viernes, 29 de octubre de 2010

MundoSenior Trips

Ch. es mucho. La otra noche llegó de su 'periplo cultural' con el Imserso. Ella siempre ha sido muy dichicharachera y amiga de detalles en la conversación. Afortunadamente, casi siempre me divierte su particular gracia y oratoria. Los primeros comentarios eran gastronómicos, los del medio también y... los del final también. La gastronomía, ya sabemos, también es curturá, pero... no sé, no sé si tanto. No dejo de pensar, sin embargo, que basta ir de viaje a algún sitio para observar la obsesión cuasi compulsiva en la que, de pronto, caemos casi todos. Seguramente esto tenga que ver con alguna dimensión psicótica por analizar y la propia ansiedad de no tener muy claro en qué momento, a qué precio o con qué clase de fogón iremos a dar. En este caso, la experiencia resultó tan nefasta (deberá ser por la continuidad espartana del templario y ponferradino hotel de alojamiento), que desmenuzaba hasta la saciedad detalles de los grasientos platos y hasta de cada uno de los ingredientes ofrecidos. Y ya se me estaba haciendo un nudo en el estómago y las manos empezaron a temblar, espasmódicamente. "Pero yo no me le callaba --decía, devota ya de Santa Belén Esteban-- yo siempre les dejé muy claro lo que pensaba de todo aquello. Pero esa mosquita muerta del guía... siempre me contestaba con un lastimero: Sí, señora, es verdad... ¡Sí, era verdad pero pero los días seguían con lo mismo de siempre! ¿Tú crees que a personas mayores como nosotros se les puede dar de comer(...)"
A todo ello, en medio de la conversa, nos ofrecía Milagritos de Astorga: mantecados, hojaldres con miel, tejas de almendra... lascas de queso de vino, chocolates artesanos, queso de miel para untar... Todo un pequeño anticipo del desaforado tiempo navideño que se nos avecina. Ya el mercamobile nos tiene montado el merchandising del Japi Crismas ¡¡Desde octubre!!

Pero a decir verdad... los Milagritos funcionaron
...y el mal sabor de boca se diluía poco a poco entre los placeres acaramelados del terruño norteño.

Menos mal, si no, quién sabe lo que hubiera ocurrido.

Alguna desgracia... tristemente familiar.

Ni carroñas ni carnazas

De nuevo por el zoo, que diría JRamallo.

No tengo ganas de escribir sobre el último programa Tijuanero, pero un día que estaba en la capital de las bandas de Abona (al menos periodísticamente, por lo que se ve) me llegó una llamada desde Sur City con voz sorprendida y molesta por algunas afirmaciones allí vertidas. La cosa no es baladí, pues se afirma poder tomar medidas legales al respecto. Vale, en eso ni salgo ni entro, cada uno sabrá, pero no me gusta, por ejemplo, que cuando se habla de literatura se antepongan cuestiones tan personales desde tribunas tan moralinas. Hasta ahí de acuerdo. En ese campo, el literario me refiero, yo siempre he defendido al lagarto de dos rabos. El otro día también. Lástima que no se aplique a lo que se tiene que aplicar y nos alegre la lectura mucho más a menudo con esa vena mestiza del sur costero, y que ya exhibía desde Taramela Bay. Aunque esto es otra cuestión, y cada uno, desde luego, tiene derecho a escribir cuando le venga en gana. Como yo mismo en este blog. Pero Jesús, incluso, da por saldada esa vena y tampoco es eso. Ya he visto que su blog hace referencia al quid de la cuestión del programa. Ahora que pase lo que tenga que pasar. Espero, eso sí, que las aguas vuelvan a su cauce, sin más carroñas ni carnazas, aunque algunos quieran vivir de eso también. Allá ellos.

viernes, 22 de octubre de 2010

La donna mercamobile

Ya me reía yo, más de una vez, por los olvidos de las bolsas del Mercadonna. Los desatinos y los retrasos se sucedían una y otra vez en las colas de las cajas. Ya se sabía, hasta el dieciocho duraba el plazo. Sobre la marcha, unos deciden comprar las nuevas alforjas para la mercadería cotidiana, otros prefieren llevarse la compra en el carrito y descargar directamente en su coche, otros salen corriendo a buscar las olvidadas talegas… Yo me reía y ya no me río, cuando, apenas tres días después, los observo disciplinados en las nuevas artes del mercamobile. Cochear, coger, encestar, cajear… entalegar, cochear otra vez. Ésta es la triste noticia del rumbo de nuestras vidas, la microfísica del poder, el panóptico, la prisión, vigilar y castigar. Nadie escapa a la disciplina, a la auto-represión, que es la más fina y efectiva tecnología del poder. Asumes, pero creyéndote que eres tú el que decide. Así me veo. Yo, un insumiso confeso. Hasta dónde hemos de llegar aceptando todas las mentiras e hipocresías de este mundo.

