jueves, 8 de julio de 2010

Sabidurías de las arenas del Sur


La inteligencia del cefalópodo

Hay cantos de sirena que hieren el alma. Nunca sabes si te enamoran o si simplemente te ablandan el corazón para engullirte mientras pides su abrigo. Nunca sabes si realmente los oyes porque están ahí o porque los necesitas para un desconsuelo que no entiendes ni imaginas. Las olas caen dulces en las calmas del verano, pero la marea nunca la puedes perder de vista. La mar no es traicionera, siempre avisa, pero tiene su propio lenguaje. Hay que conocerla bien para saber qué te quiere contar y estar prevenido, porque su simple caricia puede llevar la fuerza de mil gigantes, hasta arrastrarte hacia sus adentros para siempre. La marea es roja, esta vez, y sé lo que me quiere decir, pero hay una constelación de esmeraldas en ella que me intrigan y fascinan. Los Messis de Low, supongo. Pero hubo uno con el que no contaba, con el que sólo unos cuantos contábamos, una esmeralda de brillo eléctrico en un bosque de elefantes blancos que trotaban sobre una alfombra roja.
Mientras el Deustche Bank rectifica por haber apostado a la caída financiera española, el octopus Paul, no tuvo dudas sobre a qué caballo había que apostar. Así, de sopetón, me encontré anoche, en el canal de rtve 24hrs, este cruce proverbial de noticias. Ayer, en mi viaje al sur, buscaba detalles para leer el designio de la dialéctica hegeliana del Mundial, y no los vi por ningún lado. Hoy, sin embargo, en el aparcamiento del Mercadona me encuentro sobre el muro una tórtola muerta. Yacía panza arriba, decapitada, patitas inertes pero relajadas... siete moscas verdes revoloteaban zumbando a su alrededor… No sé bien qué me quiso decir esta otra escena, esta pequeña performance del ciclo de la vida. Habrá que preguntarle al nuevo oráculo de los mas media, a la inteligencia suprema, al ser pensante, al cogito ergo sum del mar de todos los mares, al juicio sintético a priori en su máxima expresión.
Jesús llamó y hablamos… Los callados están más tranquilos hoy en la playa de Las Toninas, después de la resaca de anoche por las costas del Porís. Hasta que no cambie la luna no hay nada que hacer, dice Pedrito el Pejeverde. Y así será, seguramente.