jueves, 30 de diciembre de 2010

Yo lo vi

--¡Yo sé lo que pasó! --Me dijo un angelito que veía todo por la mirilla. --Mientras se emitían los anuncios previos yo vi cómo tocaba los timbales wagnerianos, cuando en su cabeza bullía algún exquisito fragmento operístico (La Cultura con mayúsculas, la calidad de página, la germanía abigarrada y cabalgante), y la cara que puso después, cuando sonaba Lila Downs con su rancherita de Tijuana (o sea, la baja y ramplona cultura del lumpen, del lumpen más lumpenproletariat). Y, al tiempo, cómo hacías tú el mismo gesto de los timbales mientras sonaba Lila hablando de la frontera (de La Frontera por excelencia) y JMª reía y reía. Yo vi la cara de envidia, de hermano desposeído, y la cara de bochorno ante lo que suponía una mofa a su venerado dios, con la aquiescencia, además, de su querido JMª.
--¿Sí?
--Como lo oyes. Y también vi la inesperada presencia del gallego, del que creería defenestrado para siempre.
--Sí, ya, pero él quiso venir y que yo sepa todavía no tiene vetada la entrada al programa. Aunque esa animadversión hacia Charlín ha ido in crescendo y ya no tiene ni gracia. Aburre, más bien.
--Luego vi la lectura del texto de JRamallo, que desde que mencionó aquello de la masturbación vi cómo se extendía el anatema del tal Rancio-nero, cómo se revolvía en su propia silla y trataba de darle la espalda, y hasta se permitía reprimir la risa.
--Sí sí, ya me sé cuál es su prejuiciosa teoría al respecto.
--Hasta que el hombre ya no pudo más y explotó por donde pudo con aquel exabrupto.
--Sí sí, es cierto. Incluso, diría que no es ni para tenérselo en cuenta.
--¡Hombre! tampoco tanto, que si no estás a gusto lo dices fuera del programa y ahí se saldan las cosas y ya está. Pero eso de entrar a rajar en abierto ya es mala leche.
--Sí, pero el hombre se disculpó luego y hasta quedó arrepentido.
--Sí, lo mismo que con Jesús, no sé cuántas veces. Pero el programa ya está hecho y hasta ahora nunca le he oído retractarse durante la emisión. No creo que nadie más que ustedes sepan del asunto. Se dicen muchas cosas y luego para los oyentes parece que nunca pasa nada, que todo ha valido y que todo valdrá. Más que 'mi hermano' yo le diría a JMª que lo llamase 'mi Gran Hermano'.
--Pero él dice que hay que dar algo de espectáculo, que si no los taxistas se aburren y cambian de dial.
--¡Joder, los taxistas dice! Menudo lugar común ese de los taxistas. Esto sólo lo aguantan los adictos a los reality show.
--Bueno, eso a Jesús creo que le gustaría.
--Ja ja. Bueno, en realidad ni siquiera a ellos, porque luego se combina con erudiciones que les aburren sobremanera.
--Quizás te equivoques con eso y hasta conseguimos elevar los conocimientos y las lecturas de ese sector televidente.
--Ay dios, mejor ni te hagas bolas con eso. ¿Y la arenga sobre la preexistencia de los valores? Qué me dices de eso.
--Yo, la verdad, callé como una puta ese día. No quería más broncas, había tenido suficiente con el acoso y derribo a Charlín. Pero hacía tiempo que no escuchaba tamaño despropósito. Joder, los valores como cualidades de las cosas, preexistentes a cualquier ser humano. Como si no fueran atributos a las cosas, atributos desde el sujeto que observa, desde el sujeto cognoscente y valorativo.
--¿Y no te llamó relativista por ello?
--Joder, prefiero mil veces más ser relativista que fascista, de esa clase de fascismo que siempre sale del que se cree dueño de la verdad absoluta. Uno de mis profesores universitarios siempre nos decía: detrás de cada gran 'Verdad' siempre se busca a un gran ejército para que la sostenga. No sólo hay Verdad sino Poder para constituirla. Que se lo pregunten a los saharagüis, a los de Perejil, a los de Ceuta y Melilla, a los de la Baja California, a los israelíes, a los palestinos... a quien sea.
Relativismo, cánones y valores... que aplicándolo a la literatura, por ejemplo, me permito aconsejarle que se lea (eso que me cuesta tanto hacer) esa pequeña maravilla de artículo, de la antropóloga Laura Bohannan, "Sakespeare en la selva". El texto le servirá tanto para entender algo de esa disciplina tan esquiva como para abandonar un poco esa poltrona a la que tanto gusta subirse.
--¿Tú crees que sirva? Mira que te dicen que no hablas sino fruslerías.

--Ay angelito, angelito de la guarda, qué haría yo si no fuera por ti.
--Y por el chow... y por el chow, mi helmano.
--Joder, pero nosotros ni cobramos.
--Por eso... por eso mismo, mi helmano.

--Igual, todo esto te lo has inventado para liarme y soltarme la lengua.
--Ni más ni menos que lo que tú, mi helmano.