José Luis, un primo que trabajaba en una sucursal bancaria, me comentaba hace un tiempo: «No, yo ya me jubilé. Bueno, me jubilaron, más bien. No, ahora me dedico a la bolsa» «¡Coño!» contesté yo. «Sí, a la bolsa del pan, a la bolsa de la verdura, …» Ja ja ja (reíamos). «¡Joder, igual que yo! (le digo) Pero no hay manera de hacer negocio. Aquí nunca tienes suerte».

Ayer me acerqué por Alcampo. Por aquí también hubo un escorzo bolsil, pero todo ha quedado reducido sólo a uno o dos cajeros. Todo controlado, aunque sólo de momento. Entro con mis hijas en busca de una mochila con ruedas. El peso del material escolar en primaria ya es superior incluso al que yo usaba en el instituto ¿? Al llegar a caja, Norita se empeña en un paquete de chicles. Pues nada, mochila y chicles de fresa sin azúcar. Cuando paso al cajero me encuentro a un hombre en prácticas (ahora entiendo por qué no había cola). Tanto es así que tenía a su espalda una instructora indicándole los pasos a seguir. Me fijo en sus dedos gruesos y fuertes, con restos de… ¿yeso? en las uñas, y me acuerdo de la debacle de la construcción y de los cientos de miles que hace unos años ganaban millonadas en trabajos de ajuste. Se le notaba torpe con las claves de la máquina, incluso en la destreza manual de la tarjeta de crédito. Manos encallecidas en las artes del alicatado, el enfoscado y demás. Manos para el reciclaje laboral, a la espera de tiempos mejores… que ya nunca llegarán.

El hombre toma lectura del código de barras de la mochila y la pasa al final del tablero. Hace lo mismo con los chicles y los mete en una de las pequeñas bolsas que asoman por debajo ensartadas a los ganchos metálicos.

«¡No, gracias. No hace falta más bolsas. La niña se los lleva directamente en su mochila nueva».

El nuevo comprador del mercamobile se contine, se reprime, sin apenas protesta. Ahora comienzan a hacérseme lejanas las compras del plastic a go-gó, la vieja razón de la abundancia mercantil, la alegría inocente del envase de todos los envases, el contenedor universal, el recipiente último y provisorio. ¡Ha nacido el nuevo proscrito!

Cuando vuelva la semana próxima, ninguno de los dos tendremos que decirnos nada. Los piñones se habrán ajustado al engranaje. Como autómatas del siglo XXI, con el peso de la cotidianidad sobre nuestras espaldas. Pues... ¡qué bien!

