jueves, 19 de abril de 2012

Triángulos aplatanados

Anoche Chelsea 1 Barcelona 0. El equipo de los triángulos abrumó (lo llamo así por no haber nadie mejor que este Barsa en la triangulación del juego, no descubro nada si digo que es una de sus mejores armas), pero le faltaron esquinas más afiladas para romper la red de Stamford Bridge. El Chelsea sí tuvo dos grandes estiletes; Drogba en la delantera (lo siento por F. Torres, pero tiene dura competencia) y un Cech inconmensurable atrás, convertido en ángulo inverso, es decir, en embudo que todo lo apañaba sin dejar derramar una gotita. Un portero de estampa retro, con esa gorra que parece del rugby de los años 30, pero plenamente moderno en su despliegue físico, con estiradas que parecen cubrir todos los ángulos y todas las parábolas posibles. Y si no, para eso están los palos, para escupir los tiros a márgenes imposibles.
Antes del comienzo del partido, desde el helicóptero, magníficas panorámicas de ese barrio de Londres, barrio en el que 'viví' por unos días hace dos veranos; y muy cerca del estadio, del gran río, de King's Road en toda su longitud, desde Sloan Square hasta World's End, y muy cerca también de los afamados zapatos de tacón del palmero Manolo. Todavía me pregunto por qué no me traje una copia de aquella magnífica estampa del estadio del Chelsea abarrotado de gente en los años cincuenta, además de algún par de Manolo's. Pero lo que más me gustó ver en aquellas imágenes fue el verdor de los platanales de Londres, esas hileras impagables de naturaleza a lo largo de la gran city, casi como las que veo a diario por las avenidas universitarias de Guajara. Unos platanales bien distintos de los que conocí desde la infancia, platanales con aires de modernidad y no de república bananera, que es en lo que nos estamos (y nos están) conviertiendo últimamente. Algunos ya se atreven a decir que de España: el vino y el cante jondo, y gracias. O sea, que volvemos al folklorismo decimonónico, ¡qué avance de modernidad! Y no era alemán ni francés el que lo dijo.