miércoles, 20 de octubre de 2010

Pajaritos a ver, van

Hace unos días me encuentro en el blog de Jesús la crítica más seria que haya encontrado hasta ahora sobre mi participación expositiva en “A ver vamos”. Qué de cosas pasan a veces. Sobre la marcha le mandé sms respondiendo al tal “pío pío” (y no por canarión sino por canariófilo). Al curioso le puede servir las entradas “Naderías…” e "historias" del ya citado blog. Ahora, sin embargo, me animo a explicarme un poco más. Como la cosa ‘va de retro’ comenzaré por decirle que estoy de acuerdo con su breve definición de la poesía visual, no así su identificación con mi ‘engendro foto-textual’. Efectivamente, la poesía visual va en la dirección de quebrar lo narrativo a base de romper morfologías y sintaxis, con el fin último de conservar las esencias significativas fundiéndose en lo visual. Te acuerdas, Jesús, cuando fuimos a ver a Joan Brossa por la ciudad de Aguere. Sin embargo, no veo tal cosa en mi propuesta, más bien todo lo contrario. En realidad esta idea se inscribe en la discusión más general que desde hace algunos años se viene haciendo en fotografía, tratando de resaltar la narratividad de las imágenes (podríamos remitirnos a algunos de los autores que han participado en las últimas convocatorias del Photoespaña o del más cercano Fotonoviembre). En tal sentido, esta cuestión no es nada novedosa, pero tampoco es algo de los años 60. Desde luego que yo, como no podía ser de otro modo, esta cuestión la he trabajado con mi propia forma y estilo, bien distinta de las que he visto hasta ahora. Las influencias de la poesía visual y del diseño gráfico ya las reconocía en este blog y en el texto introductorio de la exposición, pero al mismo tiempo advertía que no eran decisivas en mi planteamiento. Quiero decir con esto que texto e imagen, sí, pero no para jugar con el concepto de rotura textual y la consiguiente exaltación de lo icónico (aunque todavía hay gente que siga en esa onda. Ya veo que para ti es una cuestión más que superada). Se trata, por tanto, de todo lo contrario: la exaltación de lo narrativo a través de las tres composiciones imagen-texto que presenté.
Por último, dos atrevimientos: por un lado el de la fotografía, que se quiere autónoma y autosuficiente, es decir, el de la imagen que no necesita de más explicaciones que las propias; por otro, el de la literatura, que tampoco necesita o gusta de ilustraciones que coarten los universos imaginarios/significativos que vayan más allá de los recursos textuales. Ya sé que en los últimos tiempos las publicaciones y las exposiciones en que convergen estos dos géneros han sido bien recibidas. Sin más, me estoy acordando de “Eros piedra”, de nuestra querida Sonia. Aunque en tales casos no deja de ser una mera asociación coyuntural de artistas de uno y otro bando, que siguen sin abandonar los principios expresivos de cada uno. La cosa es bien distinta, pienso yo, cuando es el mismo autor quien funde ambos campos, el literario y el fotográfico, traspasando entonces esas barreras.