miércoles, 20 de octubre de 2010

Pajaritos a ver, van

Hace unos días me encuentro en el blog de Jesús la crítica más seria que haya encontrado hasta ahora sobre mi participación expositiva en “A ver vamos”. Qué de cosas pasan a veces. Sobre la marcha le mandé sms respondiendo al tal “pío pío” (y no por canarión sino por canariófilo). Al curioso le puede servir las entradas “Naderías…” e "historias" del ya citado blog. Ahora, sin embargo, me animo a explicarme un poco más. Como la cosa ‘va de retro’ comenzaré por decirle que estoy de acuerdo con su breve definición de la poesía visual, no así su identificación con mi ‘engendro foto-textual’. Efectivamente, la poesía visual va en la dirección de quebrar lo narrativo a base de romper morfologías y sintaxis, con el fin último de conservar las esencias significativas fundiéndose en lo visual. Te acuerdas, Jesús, cuando fuimos a ver a Joan Brossa por la ciudad de Aguere. Sin embargo, no veo tal cosa en mi propuesta, más bien todo lo contrario. En realidad esta idea se inscribe en la discusión más general que desde hace algunos años se viene haciendo en fotografía, tratando de resaltar la narratividad de las imágenes (podríamos remitirnos a algunos de los autores que han participado en las últimas convocatorias del Photoespaña o del más cercano Fotonoviembre). En tal sentido, esta cuestión no es nada novedosa, pero tampoco es algo de los años 60. Desde luego que yo, como no podía ser de otro modo, esta cuestión la he trabajado con mi propia forma y estilo, bien distinta de las que he visto hasta ahora. Las influencias de la poesía visual y del diseño gráfico ya las reconocía en este blog y en el texto introductorio de la exposición, pero al mismo tiempo advertía que no eran decisivas en mi planteamiento. Quiero decir con esto que texto e imagen, sí, pero no para jugar con el concepto de rotura textual y la consiguiente exaltación de lo icónico (aunque todavía hay gente que siga en esa onda. Ya veo que para ti es una cuestión más que superada). Se trata, por tanto, de todo lo contrario: la exaltación de lo narrativo a través de las tres composiciones imagen-texto que presenté.
Por último, dos atrevimientos: por un lado el de la fotografía, que se quiere autónoma y autosuficiente, es decir, el de la imagen que no necesita de más explicaciones que las propias; por otro, el de la literatura, que tampoco necesita o gusta de ilustraciones que coarten los universos imaginarios/significativos que vayan más allá de los recursos textuales. Ya sé que en los últimos tiempos las publicaciones y las exposiciones en que convergen estos dos géneros han sido bien recibidas. Sin más, me estoy acordando de “Eros piedra”, de nuestra querida Sonia. Aunque en tales casos no deja de ser una mera asociación coyuntural de artistas de uno y otro bando, que siguen sin abandonar los principios expresivos de cada uno. La cosa es bien distinta, pienso yo, cuando es el mismo autor quien funde ambos campos, el literario y el fotográfico, traspasando entonces esas barreras.

viernes, 15 de octubre de 2010

Diario de Malinowski


La referencia de Jesús, hace unos días, a los diarios de Malinowski publicados por la Editorial Júcar me hizo recordar al personaje y a la lectura fascinante de Diario de campo en Melanesia. Un libro que recomiendo siempre.

«Lucha entre la flojera y el deseo de liberarme. Finalmente me encontré yendo, pero muy desganado y apático. (…) Hice planes: cómo comportarme en Omar. [aquí posible errata de puntuación, y no de Herrar, sino de R. Castellano… ortodoxxxo, supongo] respecto del tabaco. Qué hacer, en qué trabajar, etc. Ideas sobre metodología de field work [trabajo de campo]. El principio fundamental de mi trabajo sobre el terreno: evitar simplificaciones artificiales. Con este fin, recopilar materiales tan concretos como sea posible; anotar cada informante; trabajar con niños, outsiders, and specialists. Take side lights and opinions [marginados y especialistas. Adoptar puntos de vista y opiniones laterales].» (fragmento del Diario de campo en Melanesia, Júcar Universidad, 1989).

Malinowski fue el padre de la moderna forma de hacer el ‘trabajo de campo’: estancia en el lugar, observación directa de los acontecimientos, sistematización de la información, el contraste de los datos desde distintas fuentes… En fin, todo un clásico dentro del género y, como tal, ejemplo a seguir. El resultado fue una serie de libros con el marchamo fuerte de lo científico, riguroso, objetivo y demás parafernalia académica sobre el estudio de los ‘otros’, de los ‘diferentes’ a los blanquitos y ‘civilizados’ occidentales. Tal afán, no quería otra cosa que superar las barreras de la parcialidad, la arbitrariedad y la subjetividad de los prejuicios, el etnocentrismo, etc., a la hora de entender el funcionamiento social de otras culturas.


Cuando tras la muerte de Malinowski aparecen entre sus papeles privados una serie de diarios personales referidos a sus estancias en Papúa/Nueva Guinea, y en 1966 se publican por primera vez, toda esa supuesta neutralidad científica del investigador con el objeto de estudio se vino abajo, suscitando los más acalorados debates. Sí, para algunos fue un duro golpe descubrir a un neurótico, hipocondriaco, arrogante y casi hasta racista investigador de las veleidades del Mar del Coral en Melanesia.


