a los hijos en referencia a los padres y así sucesivamente? No sé bien qué cosa habrá sido, quizás por todo ello junto.
Bueno, sea como sea, las noticias vuelan y los velatorios y las celebraciones son ley, haciendo que todo el sur todavía sea no más que un pequeño pañuelo para el enjuague de desgracias y el vitoreo de alegrías. La red de redes, el pueblo pueblo, que más que viajar por el tiempo, es el tiempo mismo en una tierra que casi le pertenece. Mafias aparte, claro, de las que hablamos casi todos, y que garabatean los Javier y adláteres.
Pero eso… hasta en los reinos del Taoro e Icoden, y más allá. Como en los de Galicia, Navarra y cuántos otros más. Cada uno con el trapicheo que mejor le ‘convenga’.
Toda riqueza engendra su propia servidumbre, sólo se trata de saber hasta dónde nos dejamos engañar.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Reencuentro

Desde que los hermanos regresaron al bosque tijuanero, el punto de encuentro ha cambiado. Mis últimas ausencias me habían mantenido completamente ignorante al respecto. Ya no es el bar de siempre, el bar inefable del enfrentamiento identitario y nacionalista, el bar del DNI extraviado, etc. etc., y nunca mejor dicho por el protagonismo que la propia Policía Nacional tuvo en el asunto. Ahora, sin embargo, me dicen que la cita del 'pre' y el 'post' (cuando se tercia) tiene lugar en la más amplia y moderna avenida 3 de Mayo, por la tasca De Pincho en Pincho, que creo es como se llama. Nada de bares y tabernas a la vieja usanza con sandwich mixto, tele con abono al canal deportivo y amplia barra de acero inoxidable. Ahora se trata de la más flamante y concurrida tasca, con diversidad de taperíos y mobiliario maderil a lo rústico. Lo chic se nos da bien, y, por lo que veo, cuando hay más ganas la ruta continúa bajando sólo un poco más, hacia el hotel Atlántida en cuyo bar-restaurant se respira anchura, tranquilidad y atenta mirada del servicio. Allí degustamos frescos caldos, acompañados, eso sí, por el susodicho sandwich mixto del hermano Roncero. La conversación fácil y amena sobre esto y aquello, hasta permitiéndonos excursos sobre romanticismos y trascendentalismos, Laocoonte y Thoreau incluidos. Seguramente más cosas, pero a estas horas... Sí, hablamos de J&J&J&M, también de otros tiempos, es decir, de la cuadratura del círculo en las letras canarias. ¡Casi ná!

sábado, 4 de diciembre de 2010

A la vera del Gran Zigurat

En un viaje ligero y acunado por la conversación de Campanilla, saludando de pasada al poeta de la autopista, y previa parada para comprar unos roscos de Guía, llegamos a Icod. Por allí se nos aparecen, de tanto en tanto, bellas estructuras escalonadas de piedra negra que la memoria de las gentes no alcanza a comprender bien. O sí, pues para algunos está claro que no son más que meros amontonamientos, producto del despedregar aquellas tierras para ganarle la partida a las arrojaduras del volcán. Son zigurats, sentencia Jesús. Joder, por un momento me sentí retrotraído a los orígenes de la civilización, a las tierras fértiles del Tigris y el Éufrates, a la escritura cuneiforme, a la cultura de sumerios, babilonios… y demás. Dicen, incluso, que la famosa Torre de Babel, aquella pintada por el viejo Pieter Bruegel, momento único y decisivo para la humanidad, no fuera más que eso, un enorme zigurat. Y ya me imaginaba en esas viejas historias acerca de la grandeza y los enredos de las escrituras y las lenguas de los hombres cuando, subiendo por las poderosas rampas de las laderas de Icod, se nos presenta frente a nosotros un Teide majestuoso y refulgente por las últimas nieves caídas y los rayos de aquella mañana clara. Es el cono mágico, la pirámide perfecta, el padre guía, el eje vertebrador del mundo, el mejor camino de conexión entre los cielos, la tierra y sus entrañas, la más conspicua plataforma del Atlántico… ¡El verdadero zigurat!
Saludamos a Víctor, primo del padre de Jesús y vecino de su finca, a la que nos dirigimos. Víctor se calentaba a la luz de la puerta de su casa, a la que entramos para recoger algunas cosas que le tenía preparadas. Bajamos la empinada cuesta para salvar el desnivel desde la carretera y al traspasar el umbral veo una extraña casa decorada con multitud de raíces cuidadosamente pulidas y barnizadas. Aquellas raíces están por todas partes, en suelos, paredes y techos. Nos rodean. Era casi como visitar la casa de un topo, no, mejor aún, era como viajar a la matriz, al embrión mismo de la tierra, al principio de todo, al mejor templo rizomático que haya visto jamás… al basamento mismo del gran zigurat, de donde todos seremos proveídos con la vieja simiente de la regeneración. ¡Qué día!
Sólo pude reponerme de tanta emoción con los dulces tragos de La Corujera, otra vez circulando por las rampas de otro pueblo casi enriscado en las laderas del volcán.

martes, 30 de noviembre de 2010

La Mata Hari de San Andrés

Esta noche me encuentro con una de las abundantes citas de las que gusta rodearse Javier Hernández en sus escritos. Decía algo así como "El amor es intensidad, y por eso es una distensión del tiempo; estira los minutos y los alarga como siglos" (Octavio Paz). Me recuerda a mis disquisiciones sobre los agujeros negros. Del amor hablaban esta tarde Juana y Jesús. Una tarde de aguas revueltas en San Andrés, con su lengua de canela en rama acariciando los imponentes acorazados marinos a lo lejos, calentando sus barrigas de frío acero, mientras reposan su derrota cotidiana.
San Andrés está de fiesta y la tormenta, más que estropearla, ha conseguido que se alargue por toda la semana. El sábado será la procesión prevista para ayer lunes, víspera del santo patrón, y hasta entonces continuarán los voladores, el júbilo popular y las devociones más beatas. Cuando me marchaba, saliendo por la plaza de Las Adelfas, escucho música y algarabía por un callejón trasero; más adelante me tropiezo con una parranda callejera, animando al vecindario; pasando por La Pandorga, donde habíamos tomado los licores, veo la barra llena y dichicharachera...
Yo me llevaba bajo el brazo un par de libros que me devuelve Jesús. Uno de ellos Diótima y los leones, del que ya he hablado en este blog, y el otro Egos revueltos, que Charlín me dice que me lo quede yo ahora para leerlo. Pasado el Monterrey me encuentro a Orlando que enseguida le echa mano a los libros. En cuanto ve el de Juan Cruz lo deja caer al suelo inmisericorde y, sin inmutarse, continúa mirando el otro. «Parece el libro rojo de Mao», comenta el camarero que acompañaba a Orlando acerca de Diótima y los leones; «Está muy bien editado este libro», comenta él; pero yo me quedo pensando: «Dios, menos mal que fue a parar al único trozo de acera sin charco que quedaba por allí, si no a ver cómo le explico al amigo Charlín...» Juan Cruz no tiene tantas devociones entre los escritores de las islas. No sé si son envidias, egos, venganzas (revueltas o a la plancha) o falta de fe ante el autoendiosamiento (al menos demuestra el don de la ubicuidad), pero Charlín no saldrá de su asombro por estas repetidas muestras de cariño hacia el paisano escritor…
Es la extraña intensidad de una tarde de lluvia con ataúdes flotantes a la espera del repique de los sueños de un pueblo, entre la fiesta y el descreimiento. Lo que imaginé, una tarde para dejarse llevar acunado por las historias de unos y otros mientras se ve posar el arcoíris en el Suculúm. La distensión del tiempo, la psicodelia curvilínea al salir del Petón, los aromas de barranco de chocolate, la exquisita cadencia del hablar de un padre desde la cama, el helado de nata que buscaba Campanilla para su no sé qué de esta noche… Y alguien hablando, así, como quien no quiere la cosa, de la Mata Hari de San Andrés.

Otro martes

Hoy tampoco voy a poder estar por el bosque tijuanero de Radio Unión Tenerife. Las maestras de mi hija la mayor, están empeñadas en poner exámenes los miércoles. Creo que lo hacen a propósito, pa joderme la tarde de los martes. Sí, ya sé que el examen no es para mí, pero como si lo fuera. Así están las cosas en la moderna pedagogía del bilingüismo Canary Island. Hoy me toca ponerme al día con el factor de conversión, creo que debe ser lo mismo en inglés que en español. Supongo que estará bien tenerlo claro para cuando volvamos a tener pesetas en este esperpéntico país. Quizás, mejor que sean libras. Si don Valle-Inclán levantara la cabeza ni se sorprendería.
Otro escritor gallego, Charlín, me llama para saber si me apunto al programa hoy, seguro busca apoyos dialécticos después del recibimiento del otro día. Sin tregua. «¡Nada, hombre, tú sabes defenderte perfectamente!» «Sí, ya, pero es que son muchos contra mí y monopolizan las conversaciones» «Ja ja, esa es la estrategia, pero algún cariño te tendrán» «Sí, del que te mata. Pos… nada, qué te digo, que ya nos vemos otro día» «Ánimo, Antonio, a ver si el próximo martes me cuadra mejor».
Sin embargo, en la mañana me dispongo a bajar por la ciudad infame y chic, hoy de pies mojados. Tres deudas pendientes en Bayra, TEA y CajaCanarias, pero también para encontrarme con el grácil tintineo de una campanilla navarrica que revolotea por aquí en estas fechas. Almorzaremos juntos con el 'negro' sanandresino. No sé si hasta los postres, cafeses y demás... Una tarde para dejarse llevar, pero el horario escolar manda esta vez. ¡Qué tiempos!

