domingo, 14 de noviembre de 2010

Fragancias

Leía este verano la novela Ahora sabréis lo que es correr, de Dave Eggers, cuando allí apareció un personaje llamado Thor. Era el nombre de una de las gemelas sobrinas del protagonista y que aparecían en algunos de sus párrafos. Yo, sin embargo, sonreía al leerlo acordándome del perro de Jesús con ese mismo nombre. Seguramente es absurdo, pero cuando pienso en Thor ya ni me acuerdo de mitologías nórdicas ni nada, sólo acude a mi mente la desvencijada figura del perro de Jesús. Personajes éstos de blog, pero, antes que eso, también personajes reales, para alegría (según creo) de barranco flanqueado con torreón partido y mamotreto vituperado. Seguramente es absurdo, pero al acordarme de ellos me viene también a la memoria aquel viejo poema de Baudelaire que decía: “Lindo perro mío, buen perro, chucho querido, acércate y ven a respirar un excelente perfume, comprado en la mejor perfumería de la ciudad. Y el perro, meneando la cola, signo, según creo, que en esos mezquinos seres corresponde a la risa y a la sonrisa, se acerca y pone curioso la húmeda nariz en el frasco destapado; luego, echándose atrás con súbito temor, me ladra, como si me reconviniera. ¡Ah miserable can! Si te hubiera ofrecido un montón de excrementos los hubieras husmeado con delicia, devorándolos tal vez. Así tú, indigno compañero de mi triste vida, te pareces al público, a quien nunca se ha de ofrecer perfumes delicados que le exasperen, sino basura cuidadosamente elegida.”