«Almuerzo; lectura de Kipling (muy pobre); luego, recopilación de información esotérica sobre el poulo y la waila —cada vez que incidía en cuestiones íntimas o de magia, tenía la sensación de que estaban contándome mentiras; esto me humilló. A las 6 enfilé hacia el sur para dar un corto paseo. Muy cansado y deprimido. Ni siquiera eché de menos Melbourne. Pensé en E.R.M. ¿Me sentiría feliz si ella estuviera aquí? Hice algunos ejercicios, y me puse a contemplar el cielo prestando especial atención a la Cruz de S. A la vuelta me puse a leer Maud River, e ignoré a los niggers


La cosa no quedó sólo en el escándalo puntual por el ídolo caído, sino que fue extensible a la propia disciplina antropológica y más de uno cuestionó la posibilidad siquiera de cualquier descripción ‘científica’ de las otras culturas. Aquello de: navegamos en paradigmas diferentes y cualquier acercamiento a alguno distinto del nuestro no será sino una forma de verlo desde el propio, es decir, de hacerlo inteligible a los axiomas ontológicos del nuestro. Si lográramos traspasar esa barrera cognoscitiva, convirtiéndonos al otro paradigma cultural para entenderlo completamente, ya operaríamos con otros principios y no podríamos ser comprendidos por los que todavía permanecen en su propio paradigma cultural. Esta irreductibilidad cultural no creo que sea tan drástica, pero lo que sí es cierto es que a partir del Diario de Malinowski esa inocencia científica, esa supuesta total separación entre objeto y sujeto, aquella alegría teórica y metodológica para una traducción fiel y transparente de esos universos significativos que llamamos culturas, ya no es posible mantenerla.
El Diario de Malinowski, sin embargo, lejos de lo que los más pesimistas vaticinaban, dio pie a una más compleja y enriquecedora disciplina que nos obliga a retratarnos con esa cámara especial de doble objetivo (pa no ponerme muy posmodelno), uno para el fotografiado y otro para el fotógrafo, y cuya imagen final es una foto caleidoscópica de múltiples caras y aristas en la que encontrarnos y reencontrarnos, unos y otros, sin solución final.

Ahí están, sin embargo, los perfiles caucásicos y discernibles de Bronislaw frente al 'primitivismo', al 'buen salvaje', a la 'negritud del otro', pasado y presente humanos, sujeto frente a objeto, exotización de unos hacia otros, etc. etc., señalando la jerarquización del mundo, la preeminencia de lo civilizado, etc. etc. ¿Contra eso seguimos luchando hoy? ¿Acaso hemos dejado de ser evolucionistas alguna vez? ¿Acaso hemos dejado de lado a la 'gran cadena del ser'? Me temo que no.


«Domingo, 31-3-1918. Último día del mes, completo colapso. Por la mañana no hice nada. Por la tarde, la mina de Dobu hizo su llegada; tomé fotos de la canoa y hablé con el policía de Saranoa. Subjetivamente: una situación general en la que necesito narcóticos (…) Terminé hacia las 12, y me sentía tan quebrantado y somnoliento (¿falta de arsénico?).»


Las apelaciones del Diario a la farmacopea de Malinowski es alucinante, no sólo por las sustancias y los principios activos, sino por la casi cotidiana montaña rusa: algo para subir, algo para bajar, algo para estabilizar, algo para combatir el exceso de subida, algo para combatir el bajón en demasía… Cuando en 1993 se organizó el VI Congreso de Antropología aquí, en la Universidad de La Laguna, se llevó a cabo una exposición en Icod titulada “Estancia de Malinowski”, una especie de homenaje al 'padre científico' y al lugar donde escribió su obra cumbre, Los argonautas del Pacífico Occidental. A la finca de El Boquín no llegamos a ir ese día (lástima), donde la hacienda en que residió para recuperarse en la isla de los desgastes del largo viaje al trópico, y donde redactó el importante manuscrito de Los argonautas. En la exposición, sí recuerdo que buena parte de las vitrinas alojaban una multitud de frascos y dosificadores con etiquetas sorprendentes: opiáceos como el láudano o la morfina, minerales tóxicos como el arsénico o los bromuros, cocaína, eméticos como el tartrato de potasio y antimonio… y no sé cuánto más. Cosas de la época… y, sobre todo, del espíritu inquieto y tremendamente hipocondriaco de Malinowski.