jueves, 25 de noviembre de 2010

Miradas

Paso por allí muchas veces. De largo, pero siempre me fijo de reojo en su expresión circunspecta, al mismo tiempo que contrariada y con una buena dosis de escepticismo vital. Representa a una gran empresa comercial, un animal de éxito, centro de atención en muchas ocasiones. Sin embargo, esa mirada suya parece como si la vida provechosa y feliz que pregona no fuera con él. Me recuerda a un espantapájaros que fotografié hace unos años, con esa misma expresión de búsqueda de infinito, pero sin llegar a estar al margen de toda condición humana, sometida todavía al bien y al mal, casi agónicamente.
Su cuerpo es orondo y mullido, pero bajo aquella palidez azulina adquiere una inesperada liviandad, extravagantemente acorde a esa condición existencial de su mirada.
Ese punto de intensidad centra ineludiblemente mi atención:
…donde todo parece que acaba y renace a la vez.

martes, 23 de noviembre de 2010

Pericias del mercamobile


Sonia, Yessica, Noemi ... Así de modernos y acicalados son los nombres de las Mercadonnas. Me encuentro hoy varios tiques de las últimas compras, y caigo en la cuenta que allí siempre viene signado el nombre de quien me atendió. En mi rápida lectura de esta poesía breve y subliminal, lamentablemente nunca había pasado del campo "Subtotal Euros..." Como mucho, la vista se me había ido hasta "Subt. Parking Euros", pero como siempre marcaba "0,00" pues le fui perdiendo interés. También reparo ahora en otros datos que aparecen, como los de "Entrada" y "Salida". Uf, el hábito mercantil sometido a control horario y estadístico. Seguramente obtendrán sesudas coclusiones, perfiles de comprador estándar y todo eso. Patrón, tipo, modelo... la parafernalia de la previsibilidad; del control nada banal de las idas y venidas; del robot y su cesta de la compra; del retrato matemático, acompasado e irreal; del individuo ultrajado por décimas, centésimas, milésimas...; el arrebato por el desmadejamiento final de conductas y emociones; la abdicación de la unidad por el espectro del porcentaje.
...
¿No huelen a muerto?

Volviendo a Tijuana de puritos aventones


Cuando yo salí del rancho
No llevaba ni calzones
Pero sí llegué a Tijuana
De puritos aventones

Como no traía dinero
Me paraba en las esquinas
Para ver a quien gorreaba
Los pescuesos de gallinaaa

Yo quería cruzar la línea
De la unión americana
Yo quería ganar dinero
Porque esa era mi tirada

Como no traía papeles
Mucho menos pasaporte
Me aventé cruzando cerros
Yo solito y sin coyooteees

Después veráaaan
Cómo me fueee:

Llegué a Santa Ana
Con las patas bien peladas,
Los huaraches que llevaba
Se acabaron de volada,
El sombrero y la camisa
Los perdí en la correteada
Que me dieron unos "güeros"
Que ya mero me alcanzaabaaan

Me salí a la carretera
Muerto de hambre y desvelado
Me subi en un tren carguero
Que venía de Colorado

Y con rumbo a San Francisco
De un vagón me fui colado
Pero con tan mala suerte
Que en Salinas me agarrarooon

Después veráaaan...
Cómo me fueee:

Llegó la Migra
De la mano me agarraron,
Me decían no sé qué cosa
En inglés me regañaron
Me digeron los gabachos
"Te rregresas pa' tu rancho"
Pero yo sentí muy gacho
Regresar pa' mi terruño,
De bracero fracasado
Sin dinero y sin hilacho,

De bracero fracasado
Sin dinero y sin hilacho

De bracero fracasaadooo...

¡Sin dineeerooo y sin hilaaa... choooooo...!

lunes, 15 de noviembre de 2010

Anatomías de un instante caníbal


Desde pasado mañana, en el TEA, y hasta el 13 de febrero de 2011, estará expuesta la colectiva "El Cuerpo Inventado". Lo cierto es que el cuerpo no sólo es nuestra condición sine qua non para la existencia, sino el producto y el espejo de nuestra propia condición existencial. No es raro, pues, que haya sido largamente tratado a lo largo de la historia del arte, pero esa constante representación se constituye, a su vez, en la propia historia de nuestra mecánica social de represión, idealización, escatología, deseo, violencia... Así, nuestro lenguaje corporal asume y expresa intensa y convincentemente, como pocos, la compleja red de historias que tejen nuestras vidas, pero es también su representación consciente lo que dispone categorías y enfoques para definir y condicionar la propia visión de nosotros mismos y la de los demás. La comisaria Yolanda Peralta Sierra nos propone esta vez un recorrido por (como ella misma dice) "el nuevo imaginario que sobre el cuerpo configuran una serie de artistas a partir de las representaciones extremas de la corporalidad y de las visiones siniestras de lo orgánico, contradiciendo los arquetipos del cuerpo joven, sano y bello. A este universo anatómicamente incorrecto pertenecen sus propuestas gráficas sobre los efectos del dolor, el tiempo, la enfermedad o la muerte."
Personalmente lamento que no esté entre esos artistas el fotógrafo Luis Pérez-Mínguez, uno de los que más turbadoramente me ha ofrecido una visión de la intensidad de los cuerpos. En Pérez-Mínguez no se trata exactamente de buscar o desmontar arquetipos anatómicos, sino más bien de desnudar los cuerpos (no solo físicamente) en el abismo del acontecimiento, en la frontera de la trasmutación orgánica. Sus títulos le delatan: "Aquello que nace y apunta como algo distinto", "La serena contemplación del límite", "La prudencia de no añadir nada inútil", "Nos hemos acostumbrado al escalofrío de la conciencia" o las complementarias "Tu sombra es mi deseo" y "Mi deseo es tu sombra". Muchas de sus desacomplejadas imágenes (ya lo mencionaba en alguna entrada a este blog) podrían pasar a formar parte de la ciega cruzada antipederastia. Que se lo pregunten a Sánchez Dragó.
Esas imágenes de cuerpos púberes sentenciando mágicamente sus bríos de transición, asomando ya perfiles de adultez pero todavía con gestos de inocencia, como de despreocupada búsqueda o de hastío por las previsibles consecuencias. Cuerpos exultantes de vida a pesar de sus contradicciones, sus dudas y remordimientos, su asomo a la vida consciente... Toda esa maravilla de tentativas y probaturas, de nuevas convicciones al encuentro de nuestro yo, construyéndolo paso a paso, es lo que encontré también en Agosto, octubre, de Andrés Barba, una de las nuevas figuras literarias españolas.
Es curioso, este fin de semana leo en el Babelia un artículo suyo "Sobre el derecho del escritor a canibalizar la vida de los demás". Sí, remitiéndose al texto de Guy de Maupassant que acaba de ver la luz traducido al español, plantea que el artista tiene derecho a devorarlo todo, a servirse de la vida de los demás, que la propia cultura sería imposible sin el sano derecho caníbal. Otra cosa muy distinta (prosigue) es que tenga derecho a juzgarlo todo.
En este mundo cada vez más laico (se queja), lejos de conseguir un juicio social cada vez más liberalizador, paradójicamente se ha promovido una manifestación cada vez más exacerbada y moralizante en el que el voyerismo, la fascinación por la intimidad ajena, triunfan para poder juzgar en un linchamiento público que obedece más a carencias propias que a vicios ajenos; para ver cómo resuelven otros lo que nosotros mismos no hemos sido capaces de resolver más que por la vía de la negación.
Esa es la cuestión: "El día en el que un artista español no tenga miedo a crear un personaje femenino que haya sufrido maltrato de género y sea, a la vez, una mala persona, habremos dado un paso de gigante, ya no estaremos representando discursos, sino personas. Canibalicemos pues la vida ajena como artistas, pero sin juzgarla, como exige Maupassant, y sin hacer entrar en nuestros libros la realidad a patadas en tres tópicos maltrechos. El canibalismo, tratado así, bien puede convertirse en una de las bellas artes."
Ojalá ocurra así en el TEA y con la obra de Pérez-Mínguez. Recientes antecedentes como el del Ateneo de La Laguna con la exposición Oh, my god! o en el mismo TEA con la obra de Juan Hidalgo ya nos deben poner en guardia. Por cierto, Juan Hidalgo sí que participa en esta colectiva.
De momento, el miércoles 17 de noviembre, a eso de las 8 pm, se inaugura "El cuerpo inventado".
Por allí espero estar. De hecho, estamos todos invitados.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Fragancias

