miércoles, 29 de septiembre de 2010

Taoro

Ladrón de joya se deja DNI atrás. ¡Qué día! Esta mañana me fui al Puerto, un asunto de muertos me llevaba allí. Bajo por la Urbanización La Paz (qué apropiado), pero me encuentro la calle cortada por un terremoto de excavaciones. Para qué será esta vez. El caso es que tengo que desviarme de la ruta prevista y no tengo más opción que volver a salir a la arteria principal. ¿Era por Las Arenas o por…? Con estas rotondas siempre me quedo en la duda y termino entrando por la de La Vera. Aquí vivía él. Otra vuelta más, qué le vamos a hacer. Finalmente encuentro La Calera y allí termino con mi negocio bajo la mirada despistada de un inmenso Galliotia Gallioti. Y me acuerdo de la poesía de Jesús a Linares. El ínclito abre sus fauces y deja entrever su poderosa mandíbula y aquellos matices metálicos de azul cobalto. ¡Qué resplandor! bajo el apaciguado sol del otoño nortero. Mientras, elijo varios modelos de los que me ofrecen los catálogos, intercambiamos datos y cerramos el acuerdo. De vuelta a casa me encuentro el desfile de banderas rojas de CCOO, con la triste letanía de tiempos mejores. Más adelante, el siempre bienvenido mensaje de nuestro querido escultor de Taoro, en las faldas del mirador de Humboldt, ofreciéndonos su frase del día: “se atormenta la vecina”. Y la mañana discurre lenta por los campos de Acentejo, todavía con el rumor de espadas y arcabuces entre silbos y hondas de pétreo coraje, recordando después la historia del Lance y la de su escultórico homenaje con dimes y diretes entre los representantes de lo humano y lo divino. Qué de cosas hablaba yo hoy con mi medio hermano Toño. Toño, el Majano del Puerto, que un día nos dejó sin previo aviso y con el paso cambiado; el niño guanche que inmortalizara Baeza; el ranillero con la sabiduría de los pasos perdidos del Valle y sus viejas historias de caminos y muros entre platanales.