De la historia de amor… era para hacer una novela, más que sea de ciencia ficción (con permiso de García Rojas).

lunes, 11 de octubre de 2010

Obra y apellidos, en el día que fuimos 'a ver'

Al final Jesús, el autor de El Pintor asesino, se quedó por San Andrés. El viernes pasado, día señalado de “A ver vamos”, como era previsible, estuvo plagado de presencias y ausencias. Es decir, “a ver fuimos” unos cuantos, tantos que batimos record de asistencia en la sala (me comenta Sonia), aunque hablamos de San Isidro. Pero ya tiene mérito esa animación en un pueblo de gran aluvión reciente, aunque también se pretenda pujante y moderno. En la bajada desde La Laguna hacia San Isidro me acompaña Sergio Barreto, que sólo nos conocíamos a través de nuestros textos. Yo más los de él, claro. Sin embargo, le recordé una página web ya desaparecida en la que yo le había pedido colaborar con un poema, “El sur”. Reímos y recordamos esos viejos tiempos con el nexo común del amigo y también poeta y editor, Pepe Varos. También hablamos, como es lógico porque nos atañe a los dos, de la reciente crítica de Eduardo García Rojas en El Escobillón sobre los 13 gramos de gofio... Ja ja, por lo menos nos dejaron en el grupo bueno, le decía. Del texto mío apunta Sergio que le resultó “interesante”, y no es la primera vez que me lo dicen, Juan Royo, por ejemplo, también utilizó ese mismo término. Por “interesante” entiendo yo (igual me equivoco) que sí, que está bien, pero que le faltó desarrollo y despliegue narrativo. Yo estoy de acuerdo, porque cuando se publicó y releí el cuento después de un par de meses tuve esa misma sensación. En fin, le faltó tiempo de escritura, reposo para tomar distancia y volverlo a repasar, pero los compiladores me metieron tanta prisa que quise liquidarlo en un par de días. Nada, así quedó y ya no tiene remedio.
En la concurrencia a la exposición, además de los habituales gatunos del sur, encontré por allí a los escritores Isabel Medina, Javier Hernández, Ignacio Gaspar… A éste último le presento a Sergio Barreto pues ya sabía que su familia procede de Charco del Pino, también cuna natal y residencia de Ignacio. Allí ya se quedaron hablando de árboles genealógicos y demás historias asociadas. Previamente JMª. Lizundia, que también acudió al evento, ya me había hecho comentario sobre mi participación expositiva, un escueto: “Cartelería. Esto no es fotografía sino cartelería”. Yo insisto en que sí, pero en realidad eso es lo de menos. El comentario de JMª, autor de Vasca Cultura de Altura. Retorno estético de Oteiza e Ibarrola o directivo que fue de nuestro Círculo de Bellas Artes (hasta donde sé), tiene el peso de quien tiene opinión fundada sobre arte. El comentario, sin embargo, me defrauda pues no deja de quedarse en el formato, a no ser, claro, que para él ya eso lo diga todo. A G. (su compañera), aunque también plantea lo del cartelismo, por lo menos dice que le gustaron los tres centrales (ya es algo). Al rato regresa con Kiko para preguntarme por la veracidad del relato de “Mi hermano y yo”, por lo menos se dieron cuenta y leyeron ese cuentito. Nada, del resto siempre los comentarios favorables de la buena educación, el no saber qué otra cosa decir y el mejor callar (supongo). A los amigos de la fotógrafa Mª José, que también participa en la colectiva, algo les llamó la atención, pero no sé qué. No nos atrevimos a entablar conversación. A Coco, fotógrafo profesional, le gustaron (sin estruendo, todo hay que decirlo, pero esa es otra opinión de peso). En fin, esto no deja de ser un acto social más, pero en el que siempre aparece alguna piedra de toque y así sabes por dónde andas.
JMª sí que se detiene más en resaltar que no soy Herar sino Hernández Armas, ja ja, se lo advertía con bullicio a Sergio, quien reía sorprendido, ja ja. Cuando bajamos hasta la terraza de Playa Chica, en El Médano, Alberto Linares (que siempre estuvo curioso de las vicisitudes de los nombres de las personas) me advierte que lo de Herar es un acrónimo. No sabía lo que significaba, pero me explica que es el nombre resultante de la unión de siglas o partes de palabras con el objeto de acortarlas. Ahora leo en el wikipedia que también el significado de un acrónimo es la suma de los significados de las palabras que lo forman. Esa, esa era la idea, acortar reuniendo.
Un día me dijo JMª, cuando todavía era tripulante del “Bosque de Tijuana” en Radio Unión Tenerife, «¡Herar, debes estar orgulloso de tu nuevo nombre!» Yo no supe qué decirle, tampoco lo veía como algo tan extraordinario, sólo quería firmar con un nombre más corto del que tenía y se me ocurrió ese. Pero viendo el pequeño revuelo que ha cogido el tema, ya comienzo a entrever que mala cosa cuando la pericia del nombre sobrepasa a la de la obra.
Antonio Núñez estaba especialmente contento esa noche y con Lorenzo y Jaime seguimos la ronda de bares con el ronroneo de aquella hermosa noche, después de dejar a Sonia y a Alberto. Lástima que el Underground nos fallara, donde el polaco nos había prometido que nos esperaban. Bueno, más a Antonio que al resto. Por algo sería.