Leía este verano la novela Ahora sabréis lo que es correr, de Dave Eggers, cuando allí apareció un personaje llamado Thor. Era el nombre de una de las gemelas sobrinas del protagonista y que aparecían en algunos de sus párrafos. Yo, sin embargo, sonreía al leerlo acordándome del perro de Jesús con ese mismo nombre. Seguramente es absurdo, pero cuando pienso en Thor ya ni me acuerdo de mitologías nórdicas ni nada, sólo acude a mi mente la desvencijada figura del perro de Jesús. Personajes éstos de blog, pero, antes que eso, también personajes reales, para alegría (según creo) de barranco flanqueado con torreón partido y mamotreto vituperado. Seguramente es absurdo, pero al acordarme de ellos me viene también a la memoria aquel viejo poema de Baudelaire que decía: “Lindo perro mío, buen perro, chucho querido, acércate y ven a respirar un excelente perfume, comprado en la mejor perfumería de la ciudad. Y el perro, meneando la cola, signo, según creo, que en esos mezquinos seres corresponde a la risa y a la sonrisa, se acerca y pone curioso la húmeda nariz en el frasco destapado; luego, echándose atrás con súbito temor, me ladra, como si me reconviniera. ¡Ah miserable can! Si te hubiera ofrecido un montón de excrementos los hubieras husmeado con delicia, devorándolos tal vez. Así tú, indigno compañero de mi triste vida, te pareces al público, a quien nunca se ha de ofrecer perfumes delicados que le exasperen, sino basura cuidadosamente elegida.”

viernes, 5 de noviembre de 2010

Cosas que no dije

En la comida del otro día con el amigo y escritor gallego-sureño Antonio Gómez Charlín, antes de acudir a la radio tijuanera de Jesús, me comentaba que yo también iba a aparecer en su próxima novela circulando por allí con los Hijos bastardos de Dios (qué honor), y para eso tenía que leer mi relato futurista En aquella noche de amores cibernéticos. El interés es mutuo, porque, a su vez, fue leyendo un episodio de su novela Las bellezas de Kyoto lo que me inspiró para concebir un cierto estado vital en ese relato. Por otro lado, ayer me llama Ánghel Morales invitándome a participar en una entrevista televisiva sobre la antología de cuentos canarios de ciencia ficción: Trece gramos de gofio estelar. ¡Joder, televisivos! Al fin eso de ‘estelar’ comienza a tener sentido.
El asunto es que, por un motivo y otro, vuelvo a remover en mi memoria las intervenciones improvisadas en Radio Unión Tenerife y en la presentación del Ateneo de La Laguna. Naturalmente, muchas ideas que me daban vueltas entonces, y al hilo de las intervenciones y comentarios de unos y otros, al final quedaron sin publicitar oralmente y me animo a ponerlas por escrito ahora.
Después de los agradecimientos obligados por la cortesía y formalismo del evento en el Ateneo, me negaba a contar de qué iba la historia, así tal cual, y comencé diciendo: «Tengo el dudoso honor de presentar el relato más breve de la colección Trece gramos… Pienso ahora que la cuestión para nada fue arbitraria, pues su lectura dura más o menos lo que ese momento de clímax que todos buscamos de vez en cuando. Y es que este cuento también va de eso, de una pareja de ciborg en los que la frontera humano-máquina ya ha sido traspasada hasta el punto de formar parte del natural discurrir de sus vidas cotidianas. Sin embargo, los retos vitales siguen siendo los mismos de siempre: sorpresa, interés, amor, felicidad, vida compartida… y el clímax, que de alguna forma los resume a todos ellos.» El futuro humano-tecnológico —pienso ahora, y entonces— seguramente nos proporcionará nuevas capacidades y recorridos vitales, pero al final seguiremos buscando las mismas cosas. Quizás, y a pesar de los cambios socioeconómicos, tecnológicos y políticos, en lo íntimo, nuestro futuro no sea tan distinto al de ahora y ese fue uno de mis planteamientos al escribir el relato.
Por otro lado, en el lenguaje quise integrar algunas expresiones y conceptos científicos para explicar el universo. En esto reconocía la influencia de la lectura de Historia del tiempo, de Stephen Hawking. Pero en algún otro sitio debí leer también aquella vieja teoría que hablaba del universo que nos rodea como formando un cuerpo aún mayor que el nuestro en cuyo interior nos encontraríamos. A su vez, el universo que ese otro gran cuerpo pudiera divisar, rodeándolo, formaría otro aún mayor, y así sucesivamente. Por supuesto, en nuestro interior funcionaría otro universo que también encerraría a otros cuerpos aún menores, y así también sucesivamente. Esta suerte de gigantesco juego de muñecas rusas, nos hablarían, creo yo, de la gran pertinencia y validez de nuestras teorías sobre los astros para entender el funcionamiento de nuestros universos interiores. El mundo supralunar y la gran esfera de las estrellas en perfecta sintonía empática con el mundo del espíritu y de las emociones... y cosas por el estilo.
Otra teoría de los universos, plantea que los agujeros negros son los puntos de conexión entre esas realidades distintas y hasta paralelas, y sobre ellos precisamente Hawking comentaba que son así, ‘negros’, porque eran producto de estrellas muertas, sin combustible ya para emitir luz alguna, convertidas en objetos estelares tan tremendamente masivos que eran capaces de atraer hacia sí hasta la luz de cualquier lugar cercano. En este sentido, los agujeros negros se convertían en inmensas bocas capaces de tragarse todo lo que llegara a su alcance, desapareciéndolas ante nuestros ojos en un borde a su alrededor que llamó horizonte de sucesos. Una vez traspasado este umbral, el objeto o persona adquiriría tal velocidad por la atracción de esa estrella que dejaría de existir para un observador externo al agujero, porque su imagen —que no es sino luz percibida— quedaría también engullida por la gravedad y por su velocidad acercándose al borde mismo de la velocidad de la luz (quizás superándola —y esto lo especulo yo— aunque eso se tropezaría con uno de los axiomas fundamentales de la Teoría de la Relatividad General de Einstein: nada hay a una velocidad mayor que la velocidad de la luz, que es la única y gran constate del universo).
El caso es que —continúa Hawking, y prometo no enrollarme mucho más— se alcanzaría una velocidad tan grande, y aplicando la famosa formulita de v= s/t (velocidad igual a espacio dividido tiempo, el consabido kilómetros/hora del velocímetro de nuestros coches), que sólo sería posible si en esa división la cifra del espacio (numerador) empieza a ser muy muy grande y la del tiempo (denominador), por el contrario, fuera muy muy pequeña. El resultado de tal situación sería que el objeto o persona en el interior del agujero negro se expandiría tanto que terminaría por descomponerse espacialmente, y, simultáneamente, su temporalidad sería tan ínfima que quedaría casi estancada en el tiempo.
Esta especie de limbo existencial daba rienda suelta a mi calenturienta imaginación surrealista en aquellos tiempos en que leía a Hawking, componiendo bellos cuadros dignos del mejor Dalí o de un Oscar Domínguez con sus delirios cósmicos, sus descomposiciones de cuerpos femeninos y sus paisajes litocrónicos. Ellos, por cierto, así como muchos otros surrealistas, no era de extrañar que siempre estuvieran fascinados por las nuevas teorías científicas del universo y por todas aquellas que afectaban a la visión de la realidad.
Por último, Kant, gran conocedor también de los cielos como demostró en su obra Historia general de la naturaleza y teoría del cielo, o ensayo sobre la constitución y el origen mecánico de todo el edificio del mundo, tratado según principios newtonianos, en donde hablaba hasta de la vida extraterrestre. Posteriormente, Kant desde la Crítica de la razón pura y su estética trascendental, distinguió entre el mundo fenoménico (tal cual se nos aparece) y el mundo nouménico (tal cual es en sí), añadiendo que a pesar de nuestra experiencia del mundo a través de los sentidos, sólo podemos apreciarlo como fenoménico, debido a que sólo es comprensible a nuestro razonamiento bajo unas categorías a priori (es decir, previas a toda experiencia, propias de nuestra estructura cerebral), que son el espacio y el tiempo. Todo lo que conocemos, de un modo u otro está organizado por esas categorías a priori. Más allá de cualquier comprensión humana, por tanto, más allá de sus subjetivas categorías de conocimiento, está la realidad tal cual es en sí misma, al margen de cualquier condición espacio-temporal. Ese es el mundo nouménico.
Quizás, lo que sucede al interior de un agujero negro es de los ejemplos más clarificadores de nuestra imposibilidad de comprender qué sucede más allá o a pesar de estos conceptos del espacio y el tiempo (a lo sumo, sólo los surrealistas podrían). Así todo se nos vuelve oscuridad y frontera cognoscitiva, pero al mismo tiempo, constituye una de las pruebas más fehacientes de que lo nouménico existe, aunque completamente inaprensible para nosotros.
Quizás, el clímax que busca esa pareja de ciborg del cuento, y que buscamos todos al fin, no sea más que otra prueba de la existencia de lo nouménico; de la implacable atracción del encuentro a todos los mundos posibles; de una realidad más allá del espacio y el tiempo; del instante de gracia suprema en el viaje hacia los rizos de nacaroll.
Quizás, clímax y agujero negro no sean más que dos formas de manifestarse la conexión última hacia el nóumeno; la atracción infinita de los pasos hacia la realidad en sí misma; la armonía de los universos vibrando al unísono…

En fin… como ves, todo pura ciencia ficción.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Stone

