sábado, 17 de abril de 2010

A San Andrés van dos... y vuelven tres

Eso me decían anoche Isa y su amigo. Cuando me disponía a coger el coche de mi hermana para regresar, después de haber seguido ron-roneando con Jesús en el Monterrey, me encuentro con dos jóvenes (como de instituto) que iban caminando por la acera en frente del castillo en ruinas. «¿Nos llevas a Santa Cruz?» Los recojo. Venían caminando desde Las Teresitas porque su amigo conductor se había dado el piro dejándolos atrás. Son de Ofra y les pregunto, casi en plan quedada, que cómo es que habían venido tan lejos y a estas horas. «¡Oh, Tú no sabes el dicho de San Andrés! Pues a eso, la gente se pone morada por los alrededores de la playa y luego... Es divertido, pero esta noche a éste se le viró el coco y nos dejó botados». Cuando llegamos a la primera curva, justo antes de llegar al Ojo del Miedo, el chico me advierte «Cuidado que no se te vaya a aparecer la chica muerta, ¿sabes? La chica esa que murió en un accidente por aquí y ahora se le aparece a los que van de noche como nosotros, para hacerlos perder el control y tengan también otro accidente». «Sí, me sé el cuento».
El caso es que ahora me doy cuenta de que a mí también me ocurrió como al dicho de San Andrés; llevé a Jesús desde la avenida Tres de Mayo, después de una noche gloriosa y preclara (como le gusta decir a José Mª) con su participación en el ciclo de escritores de la librería Agapea, rodeado del corro de admiradoras y amigos (las visitas a su blog creo que van a subir como la espuma), y al final me voy de San Andrés con Isa y su amigo hasta el Atlántico, en la capital de este reino. Pues eso, lo dicho, ojo con San Andrés, que siempre van dos… y vuelven tres.