viernes, 8 de octubre de 2010

Premios, vidas, obras

Ayer en La Ser (en "Los Desayunos del Mencey" de Carmelo Rivero) hablaban del nuevo Premio Nacional de Poesía, José María Millares Sall, por sus Cuadernos 2000-2009. Allí salían varios representantes del estrato alto de nuestra literatura: Domingo Luis, Juan Cruz, ... y su hija Susana. Todos ellos hablando de su trayectoria, del poeta de Liverpool, del grupo de Planas de Poesía con sus hermanos Manolo y Agustín (vaya familia), Ventura Doreste, Pedro Lezcano... y su valiente apuesta por la libertad con consecuencias (cárcel incluida), de la revista Millares y demás. Hasta ponen un fragmento de su éxito musical sobre el barrio de Vegueta. En fin, hablan de reconocimientos, de las dificultades de los escritores canarios para publicar en la Península y, por tanto, de la dificultad para que se les conozca y reconozca etc. etc. a nivel nacional.
Plantea Juan Cruz, sin embargo, que lo importante no es que se publique aquí o allí, que se te reconozca más o menos (qué fácil cuando se mira desde arriba), lo más importante de todo es la obra (obvio). Lo más importante es escribir y que la creación quede plasmada en algo para ser comunicada a los demás. Lo de publicar... --continúa J. Cruz-- mayormente es cuestión de suerte, de estar en el lugar y el momento adecuado. Yo, por ejemplo, sin ser un gran escritor, nunca he tenido problemas para publicar a nivel nacional (sí, ya, pero con nombre). Luego lo importante no es tener un gran texto para luego aspirar a publicar en… sino escribir y tener una obra, que ya luego se verá dónde se publica. Es que los canarios --aclara-- tendemos a quejarnos mucho sin apenas tener obra (eso es cierto), y lo primero es, trabajar, escribir. Igual que hizo José María Millares, escribir y sacar su obra hacia adelante, que eso es lo que quedará» (así de fácil, puro coser y cantar).
Muy bonito todo eso, pero sabemos que la vida no es de color rosa y que la vida y la obra están siempre retroalimentadas, para bien o para mal, en toda su heteróclita fuerza impulsora. Aún así, casos como éste (que siempre estuvo muy bien arropado, todo hay que decirlo) o, por ejemplo, como el más extremo todavía de José Rivero Vivas (sin Premio Canarias, ni Nacional ni nada, pero sí con toda una vida dedicada a una vasta obra literaria que apenas comienza a conocerse ahora), no sé si siempre serán un ejemplo para las siguientes generaciones, pero al menos da que pensar.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Nos han barrido del gramaje estelar

En El Escobillón de Eduardo García Rojas nos han dado de vuelta y vuelta: "Poca ciencia y menos ficción. A propósito de Trece gramos de gofio estelar" (Oct-2010). Sigan enlace:

http://www.elescobillon.com/2010/10/poca-ciencia-y-menos-ficcion-a-proposito-de-trece-gramos-de-gofio-estelar/

lunes, 4 de octubre de 2010

Esbozo de un diario (I)