Castañazo, ladrillo, toda una pedrada... ¡No podían haber elegido mejor título que ese! Así han recibido muchos críticos a esta película que vi el otro día en los multicines subterráneos de Alcampo. No voy a hablar mucho del argumento ni de actores y demás, para eso hay miles de entradas en los buscadores habituales de interné o, sencillamente, mejor vayan a verla por sí mismos a esas todavía exquisitas máquinas del tiempo y del espacio que llamamos cines. Toda una experiencia. Pero, joder, lleven la cartera llena.
Tan sólo decir que los protagonistas son un veterano, a punto de jubilarse, inspector carcelario llamado Jack Mabry, que decide cuándo un condenado está apto para salir; su esposa Madylyn, ultra religiosa, abnegada y amargada por un introvertido marido que sólo cree en la farsa y el control como felicidad; un preso llamado Gerald "Stone" Creeson, que no consigue salir a pesar de haber cumplido la condena y comienza toda una estrategia de seducción al inspector para que le dé el jodido informe positivo; y Lucetta, la novia de Stone, amante desbocada, desinhibida, descarada, sin escrúpulos en la entrega... No sé, paro ya, que decía que no iba a contar mucho.
Bueno, después de este breve pero necesario bosquejo de la fronda y la floresta, me voy directamente al rizoma. Cuatro vidas que buscan el sentido a sus días (quién no), al borde de la catástrofe incluso, en Jack y Madylyn sobre todo, porque ya no aguantan más la situación personal, traicionándose cotidianamente a sí mismos, con ese efluvio dulzón y amargo de la basura que se descompone al sol. Ese punto existencial toma el definitivo empuje al desenfreno y la crisis, hasta el total cuestionamiento de las viejas y podridas certezas de Jack, cuando aparece Stone y sus historias de redención del delito y del descubrimiento de un dios casi animista, revelándose a través del estado etéreo de las cosas. Y Lucetta tampoco se quedaba atrás, harta de estar sola, de no tener un hombre que la consuele profundamente, dispuesta a todo para conseguirlo, con una concepción muy particular de la fidelidad y, sobre todo, de la vida de farsa de Jack. Parece que hasta disfruta y se regodea tumbándole definitivamente los esquemas vitales, pero quizás fuera mucho más sincera con Jack de lo que éste esperara jamás. Sin embargo, sus hipócritas valores de siempre no le dejaron verla así, socavando cualquier certeza, sentimiento, emoción más allá del deseo.
Y en medio de todo eso, el fuego. El fuego purificador, el fuego aniquilador, símbolo de transición, tótem del paso de un estado a otro. Ya lo decía Einstein, la materia ni se crea ni se destruye, sino se transforma por medio de la energía.
Una película que no nos lleva a ningún lado en concreto, es lo mejor, pero que nos hace pensar y vibrar. Una película en la que me vi en la piel de estos cuatro personajes, viviéndolos, entendiéndolos, imaginándolos... Pero todo eso para los infantiles críticos de películas, esos, educados en historias facilonas con principio y fin a los que habría que empezar a contarles con 'Érase una vez...', esos eruditos de personajes al más puro, comercial y rancio estilo Walt Disney, Hollywood, etc., a esos, todo se les quedó en un ladrillazo infumable que no dice nada. Lo que hay que aguantar. No han entendido nada. No se entienden ni a ellos mismos.


lunes, 1 de noviembre de 2010

Otoño postjalogüíín

Ayer bajaba yo por la línea de fierro rumbo a disfrutar de la nueva performance del Tete, cuando vi a J.Royo apoyado de espaldas contra la fachada del adusto edificio. Con cazadora negra y gesto serio, oculto tras unas oscuras gafas a lo Blues Brothers (faltó la corbata). Seguro que con la mente todavía puesta en algún párrafo de su nueva novela, mientras los tranvías pasaban por delante llenos de aficionados con un cierto aire de amargor. Y todo por no pensar todavía en el triste discurrir de un equipo que se las prometía muy feliz este año y al final... ¡No te preocupes, J., hoy ganamos! Me dije yo, cuando en mi mp3 sonaba Marea: ...¿qué saben las tripas de puños cerrados?/saben que las riegan los amargos tragos/saben todo y más de tenerse en pie/de la soledad/saben porqué está siempre duro el pan/... No es la primera vez que lo veo en ese punto cuando bajo hacia el Heliodoro. Allí, frente al Asia Mao, un restaurante chino de nueva generación. Ahora ya los chinos quieren de esa nueva modernidad que ofrece la pujanza de su economía y abandonan aquella imagen colorista y folk de sus restaurantes de siempre. Habrá que ir algún día. Charlín seguro que se apunta, son sus favoritos, me comentaba el otro día antes de llegar al Franco. Aunque ahora (después de esa visita, claro) creo que se ha hecho de los guachinches con vistas a don Paco. Joder, eso parece que se me quedó para la retaguardia de este blog. Bueno, ya veremos qué dice J.

...Arrugas que son surcos con retoños tiernos/livianas como son los fardos de cargar los sueños/que tragan ruedas de molino y se les ven todos los huesos/que saben que sus años tienen más de cuatro inviernos/

Y la dulce letanía de la tarde se arremolinaba tibia en los primeros tinglados de castañas que veía este otoño. Jalonando Las Ramblas de santos sajumerios... en esta víspera de ánimas ligeras y renovadoras.

viernes, 29 de octubre de 2010

MundoSenior Trips

Ch. es mucho. La otra noche llegó de su 'periplo cultural' con el Imserso. Ella siempre ha sido muy dichicharachera y amiga de detalles en la conversación. Afortunadamente, casi siempre me divierte su particular gracia y oratoria. Los primeros comentarios eran gastronómicos, los del medio también y... los del final también. La gastronomía, ya sabemos, también es curturá, pero... no sé, no sé si tanto. No dejo de pensar, sin embargo, que basta ir de viaje a algún sitio para observar la obsesión cuasi compulsiva en la que, de pronto, caemos casi todos. Seguramente esto tenga que ver con alguna dimensión psicótica por analizar y la propia ansiedad de no tener muy claro en qué momento, a qué precio o con qué clase de fogón iremos a dar. En este caso, la experiencia resultó tan nefasta (deberá ser por la continuidad espartana del templario y ponferradino hotel de alojamiento), que desmenuzaba hasta la saciedad detalles de los grasientos platos y hasta de cada uno de los ingredientes ofrecidos. Y ya se me estaba haciendo un nudo en el estómago y las manos empezaron a temblar, espasmódicamente. "Pero yo no me le callaba --decía, devota ya de Santa Belén Esteban-- yo siempre les dejé muy claro lo que pensaba de todo aquello. Pero esa mosquita muerta del guía... siempre me contestaba con un lastimero: Sí, señora, es verdad... ¡Sí, era verdad pero pero los días seguían con lo mismo de siempre! ¿Tú crees que a personas mayores como nosotros se les puede dar de comer(...)"
A todo ello, en medio de la conversa, nos ofrecía Milagritos de Astorga: mantecados, hojaldres con miel, tejas de almendra... lascas de queso de vino, chocolates artesanos, queso de miel para untar... Todo un pequeño anticipo del desaforado tiempo navideño que se nos avecina. Ya el mercamobile nos tiene montado el merchandising del Japi Crismas ¡¡Desde octubre!!

Pero a decir verdad... los Milagritos funcionaron
...y el mal sabor de boca se diluía poco a poco entre los placeres acaramelados del terruño norteño.

Menos mal, si no, quién sabe lo que hubiera ocurrido.

Alguna desgracia... tristemente familiar.

Ni carroñas ni carnazas

De nuevo por el zoo, que diría JRamallo.

No tengo ganas de escribir sobre el último programa Tijuanero, pero un día que estaba en la capital de las bandas de Abona (al menos periodísticamente, por lo que se ve) me llegó una llamada desde Sur City con voz sorprendida y molesta por algunas afirmaciones allí vertidas. La cosa no es baladí, pues se afirma poder tomar medidas legales al respecto. Vale, en eso ni salgo ni entro, cada uno sabrá, pero no me gusta, por ejemplo, que cuando se habla de literatura se antepongan cuestiones tan personales desde tribunas tan moralinas. Hasta ahí de acuerdo. En ese campo, el literario me refiero, yo siempre he defendido al lagarto de dos rabos. El otro día también. Lástima que no se aplique a lo que se tiene que aplicar y nos alegre la lectura mucho más a menudo con esa vena mestiza del sur costero, y que ya exhibía desde Taramela Bay. Aunque esto es otra cuestión, y cada uno, desde luego, tiene derecho a escribir cuando le venga en gana. Como yo mismo en este blog. Pero Jesús, incluso, da por saldada esa vena y tampoco es eso. Ya he visto que su blog hace referencia al quid de la cuestión del programa. Ahora que pase lo que tenga que pasar. Espero, eso sí, que las aguas vuelvan a su cauce, sin más carroñas ni carnazas, aunque algunos quieran vivir de eso también. Allá ellos.

viernes, 22 de octubre de 2010

La donna mercamobile

Ya me reía yo, más de una vez, por los olvidos de las bolsas del Mercadonna. Los desatinos y los retrasos se sucedían una y otra vez en las colas de las cajas. Ya se sabía, hasta el dieciocho duraba el plazo. Sobre la marcha, unos deciden comprar las nuevas alforjas para la mercadería cotidiana, otros prefieren llevarse la compra en el carrito y descargar directamente en su coche, otros salen corriendo a buscar las olvidadas talegas… Yo me reía y ya no me río, cuando, apenas tres días después, los observo disciplinados en las nuevas artes del mercamobile. Cochear, coger, encestar, cajear… entalegar, cochear otra vez. Ésta es la triste noticia del rumbo de nuestras vidas, la microfísica del poder, el panóptico, la prisión, vigilar y castigar. Nadie escapa a la disciplina, a la auto-represión, que es la más fina y efectiva tecnología del poder. Asumes, pero creyéndote que eres tú el que decide. Así me veo. Yo, un insumiso confeso. Hasta dónde hemos de llegar aceptando todas las mentiras e hipocresías de este mundo.

