Ayer por la mañana en la radio entrevistaban a Pius Alibek,un iraquí católico de la minoría asirio caldea, que desde hace unos años vive en Barcelona. Alibek es filólogo y cocinero, y ha escrito el libro Raíces nómadas, que narra buena parte de su historia personal, en la mutiplicidad de arraigos y experiencias que ha ido viviendo desde su Irak natal. Habla muchos idiomas, el arameo que es su lengua materna, luego el árabe lengua con la que estudió religión, el kurdo para sus estudios laicos, luego el inglés porque estudió filología inglesa y el español y el catalán después de su vida aquí. Cuenta que de cada uno de ellos destaca cualidades diferentes; el español por su potencia semántica, el catalán por sonoridad al igual que el árabe. Cuando oye hablar de los conflictos políticos en España por el uso de los idiomas, no deja de quedar perplejo, pues él siempre habló varios idiomas y nunca necesitó de alguno para poder definir de dónde era. Con su madre hablaba el arameo, con su padre el kurdo, en la escuela islámica el árabe... todo de una forma natural y sin sobresaltos. En Barcelona, afirma, la gente también es mucho más natural con los idiomas que lo que dicen los políticos. Raíces nómadas lo escribió en catalán, Arrels nomades. Inicialmente no tenía una relación emotiva con este idioma, explica, pero cuando mis hijas me contaban las historias que habían aprendido en el colegio y me las contaban en catalán, ya comencé a tener esa relación, pues para mí ellas son también ese idioma y esta historia escrita de mi vida es también para ellas, una historia de un Iraq que ya nunca podrán conocer como yo lo conocí.
Un Irak que no encaja, por cierto, con la imagen que hasta ahora se nos ha ofrecido, "un Irak con un dictador, eso sí, pero de gobierno aconfesional, donde la mujer se integraba plenamente al mundo laboral, con los mismos derechos que los hombres, donde estudiar te podía eximir de ir a la guerra , un país donde se vivía la vida y nadie podía imaginar que se convertiría en un estado islámico... que es lo que es ahora".
El libro ha sido traducido al alemán, pero allí tuvo que cambiar de título porque ese término de 'raíces' es tabú. Ya están curados, por sobredosis, de esa enfermedad en otra época. Al final se publicó con el título Mirando a las estrellas (o algo así) y alude a la costumbre iraquí de subirse a las azoteas para dormir a techo descubierto por las noches en las épocas más calurosas.
Así es Alibek, como el pie de Chema Madoz, un hombre de mundo echando raíces pero de poca sujeción, raíces con solo la largura justa y de gran flexibilidad para seguir caminado en la degustación de todos los otros mundos que se nos ofrecen. Mundos tan sólo a la espera de nuevos caminantes, alimentándose al mismo tiempo que los proveen de nuevos compuestos nutricios, los arrastres de otras tierras. Aire fresco y renovador. La mejor vacuna al ombliguismo, la autosuficiencia y la autocomplaciencia.
Las raíces, siempre esa poderosa imagen para certificar un origen y una tradición, para sustituir la amorfa nebulosa de elementos que constituyen cualquier pasado, una conexión autoevidente, un hundimiento directo y ramificado que nos provea de certezas, de un orden natural, de una fuerza orgánica, biológica, para justificar el inmovilismo que vocifera.
Decía Raymond Williams, por otro lado, algo así como que no hay nada más americano que un buen 'desayuno americano' antes de salir para el trabajo; tomando un café del medio oriente, en una taza de porcelana inglesa, leyendo el periódico impreso gracias al invento europeo y con una tinta y papel que son chinos. Quería decir con ello, que cualquier origen cultural es sumamente mestizo y viajero, y que a poco que escarbemos en él encontraremos derivaciones y parentescos insospechados, en absoluto oriundos. Naturalmente, la capacidad de sublimación de la diferencia y lo distintivo es muy grande, hasta descubrir, por ejemplo, que la famosa tela 'escocesa' la comenzó a tejer y vender un inglés o que la famosa manta 'esperancera' es otro tejido igualmente importado de inglaterra o que la famosa 'ikurriña' esté completamente inspirada también en la bandera inglesa. En este caso todos con un origen cuando menos foráneo e igualmente moderno, del siglo XIX, con lo que de ancestral y nativo, nada. No habría, pues, que excavar demasiado para encontrar el final de esa raíz, luego no será tan inamovible como aseguran.
En fin, ya saben (como aseguraba aquel conocido vascongado de adopción, Bergamín creo, en otro momento buscaré la cita), "hablar de las raíces siempre acabará convirtiéndose en una manera más bien subterránea de irse por las ramas."
domingo, 16 de enero de 2011
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