Pimlico, esperamos por mi hermana y mi sobrinita Judith (que al final se incorporaron a nuestra estancia londinense). Nora, mientras, se recrea en el juego que nos inventamos el otro día en los jardines de St Paul’s Cathedral. Es un juego de movimiento de piezas y robo de los tesoros acumulados por cada uno. Del juego digo que me aburre (mentira), porque siempre tienen que ganar ellas. No hay manera de embaucarlas. El que se queda con el hueso rosa gana, les digo, pero para ello hay que dar varias vueltas al tablero. La primera vez aprovechamos el dibujo geométrico del muro donde nos sentamos, pero ahora la forma del tablero es lo de menos, así podemos jugar donde sea: en un sillón de piedra, en la mesa del salón de nuestro apartamento, al borde de una jardinera… Da igual donde nos cuadren los tiempos muertos que aprovechamos para jugar a esto.
La vecina de nuestro tablero de juego en Pimlico, que también espera como nosotros, sonríe al vernos jugar. Cuando lleguen ellas nos vamos al Tate Britain, los prerrafaelitas nos esperan. En ese grupo tenemos a pintores que nos gustan mucho a mi hermana y a mí, pero no sé cómo vamos a hacer con las niñas, seguro que las pequeñas no son de la misma opinión que nosotros. J.W. Waterhouse, Herbert Draper “The lament of Icarus”, F. Leighton “The bath of the Psyche”, J.E. Millais “Ophelia”, Dante Gabriel Rosseti "Proserpine", W.H. Hunt … Me encanta disfrutar de este culto a la belleza todavía plagado de referentes a la mitología clásica.
A William Blake lo busco por las salas y casi no lo encuentro, apenas un par de pequeños cuadros. ¡Qué lástima! Donde sí lo encontré fue en St. Paul's Cathedral, bajando al sótano del edificio. Siguiendo el plano que me dieron a la entrada encuentro finalmente una placa en su memoria:

"William Blake 1757-1827. Artist-Poet-Mystic".

Varios grupos llegan mientras estoy allí. Debajo, una cita textual de su famosa estrofa de Auguries of Innocence:

"To see a World in a grain of Sand
And a Heaven in a Wild flower,
Hold Infinity in the palm of your hand
And Eternity in an hour."

"Para ver un mundo en un grano de arena
y un cielo en una flor salvaje,
toma la infinitud en la palma de tu mano
y la eternidad en una hora." [traducción mía]

De vuelta al metro… ¡Ah! Las niñas también se lo pasaron genial con unos talleres infantiles en medio de una de las salas del museo.
…De vuelta al metro, decía, nos tropezamos con grupos cada vez más numerosos de españoles quinceañeros. En las estaciones más concurridas, como Victoria, siempre nos lo encontramos de camino a alguno de los ítems del mapa turístico de la ciudad. Igual que nosotros. Los grupos de italianos no son menos, siempre en bandada mirando al mundo con alegre despreocupación. Ya habrá tiempo de fruncir el ceño, pensarán.
Durante el recorrido subterráneo creo que al final me gustó mucho más la “Ophelia” de Tom Hunter. Es la versión moderna de la “Ophelia” de Millais, una recreación, como las que tanto venera Jesús. Seguro que a él le habría gustado más que la original. La obra de Hunter es también el retrato de la muerte de una doncella, de una doncella moderna, una mujer perdida en la maraña de historias de marginación y drogas, con la fragilidad de la vida en los bordes, al filo del precipicio. Hunter la conoció fugazmente en alguna de las fiestas alternativas de los artistas y los progres. Ella vivía en el río, en una barcaza, y su vida de drogas, alcohol y tristeza acabaron con su caída al canal donde muere ahogada. Ya no es la aristocrática historia de Shakespeare en Hamlet, sino la de los barrios industriales de Hackney, destruidos hace unas décadas y que ahora son invadidos por la naturaleza nuevamente, creando ambientes interesantes en los márgenes de la ciudad, desprovistos de una pureza que quizás nunca existió, pero que resultan tan intensos y exuberantes como los del retrato de Millais. Allí es donde ocurre la historia de esta nueva Ophelia... entre la inocencia y la maraña... entre la inercia y el escándalo.