José Luis, un primo que trabajaba en una sucursal bancaria, me comentaba hace un tiempo: «No, yo ya me jubilé. Bueno, me jubilaron, más bien. No, ahora me dedico a la bolsa» «¡Coño!» contesté yo. «Sí, a la bolsa del pan, a la bolsa de la verdura, …» Ja ja ja (reíamos). «¡Joder, igual que yo! (le digo) Pero no hay manera de hacer negocio. Aquí nunca tienes suerte».

Ayer me acerqué por Alcampo. Por aquí también hubo un escorzo bolsil, pero todo ha quedado reducido sólo a uno o dos cajeros. Todo controlado, aunque sólo de momento. Entro con mis hijas en busca de una mochila con ruedas. El peso del material escolar en primaria ya es superior incluso al que yo usaba en el instituto ¿? Al llegar a caja, Norita se empeña en un paquete de chicles. Pues nada, mochila y chicles de fresa sin azúcar. Cuando paso al cajero me encuentro a un hombre en prácticas (ahora entiendo por qué no había cola). Tanto es así que tenía a su espalda una instructora indicándole los pasos a seguir. Me fijo en sus dedos gruesos y fuertes, con restos de… ¿yeso? en las uñas, y me acuerdo de la debacle de la construcción y de los cientos de miles que hace unos años ganaban millonadas en trabajos de ajuste. Se le notaba torpe con las claves de la máquina, incluso en la destreza manual de la tarjeta de crédito. Manos encallecidas en las artes del alicatado, el enfoscado y demás. Manos para el reciclaje laboral, a la espera de tiempos mejores… que ya nunca llegarán.

El hombre toma lectura del código de barras de la mochila y la pasa al final del tablero. Hace lo mismo con los chicles y los mete en una de las pequeñas bolsas que asoman por debajo ensartadas a los ganchos metálicos.

«¡No, gracias. No hace falta más bolsas. La niña se los lleva directamente en su mochila nueva».

El nuevo comprador del mercamobile se contine, se reprime, sin apenas protesta. Ahora comienzan a hacérseme lejanas las compras del plastic a go-gó, la vieja razón de la abundancia mercantil, la alegría inocente del envase de todos los envases, el contenedor universal, el recipiente último y provisorio. ¡Ha nacido el nuevo proscrito!

Cuando vuelva la semana próxima, ninguno de los dos tendremos que decirnos nada. Los piñones se habrán ajustado al engranaje. Como autómatas del siglo XXI, con el peso de la cotidianidad sobre nuestras espaldas. Pues... ¡qué bien!

miércoles, 20 de octubre de 2010

Pajaritos a ver, van

Hace unos días me encuentro en el blog de Jesús la crítica más seria que haya encontrado hasta ahora sobre mi participación expositiva en “A ver vamos”. Qué de cosas pasan a veces. Sobre la marcha le mandé sms respondiendo al tal “pío pío” (y no por canarión sino por canariófilo). Al curioso le puede servir las entradas “Naderías…” e "historias" del ya citado blog. Ahora, sin embargo, me animo a explicarme un poco más. Como la cosa ‘va de retro’ comenzaré por decirle que estoy de acuerdo con su breve definición de la poesía visual, no así su identificación con mi ‘engendro foto-textual’. Efectivamente, la poesía visual va en la dirección de quebrar lo narrativo a base de romper morfologías y sintaxis, con el fin último de conservar las esencias significativas fundiéndose en lo visual. Te acuerdas, Jesús, cuando fuimos a ver a Joan Brossa por la ciudad de Aguere. Sin embargo, no veo tal cosa en mi propuesta, más bien todo lo contrario. En realidad esta idea se inscribe en la discusión más general que desde hace algunos años se viene haciendo en fotografía, tratando de resaltar la narratividad de las imágenes (podríamos remitirnos a algunos de los autores que han participado en las últimas convocatorias del Photoespaña o del más cercano Fotonoviembre). En tal sentido, esta cuestión no es nada novedosa, pero tampoco es algo de los años 60. Desde luego que yo, como no podía ser de otro modo, esta cuestión la he trabajado con mi propia forma y estilo, bien distinta de las que he visto hasta ahora. Las influencias de la poesía visual y del diseño gráfico ya las reconocía en este blog y en el texto introductorio de la exposición, pero al mismo tiempo advertía que no eran decisivas en mi planteamiento. Quiero decir con esto que texto e imagen, sí, pero no para jugar con el concepto de rotura textual y la consiguiente exaltación de lo icónico (aunque todavía hay gente que siga en esa onda. Ya veo que para ti es una cuestión más que superada). Se trata, por tanto, de todo lo contrario: la exaltación de lo narrativo a través de las tres composiciones imagen-texto que presenté.
Por último, dos atrevimientos: por un lado el de la fotografía, que se quiere autónoma y autosuficiente, es decir, el de la imagen que no necesita de más explicaciones que las propias; por otro, el de la literatura, que tampoco necesita o gusta de ilustraciones que coarten los universos imaginarios/significativos que vayan más allá de los recursos textuales. Ya sé que en los últimos tiempos las publicaciones y las exposiciones en que convergen estos dos géneros han sido bien recibidas. Sin más, me estoy acordando de “Eros piedra”, de nuestra querida Sonia. Aunque en tales casos no deja de ser una mera asociación coyuntural de artistas de uno y otro bando, que siguen sin abandonar los principios expresivos de cada uno. La cosa es bien distinta, pienso yo, cuando es el mismo autor quien funde ambos campos, el literario y el fotográfico, traspasando entonces esas barreras.

viernes, 15 de octubre de 2010

Diario de Malinowski


La referencia de Jesús, hace unos días, a los diarios de Malinowski publicados por la Editorial Júcar me hizo recordar al personaje y a la lectura fascinante de Diario de campo en Melanesia. Un libro que recomiendo siempre.

«Lucha entre la flojera y el deseo de liberarme. Finalmente me encontré yendo, pero muy desganado y apático. (…) Hice planes: cómo comportarme en Omar. [aquí posible errata de puntuación, y no de Herrar, sino de R. Castellano… ortodoxxxo, supongo] respecto del tabaco. Qué hacer, en qué trabajar, etc. Ideas sobre metodología de field work [trabajo de campo]. El principio fundamental de mi trabajo sobre el terreno: evitar simplificaciones artificiales. Con este fin, recopilar materiales tan concretos como sea posible; anotar cada informante; trabajar con niños, outsiders, and specialists. Take side lights and opinions [marginados y especialistas. Adoptar puntos de vista y opiniones laterales].» (fragmento del Diario de campo en Melanesia, Júcar Universidad, 1989).

Malinowski fue el padre de la moderna forma de hacer el ‘trabajo de campo’: estancia en el lugar, observación directa de los acontecimientos, sistematización de la información, el contraste de los datos desde distintas fuentes… En fin, todo un clásico dentro del género y, como tal, ejemplo a seguir. El resultado fue una serie de libros con el marchamo fuerte de lo científico, riguroso, objetivo y demás parafernalia académica sobre el estudio de los ‘otros’, de los ‘diferentes’ a los blanquitos y ‘civilizados’ occidentales. Tal afán, no quería otra cosa que superar las barreras de la parcialidad, la arbitrariedad y la subjetividad de los prejuicios, el etnocentrismo, etc., a la hora de entender el funcionamiento social de otras culturas.


Cuando tras la muerte de Malinowski aparecen entre sus papeles privados una serie de diarios personales referidos a sus estancias en Papúa/Nueva Guinea, y en 1966 se publican por primera vez, toda esa supuesta neutralidad científica del investigador con el objeto de estudio se vino abajo, suscitando los más acalorados debates. Sí, para algunos fue un duro golpe descubrir a un neurótico, hipocondriaco, arrogante y casi hasta racista investigador de las veleidades del Mar del Coral en Melanesia.


«Almuerzo; lectura de Kipling (muy pobre); luego, recopilación de información esotérica sobre el poulo y la waila —cada vez que incidía en cuestiones íntimas o de magia, tenía la sensación de que estaban contándome mentiras; esto me humilló. A las 6 enfilé hacia el sur para dar un corto paseo. Muy cansado y deprimido. Ni siquiera eché de menos Melbourne. Pensé en E.R.M. ¿Me sentiría feliz si ella estuviera aquí? Hice algunos ejercicios, y me puse a contemplar el cielo prestando especial atención a la Cruz de S. A la vuelta me puse a leer Maud River, e ignoré a los niggers


La cosa no quedó sólo en el escándalo puntual por el ídolo caído, sino que fue extensible a la propia disciplina antropológica y más de uno cuestionó la posibilidad siquiera de cualquier descripción ‘científica’ de las otras culturas. Aquello de: navegamos en paradigmas diferentes y cualquier acercamiento a alguno distinto del nuestro no será sino una forma de verlo desde el propio, es decir, de hacerlo inteligible a los axiomas ontológicos del nuestro. Si lográramos traspasar esa barrera cognoscitiva, convirtiéndonos al otro paradigma cultural para entenderlo completamente, ya operaríamos con otros principios y no podríamos ser comprendidos por los que todavía permanecen en su propio paradigma cultural. Esta irreductibilidad cultural no creo que sea tan drástica, pero lo que sí es cierto es que a partir del Diario de Malinowski esa inocencia científica, esa supuesta total separación entre objeto y sujeto, aquella alegría teórica y metodológica para una traducción fiel y transparente de esos universos significativos que llamamos culturas, ya no es posible mantenerla.
El Diario de Malinowski, sin embargo, lejos de lo que los más pesimistas vaticinaban, dio pie a una más compleja y enriquecedora disciplina que nos obliga a retratarnos con esa cámara especial de doble objetivo (pa no ponerme muy posmodelno), uno para el fotografiado y otro para el fotógrafo, y cuya imagen final es una foto caleidoscópica de múltiples caras y aristas en la que encontrarnos y reencontrarnos, unos y otros, sin solución final.

