martes, 1 de marzo de 2011

Ezequiel, Tete y Tijuaneo

Sigo en mi lucha contra los virus. "¡Que no! que no son virus, sino malware", me dice Oscar el informático que trata de salvarme de la inmundicia publicitaria que vuelve inútil cualquier intento de navegar. Marino encallado, decimos por aquí. Mal asunto, la ansiedad y la desazón siempre se adueña del que está acostumbrado al movimiento. Hoy me echo una escapadita y vuelvo a navegar. Hoy es un día como otro cualquiera, pero también tiene sus pequeñas heroicidades que contar. Muchas otras cosas y pensamientos tuvieron lugar en estos días de apagón bloguero. Bah, y qué más da, todo fluye y nada se pierde definitivamente. Quizás, nada sea demasiado importante si ampliamos el campo de visión, y la ansiedad se torna sólo expectación; algo sucederá siempre, algo nos pondrá siempre en onda con el mundo y en paz con uno mismo. Las calles, las gentes, los cielos... todo fluye y siempre transmite un aire de normalidad, de inexorable continuidad; no hay tragedia en el ritmo del mundo sino en el pensar de las personas. Son ellas las que se empeñan en un cierto sentido trágico, de lucha y de derrota.
Hoy nuestro Tete tiene partido en Cartagena. Allí vivía un escritor tinerfeño, Ezequiel Pérez Plasencia, también enamorado del fútbol, del Tenerife. Le habría gustado verlo, supongo, verlo y escribirlo, que es como querer verlo de nuevo para siempre, inmortalizarlo. Un partido de la nueva era Tapia, una era para grandes ocasiones, seguro; para la epopeya del juego, que es la misma de la vida.
Ezequiel murió hace pocos días y ahora muchos le recordamos. Kiko me llamó nada más leerlo en la prensa el sábado. Yo apenas comienzo a leer El orden del día (gracias Jesús), pero le recordaré hoy mirando ese partido de esta noche (tan cerca de sus últimas idas y venidas) despertando a un mundo particular, emocionándose, emocionándonos con sus recovecos de tramoya. Muchos que le conocieron y le leyeron me habían hablado de él y me entraban ganas de hacerlo yo también. Hoy ya no importa que se gane o se pierda sino que aparezca la gracia de este juego; la virtud de escenificar una cierta armonía y belleza defendiendo a tu isla.
"«¿Cuánto tiempo hace que no me dices que me quieres?», pregunta Piedad Moliner. Yo la miro con amor de hito en hito y digo, seguro y sonriente: «Es obvio». Entonces ella hace un visaje cruel con la mano, como si le cayeran lágrimas por unas ojeras que no supe descifrar." [fragmento de El orden del día]
Ah, hombres... mujeres... Una vez Jesús nos invitó en Tijuana a decir qué pensábamos de las mujeres, y nos callamos todos. El otro día escuchaba a una psicóloga hablando del tema y lo que dijo me pareció un estereotipo más: las mujeres 'escuchan' mientras que los hombres 'miran'. Aludía así al hecho de que las mujeres se enamoran sobre todo por la palabra y de ahí la importancia de su presencia para mantener el enamoramiento (en ellas se da una preeminencia discursiva y lo que se deja de decir, por muy obvio que nos parezca a los hombres, es un asomo al abismo y hasta esa obviedad deja de existir). A los hombres, en cambio, mantener la palabra en el largo plazo nos resulta difícil, un esfuerzo, un derroche de energía a aminorar una vez que las cosas ya han quedado sobradamente demostradas, y una vez montados sobre los raíles plácidos y traicioneros de la inercia. Para nosotros, sin embargo, lo que cuenta es la mirada, y mientras las veamos con 'buenos' ojos todo lo demás ya está dicho, de ahí que la relación siempre esté sometida a una determinada concepción visual, estética. Y esa es la lucha y fuente de todos los males, entre lo discursivo y lo estético. No sé qué pensarán de esto, pero algo hay... simplificando mucho las cosas. Y eso es mucho decir.
...Y esta tarde, Tijuana. ¿A qué hora era que jugaba el Tete?