Ahí están, sin embargo, los perfiles caucásicos y discernibles de Bronislaw frente al 'primitivismo', al 'buen salvaje', a la 'negritud del otro', pasado y presente humanos, sujeto frente a objeto, exotización de unos hacia otros, etc. etc., señalando la jerarquización del mundo, la preeminencia de lo civilizado, etc. etc. ¿Contra eso seguimos luchando hoy? ¿Acaso hemos dejado de ser evolucionistas alguna vez? ¿Acaso hemos dejado de lado a la 'gran cadena del ser'? Me temo que no.


«Domingo, 31-3-1918. Último día del mes, completo colapso. Por la mañana no hice nada. Por la tarde, la mina de Dobu hizo su llegada; tomé fotos de la canoa y hablé con el policía de Saranoa. Subjetivamente: una situación general en la que necesito narcóticos (…) Terminé hacia las 12, y me sentía tan quebrantado y somnoliento (¿falta de arsénico?).»


Las apelaciones del Diario a la farmacopea de Malinowski es alucinante, no sólo por las sustancias y los principios activos, sino por la casi cotidiana montaña rusa: algo para subir, algo para bajar, algo para estabilizar, algo para combatir el exceso de subida, algo para combatir el bajón en demasía… Cuando en 1993 se organizó el VI Congreso de Antropología aquí, en la Universidad de La Laguna, se llevó a cabo una exposición en Icod titulada “Estancia de Malinowski”, una especie de homenaje al 'padre científico' y al lugar donde escribió su obra cumbre, Los argonautas del Pacífico Occidental. A la finca de El Boquín no llegamos a ir ese día (lástima), donde la hacienda en que residió para recuperarse en la isla de los desgastes del largo viaje al trópico, y donde redactó el importante manuscrito de Los argonautas. En la exposición, sí recuerdo que buena parte de las vitrinas alojaban una multitud de frascos y dosificadores con etiquetas sorprendentes: opiáceos como el láudano o la morfina, minerales tóxicos como el arsénico o los bromuros, cocaína, eméticos como el tartrato de potasio y antimonio… y no sé cuánto más. Cosas de la época… y, sobre todo, del espíritu inquieto y tremendamente hipocondriaco de Malinowski.

De la historia de amor… era para hacer una novela, más que sea de ciencia ficción (con permiso de García Rojas).

lunes, 11 de octubre de 2010

Obra y apellidos, en el día que fuimos 'a ver'

Al final Jesús, el autor de El Pintor asesino, se quedó por San Andrés. El viernes pasado, día señalado de “A ver vamos”, como era previsible, estuvo plagado de presencias y ausencias. Es decir, “a ver fuimos” unos cuantos, tantos que batimos record de asistencia en la sala (me comenta Sonia), aunque hablamos de San Isidro. Pero ya tiene mérito esa animación en un pueblo de gran aluvión reciente, aunque también se pretenda pujante y moderno. En la bajada desde La Laguna hacia San Isidro me acompaña Sergio Barreto, que sólo nos conocíamos a través de nuestros textos. Yo más los de él, claro. Sin embargo, le recordé una página web ya desaparecida en la que yo le había pedido colaborar con un poema, “El sur”. Reímos y recordamos esos viejos tiempos con el nexo común del amigo y también poeta y editor, Pepe Varos. También hablamos, como es lógico porque nos atañe a los dos, de la reciente crítica de Eduardo García Rojas en El Escobillón sobre los 13 gramos de gofio... Ja ja, por lo menos nos dejaron en el grupo bueno, le decía. Del texto mío apunta Sergio que le resultó “interesante”, y no es la primera vez que me lo dicen, Juan Royo, por ejemplo, también utilizó ese mismo término. Por “interesante” entiendo yo (igual me equivoco) que sí, que está bien, pero que le faltó desarrollo y despliegue narrativo. Yo estoy de acuerdo, porque cuando se publicó y releí el cuento después de un par de meses tuve esa misma sensación. En fin, le faltó tiempo de escritura, reposo para tomar distancia y volverlo a repasar, pero los compiladores me metieron tanta prisa que quise liquidarlo en un par de días. Nada, así quedó y ya no tiene remedio.
En la concurrencia a la exposición, además de los habituales gatunos del sur, encontré por allí a los escritores Isabel Medina, Javier Hernández, Ignacio Gaspar… A éste último le presento a Sergio Barreto pues ya sabía que su familia procede de Charco del Pino, también cuna natal y residencia de Ignacio. Allí ya se quedaron hablando de árboles genealógicos y demás historias asociadas. Previamente JMª. Lizundia, que también acudió al evento, ya me había hecho comentario sobre mi participación expositiva, un escueto: “Cartelería. Esto no es fotografía sino cartelería”. Yo insisto en que sí, pero en realidad eso es lo de menos. El comentario de JMª, autor de Vasca Cultura de Altura. Retorno estético de Oteiza e Ibarrola o directivo que fue de nuestro Círculo de Bellas Artes (hasta donde sé), tiene el peso de quien tiene opinión fundada sobre arte. El comentario, sin embargo, me defrauda pues no deja de quedarse en el formato, a no ser, claro, que para él ya eso lo diga todo. A G. (su compañera), aunque también plantea lo del cartelismo, por lo menos dice que le gustaron los tres centrales (ya es algo). Al rato regresa con Kiko para preguntarme por la veracidad del relato de “Mi hermano y yo”, por lo menos se dieron cuenta y leyeron ese cuentito. Nada, del resto siempre los comentarios favorables de la buena educación, el no saber qué otra cosa decir y el mejor callar (supongo). A los amigos de la fotógrafa Mª José, que también participa en la colectiva, algo les llamó la atención, pero no sé qué. No nos atrevimos a entablar conversación. A Coco, fotógrafo profesional, le gustaron (sin estruendo, todo hay que decirlo, pero esa es otra opinión de peso). En fin, esto no deja de ser un acto social más, pero en el que siempre aparece alguna piedra de toque y así sabes por dónde andas.
JMª sí que se detiene más en resaltar que no soy Herar sino Hernández Armas, ja ja, se lo advertía con bullicio a Sergio, quien reía sorprendido, ja ja. Cuando bajamos hasta la terraza de Playa Chica, en El Médano, Alberto Linares (que siempre estuvo curioso de las vicisitudes de los nombres de las personas) me advierte que lo de Herar es un acrónimo. No sabía lo que significaba, pero me explica que es el nombre resultante de la unión de siglas o partes de palabras con el objeto de acortarlas. Ahora leo en el wikipedia que también el significado de un acrónimo es la suma de los significados de las palabras que lo forman. Esa, esa era la idea, acortar reuniendo.
Un día me dijo JMª, cuando todavía era tripulante del “Bosque de Tijuana” en Radio Unión Tenerife, «¡Herar, debes estar orgulloso de tu nuevo nombre!» Yo no supe qué decirle, tampoco lo veía como algo tan extraordinario, sólo quería firmar con un nombre más corto del que tenía y se me ocurrió ese. Pero viendo el pequeño revuelo que ha cogido el tema, ya comienzo a entrever que mala cosa cuando la pericia del nombre sobrepasa a la de la obra.
Antonio Núñez estaba especialmente contento esa noche y con Lorenzo y Jaime seguimos la ronda de bares con el ronroneo de aquella hermosa noche, después de dejar a Sonia y a Alberto. Lástima que el Underground nos fallara, donde el polaco nos había prometido que nos esperaban. Bueno, más a Antonio que al resto. Por algo sería.

viernes, 8 de octubre de 2010

Premios, vidas, obras

Ayer en La Ser (en "Los Desayunos del Mencey" de Carmelo Rivero) hablaban del nuevo Premio Nacional de Poesía, José María Millares Sall, por sus Cuadernos 2000-2009. Allí salían varios representantes del estrato alto de nuestra literatura: Domingo Luis, Juan Cruz, ... y su hija Susana. Todos ellos hablando de su trayectoria, del poeta de Liverpool, del grupo de Planas de Poesía con sus hermanos Manolo y Agustín (vaya familia), Ventura Doreste, Pedro Lezcano... y su valiente apuesta por la libertad con consecuencias (cárcel incluida), de la revista Millares y demás. Hasta ponen un fragmento de su éxito musical sobre el barrio de Vegueta. En fin, hablan de reconocimientos, de las dificultades de los escritores canarios para publicar en la Península y, por tanto, de la dificultad para que se les conozca y reconozca etc. etc. a nivel nacional.
Plantea Juan Cruz, sin embargo, que lo importante no es que se publique aquí o allí, que se te reconozca más o menos (qué fácil cuando se mira desde arriba), lo más importante de todo es la obra (obvio). Lo más importante es escribir y que la creación quede plasmada en algo para ser comunicada a los demás. Lo de publicar... --continúa J. Cruz-- mayormente es cuestión de suerte, de estar en el lugar y el momento adecuado. Yo, por ejemplo, sin ser un gran escritor, nunca he tenido problemas para publicar a nivel nacional (sí, ya, pero con nombre). Luego lo importante no es tener un gran texto para luego aspirar a publicar en… sino escribir y tener una obra, que ya luego se verá dónde se publica. Es que los canarios --aclara-- tendemos a quejarnos mucho sin apenas tener obra (eso es cierto), y lo primero es, trabajar, escribir. Igual que hizo José María Millares, escribir y sacar su obra hacia adelante, que eso es lo que quedará» (así de fácil, puro coser y cantar).
Muy bonito todo eso, pero sabemos que la vida no es de color rosa y que la vida y la obra están siempre retroalimentadas, para bien o para mal, en toda su heteróclita fuerza impulsora. Aún así, casos como éste (que siempre estuvo muy bien arropado, todo hay que decirlo) o, por ejemplo, como el más extremo todavía de José Rivero Vivas (sin Premio Canarias, ni Nacional ni nada, pero sí con toda una vida dedicada a una vasta obra literaria que apenas comienza a conocerse ahora), no sé si siempre serán un ejemplo para las siguientes generaciones, pero al menos da que pensar.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Nos han barrido del gramaje estelar

En El Escobillón de Eduardo García Rojas nos han dado de vuelta y vuelta: "Poca ciencia y menos ficción. A propósito de Trece gramos de gofio estelar" (Oct-2010). Sigan enlace:

http://www.elescobillon.com/2010/10/poca-ciencia-y-menos-ficcion-a-proposito-de-trece-gramos-de-gofio-estelar/

lunes, 4 de octubre de 2010

Esbozo de un diario (I)

Pimlico, esperamos por mi hermana y mi sobrinita Judith (que al final se incorporaron a nuestra estancia londinense). Nora, mientras, se recrea en el juego que nos inventamos el otro día en los jardines de St Paul’s Cathedral. Es un juego de movimiento de piezas y robo de los tesoros acumulados por cada uno. Del juego digo que me aburre (mentira), porque siempre tienen que ganar ellas. No hay manera de embaucarlas. El que se queda con el hueso rosa gana, les digo, pero para ello hay que dar varias vueltas al tablero. La primera vez aprovechamos el dibujo geométrico del muro donde nos sentamos, pero ahora la forma del tablero es lo de menos, así podemos jugar donde sea: en un sillón de piedra, en la mesa del salón de nuestro apartamento, al borde de una jardinera… Da igual donde nos cuadren los tiempos muertos que aprovechamos para jugar a esto.
La vecina de nuestro tablero de juego en Pimlico, que también espera como nosotros, sonríe al vernos jugar. Cuando lleguen ellas nos vamos al Tate Britain, los prerrafaelitas nos esperan. En ese grupo tenemos a pintores que nos gustan mucho a mi hermana y a mí, pero no sé cómo vamos a hacer con las niñas, seguro que las pequeñas no son de la misma opinión que nosotros. J.W. Waterhouse, Herbert Draper “The lament of Icarus”, F. Leighton “The bath of the Psyche”, J.E. Millais “Ophelia”, Dante Gabriel Rosseti "Proserpine", W.H. Hunt … Me encanta disfrutar de este culto a la belleza todavía plagado de referentes a la mitología clásica.
A William Blake lo busco por las salas y casi no lo encuentro, apenas un par de pequeños cuadros. ¡Qué lástima! Donde sí lo encontré fue en St. Paul's Cathedral, bajando al sótano del edificio. Siguiendo el plano que me dieron a la entrada encuentro finalmente una placa en su memoria:

"William Blake 1757-1827. Artist-Poet-Mystic".

Varios grupos llegan mientras estoy allí. Debajo, una cita textual de su famosa estrofa de Auguries of Innocence:

"To see a World in a grain of Sand
And a Heaven in a Wild flower,
Hold Infinity in the palm of your hand
And Eternity in an hour."

"Para ver un mundo en un grano de arena
y un cielo en una flor salvaje,
toma la infinitud en la palma de tu mano
y la eternidad en una hora." [traducción mía]

De vuelta al metro… ¡Ah! Las niñas también se lo pasaron genial con unos talleres infantiles en medio de una de las salas del museo.
…De vuelta al metro, decía, nos tropezamos con grupos cada vez más numerosos de españoles quinceañeros. En las estaciones más concurridas, como Victoria, siempre nos lo encontramos de camino a alguno de los ítems del mapa turístico de la ciudad. Igual que nosotros. Los grupos de italianos no son menos, siempre en bandada mirando al mundo con alegre despreocupación. Ya habrá tiempo de fruncir el ceño, pensarán.
Durante el recorrido subterráneo creo que al final me gustó mucho más la “Ophelia” de Tom Hunter. Es la versión moderna de la “Ophelia” de Millais, una recreación, como las que tanto venera Jesús. Seguro que a él le habría gustado más que la original. La obra de Hunter es también el retrato de la muerte de una doncella, de una doncella moderna, una mujer perdida en la maraña de historias de marginación y drogas, con la fragilidad de la vida en los bordes, al filo del precipicio. Hunter la conoció fugazmente en alguna de las fiestas alternativas de los artistas y los progres. Ella vivía en el río, en una barcaza, y su vida de drogas, alcohol y tristeza acabaron con su caída al canal donde muere ahogada. Ya no es la aristocrática historia de Shakespeare en Hamlet, sino la de los barrios industriales de Hackney, destruidos hace unas décadas y que ahora son invadidos por la naturaleza nuevamente, creando ambientes interesantes en los márgenes de la ciudad, desprovistos de una pureza que quizás nunca existió, pero que resultan tan intensos y exuberantes como los del retrato de Millais. Allí es donde ocurre la historia de esta nueva Ophelia... entre la inocencia y la maraña... entre la inercia y el escándalo.

Cuervos en el horizonte

Sí, a ver vamos todos. A ver qué pasa, o mejor, qué nos pasa, y seguramente no pasará nada más que el discurrir del tiempo entre cacofonías extrañas. Cosas del diablo que llevamos dentro y que nunca nos deja tranquilos, cosas de cuervo loco croando y croando al infinito... como aquél cuervo que me despertó una mañana en nuestro campamento base de Beaufort St, entre el puente de Battersea y King´s Road. Era temprano y todos dormían todavía. El ruido de la ciudad llegaba suave y amortiguado: «¡Croaa, crooaa, crooaa...!» aquella voz ronca resonaba fuerte y clara en el patio entre los edificios gemelos de Beaufort St. Me asomo a la ventana del cuarto y no era un cuervo sino siete; siete cuervos en el suelo saltando bajo el enorme plátano (de los hermosos platanales de Londres me gustaría hablar otro día). Era una familia, un grupo de amigos, dando saltos a dos patas mientras parloteaban distraídamente. Siete cuervos como los que dicen proteger la Torre de Londres de una debacle segura para la realeza británica. Siete islas negras de brillo metálico y bello croar. «¡Crooac, crooaaac, Petronila, croooac…!» me pareció entender. Los cuervos salen del patio hacia la calle pero tras la verja queda el último, dubitativo, y se vuelve hacia el cobijo del plátano. Al momento, regresan los otros uno a uno volando raso. Al encontrarse de nuevo croan y croan… como de una pequeña familia o un viejo grupo de amigos se tratara. No pueden estar juntos, pero menos aún separados. Al fin vuelan erráticos en desbandada patio adentro, hacia la trastienda de los edificios de ladrillo. Uno, sin embargo, se queda un momento y mira hacia arriba, parece que me ve, con esa mirada penetrante de córvido del demonio. El séptimo cuervo, del séptimo día de estancia, del mes siete, desde el séptimo piso del barrio de Chelsea que llaman World’s End, el Fin del Mundo, a tiro de piedra del poderoso Támesis con sus túrbidas aguas al pasar por Canary Wharf. Viejos muelles de acogida a los tomates subtropicales isleños, nuevo centro financiero de cristal pulido e impoluto en los edificios, tratando de disimular las malas artes del negocio sin tregua. Canary Wharf, donde el río culebrea con fuerza como sacudiéndose las moscas verdes que acuden al festín de la inmundicia.

domingo, 3 de octubre de 2010

La narratividad de lo gráfico vs La imaginería de lo escrito


A ver vamos, en el Centro Cultural de San Isidro (Granadilla de Abona),
el próximo viernes 8 de octubre a las 19,30 horas.



Por mi parte, al participar en esta exposición colectiva me propuse fundir dos campos creativos en los que he trabajado últimamente. Se trata de una experimentación fotográfica y literaria, donde ambos elementos se entremezclan e interactúan en tres situaciones diferentes: «lo superpuesto», «lo adjunto» y «lo desprendido». El elemento espacial de estos tres momentos no es el único criterio definible, aunque sí el más explícito. Dos lenguajes que se cruzan en un mismo espacio, el visual y el literario. Dos lenguajes con códigos distintos que cohabitan, se oponen, se pisan, se complementan, se intensifican, se traspasan...
Las influencias de la poesía visual y el diseño gráfico están ahí, pero no son decisivas pues no tratan de expresar un lenguaje exclusivamente icónico-poético. Más bien trato de forzar y problematizar los conceptos interpretativos de ambos lenguajes, tanto en su interdependencia (texto que explica imagen, imagen que ilustra texto… la narratividad de lo gráfico, la imaginería de lo escrito…), como en su independencia (textos e imágenes que presentan autónomamente sus propios universos significativos).

sábado, 2 de octubre de 2010

Merca & Parrilla ¿Quién da más?

La cajera del Mercadonna me advertía hoy que no van a seguir dando más bolsas de plástico. Las que te dan ahora tampoco son como las de siempre; ya te dan como una especie de sucedáneo desvaído para que vayas tomando conciencia del próximo final de este supuesto altruismo bolsil. «¡A partir del 18 se acaban las bolsas gratis!» Profería la adusta cajera. «Pero oiga, cómo es eso, ¿ahora tengo yo que meter toda mi compra en las bolsas grandes esas? ¿Y para qué quieren todos esos cestos de plástico?» «No señora. No, que usted tiene que traer su bolsa vacía, pero hace la compra como siempre en los carros o en las cestas y cuando pase por aquí, por caja, luego saca usted la bolsa y mete la compra dentro. Porque a partir del 18 tendrá usted que pagar si quiere bolsas de las nuestras.» «Ajá, vaya, ahora quieren sacar dinero hasta por las bolsas. Pa que luego no digan que la crisis…» «¡Que no, señora, que no es por hacer negocio, que eso es por los ecologistas, que no quieren que se use tanto plástico en el mundo!» «¿Los ecologistas? ¡Entre los ecologistas y ustedes van a acabar con una…!» «¿Y qué día dice que se acaban las bolsas?» Pregunta la de más atrás «¡El die-ci-o-cho!, el 18 bonita» «¡Ay, gracias guapita!» ¿Bonita? ¿guapita? Vaya una forma de utilizar expresiones retóricas, me dije yo al ver aquellas señoras con tremendas curvas anatómicas. ¡Uf! hasta el Mercadonna se ha vuelto ecologista y chic. Cuesta creerlo, pero...

Del Sur vengo cargado con el folletaje que me ofreció Sonia. En fin, entiéndanme bien los mal pensados. Me refiero a cargado con todo el marketing publicitario de la exposición colectiva que se avecina: "A ver, vamos" Nueve artistas para el colorido, la armonía y la expresión multicultural (qué bonito), siguiendo las palabras de la propia jefa y artífice de la Asociación Cultural La Gatera, organizadora del evento junto a la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Granadilla de Abona.
Uno de esos "artistas" soy yo (qué cosas). Lo cierto, es que nunca me había gustado ese nombre para la Colectiva. "A ver, vamos" me sonaba a algo así como "Vamos chicos, anímense a participar" o "Aquí estamos, a ver qué pasa" y cosas por el estilo que más que animar a participar, ofrecían un lastimoso panorama creativo. Daba más ganas de mirar para otro lado y dejarlo correr, que otra cosa. Sí, ya sé que no estamos en mucha mejor condición que eso, pero, coño, tampoco es para estarlo sacudiendo a los cuatro vientos. Por lo menos, no sé, dárnoslas con un poquito de más empaque, con algo que decir, qué sé yo...
El caso, es que viendo los "folletos" de Sonia me tomo el susodicho título expositivo no tanto en un tono exclamativo sino en un tono plenamente afirmativo, y en mucho ha mejorado mi aprensión inicial. Ahora lo veo más en esa línea participativa y dinamizadora que siempre estuvo en la filosofía que nos inspiraba a unos cuantos cuando comenzamos a hablar de hacer algo así, diverso y coral. "A ver, vamos", sí, ojalá se cumpla y vayamos todos efectivamente a ver y disfrutar de los trabajos y propuestas de algunos de nosotros, y que sirva para encontrarnos allí, conversar, reir, intercambiar, despotricar, alabar, llorar... no sé, algo. Algo que nos saque un rato del tedio, la soledad y la distancia. Pero como somos tan bichos raros (yo el primero, alguna especie de cuervo selvático y salvaje según Jesús, véase blog) seguramente nada de esto sucederá y nos quedemos todavía esperando a que la cultura sirva para algo más que para rellenar la parrilla preconcebida de actos en la jodida política cultural de estas islas.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Taoro

Ladrón de joya se deja DNI atrás. ¡Qué día! Esta mañana me fui al Puerto, un asunto de muertos me llevaba allí. Bajo por la Urbanización La Paz (qué apropiado), pero me encuentro la calle cortada por un terremoto de excavaciones. Para qué será esta vez. El caso es que tengo que desviarme de la ruta prevista y no tengo más opción que volver a salir a la arteria principal. ¿Era por Las Arenas o por…? Con estas rotondas siempre me quedo en la duda y termino entrando por la de La Vera. Aquí vivía él. Otra vuelta más, qué le vamos a hacer. Finalmente encuentro La Calera y allí termino con mi negocio bajo la mirada despistada de un inmenso Galliotia Gallioti. Y me acuerdo de la poesía de Jesús a Linares. El ínclito abre sus fauces y deja entrever su poderosa mandíbula y aquellos matices metálicos de azul cobalto. ¡Qué resplandor! bajo el apaciguado sol del otoño nortero. Mientras, elijo varios modelos de los que me ofrecen los catálogos, intercambiamos datos y cerramos el acuerdo. De vuelta a casa me encuentro el desfile de banderas rojas de CCOO, con la triste letanía de tiempos mejores. Más adelante, el siempre bienvenido mensaje de nuestro querido escultor de Taoro, en las faldas del mirador de Humboldt, ofreciéndonos su frase del día: “se atormenta la vecina”. Y la mañana discurre lenta por los campos de Acentejo, todavía con el rumor de espadas y arcabuces entre silbos y hondas de pétreo coraje, recordando después la historia del Lance y la de su escultórico homenaje con dimes y diretes entre los representantes de lo humano y lo divino. Qué de cosas hablaba yo hoy con mi medio hermano Toño. Toño, el Majano del Puerto, que un día nos dejó sin previo aviso y con el paso cambiado; el niño guanche que inmortalizara Baeza; el ranillero con la sabiduría de los pasos perdidos del Valle y sus viejas historias de caminos y muros entre platanales.

martes, 28 de septiembre de 2010

William Turner, el tiempo y el matiz

Leyendo “Los verbos sumergidos”, uno de los cuentos de Los días prometidos a la muerte, de Javier Hdez., me encuentro la referencia a William Turner, así como a neblinas y a trenes sin vías en la estación del tiempo perdido. Turner, el pintor del romanticismo inglés que en pleno esplendor realista anticipó en influyó en la avenida del impresionismo y hasta de abstracciones posteriores, nos revela momentos que todavía sobrecogen y maravillan por su energía y dinamismo. Turner ha estado muy presente este verano en la capital del reino, con una antológica en Museo del Prado. Lástima que no pudiera ir por allí, pero sí que aproveché mi breve estancia en Londres para admirar algunos de sus cuadros. Dios, un viaje en familia (¡iban Maite mis hijas y hasta mi suegra!)a esa ciudad es arriesgarse a no poder extraviarse mucho de los caminos más trillados, a caer una y otra vez en los lugares más comunes, a la vivencia de los más socorridos eventos, etc. etc. Algunos miedos se cumplieron y hasta me embargaron por momentos, pero, afortunadamente, los más archiconocidos museos de Londres guardan en sus entrañas obras que ningún tiempo ni circunstancia podrán banalizar su formidable aportación. La visita nunca defrauda, aunque te rodeen una maraña de cables por la audioguía o campen a tu alrededor los cientos de personas con guías que parlanchean a su grupo mayormente sobre cuestiones irrelevantes y anecdóticas. Recuerdo que en el Tate Britain, mientras me absorbía la turbadora eternidad de la escena, la inmensa quietud y transparencia de las aguas, de la Ophelia de J.E. Millais, apareció un grupo arremolinado alrededor de aquella guía empeñada en que vieran una cara que se adivinaba entre el claroscuro de la maleza del fondo ¡Y qué más da ese juego de guiño a la Gestalt! Ay que joderse, como si el cuadro no tuviera suficiente interés por sí mismo y hubiera que estar con esas gilipolladas. Pues eso, lo que decía, que a pesar de todo el lugar común de los grandes museos de Londres, éstos nunca defraudan, encontrando siempre alguna joya en la que deleitarse, alguna sorpresa con la que contentar al espíritu, algún detalle imborrable y personal que llevarte contigo. Como The Bath of the Psyche (El baño de Psique), del prerrafaelita Frederic Leighton, en otro momento hablaré de este cuadro, o como la serie de trenes de Turner, que encontré en la National Gallery.
Los vaporosos paisajes de Turner impresionaban por la orgía de fuerzas, atmósferas, luces y matices velados; una multitud de giros neblinosos alrededor de la chimenea de un tren que apenas se adivinaba para darle un sentido referencial al cuadro, sin vías que lo conduzcan a algún lugar o que hablen de su procedencia, sólo está ahí, como una aparición.
Los cuadros de Turner sentaron como una bomba en el canon figurativo del paisajismo inglés de la época, y el poder evocador de esos trazos difuminados, en transición, más allá de las formas, del acabamiento de las formas, del instante congelado… ese poder evocador, como digo, nos habla de la vida en movimiento, de la grandiosidad de las fuerzas en su flujo heraclídeo, más allá de lo humano tecnológico, empequeñecido por el mero atisbo de la máquina de fierro recién inventada y emblema de la modernidad de esa época.
¡Qué momento! casi como plantea Javier: ...en la estación del tiempo perdido.