Cuervos en el horizonte

Sí, a ver vamos todos. A ver qué pasa, o mejor, qué nos pasa, y seguramente no pasará nada más que el discurrir del tiempo entre cacofonías extrañas. Cosas del diablo que llevamos dentro y que nunca nos deja tranquilos, cosas de cuervo loco croando y croando al infinito... como aquél cuervo que me despertó una mañana en nuestro campamento base de Beaufort St, entre el puente de Battersea y King´s Road. Era temprano y todos dormían todavía. El ruido de la ciudad llegaba suave y amortiguado: «¡Croaa, crooaa, crooaa...!» aquella voz ronca resonaba fuerte y clara en el patio entre los edificios gemelos de Beaufort St. Me asomo a la ventana del cuarto y no era un cuervo sino siete; siete cuervos en el suelo saltando bajo el enorme plátano (de los hermosos platanales de Londres me gustaría hablar otro día). Era una familia, un grupo de amigos, dando saltos a dos patas mientras parloteaban distraídamente. Siete cuervos como los que dicen proteger la Torre de Londres de una debacle segura para la realeza británica. Siete islas negras de brillo metálico y bello croar. «¡Crooac, crooaaac, Petronila, croooac…!» me pareció entender. Los cuervos salen del patio hacia la calle pero tras la verja queda el último, dubitativo, y se vuelve hacia el cobijo del plátano. Al momento, regresan los otros uno a uno volando raso. Al encontrarse de nuevo croan y croan… como de una pequeña familia o un viejo grupo de amigos se tratara. No pueden estar juntos, pero menos aún separados. Al fin vuelan erráticos en desbandada patio adentro, hacia la trastienda de los edificios de ladrillo. Uno, sin embargo, se queda un momento y mira hacia arriba, parece que me ve, con esa mirada penetrante de córvido del demonio. El séptimo cuervo, del séptimo día de estancia, del mes siete, desde el séptimo piso del barrio de Chelsea que llaman World’s End, el Fin del Mundo, a tiro de piedra del poderoso Támesis con sus túrbidas aguas al pasar por Canary Wharf. Viejos muelles de acogida a los tomates subtropicales isleños, nuevo centro financiero de cristal pulido e impoluto en los edificios, tratando de disimular las malas artes del negocio sin tregua. Canary Wharf, donde el río culebrea con fuerza como sacudiéndose las moscas verdes que acuden al festín de la inmundicia.

domingo, 3 de octubre de 2010

La narratividad de lo gráfico vs La imaginería de lo escrito


A ver vamos, en el Centro Cultural de San Isidro (Granadilla de Abona),
el próximo viernes 8 de octubre a las 19,30 horas.



Por mi parte, al participar en esta exposición colectiva me propuse fundir dos campos creativos en los que he trabajado últimamente. Se trata de una experimentación fotográfica y literaria, donde ambos elementos se entremezclan e interactúan en tres situaciones diferentes: «lo superpuesto», «lo adjunto» y «lo desprendido». El elemento espacial de estos tres momentos no es el único criterio definible, aunque sí el más explícito. Dos lenguajes que se cruzan en un mismo espacio, el visual y el literario. Dos lenguajes con códigos distintos que cohabitan, se oponen, se pisan, se complementan, se intensifican, se traspasan...
Las influencias de la poesía visual y el diseño gráfico están ahí, pero no son decisivas pues no tratan de expresar un lenguaje exclusivamente icónico-poético. Más bien trato de forzar y problematizar los conceptos interpretativos de ambos lenguajes, tanto en su interdependencia (texto que explica imagen, imagen que ilustra texto… la narratividad de lo gráfico, la imaginería de lo escrito…), como en su independencia (textos e imágenes que presentan autónomamente sus propios universos significativos).

sábado, 2 de octubre de 2010

Merca & Parrilla ¿Quién da más?

La cajera del Mercadonna me advertía hoy que no van a seguir dando más bolsas de plástico. Las que te dan ahora tampoco son como las de siempre; ya te dan como una especie de sucedáneo desvaído para que vayas tomando conciencia del próximo final de este supuesto altruismo bolsil. «¡A partir del 18 se acaban las bolsas gratis!» Profería la adusta cajera. «Pero oiga, cómo es eso, ¿ahora tengo yo que meter toda mi compra en las bolsas grandes esas? ¿Y para qué quieren todos esos cestos de plástico?» «No señora. No, que usted tiene que traer su bolsa vacía, pero hace la compra como siempre en los carros o en las cestas y cuando pase por aquí, por caja, luego saca usted la bolsa y mete la compra dentro. Porque a partir del 18 tendrá usted que pagar si quiere bolsas de las nuestras.» «Ajá, vaya, ahora quieren sacar dinero hasta por las bolsas. Pa que luego no digan que la crisis…» «¡Que no, señora, que no es por hacer negocio, que eso es por los ecologistas, que no quieren que se use tanto plástico en el mundo!» «¿Los ecologistas? ¡Entre los ecologistas y ustedes van a acabar con una…!» «¿Y qué día dice que se acaban las bolsas?» Pregunta la de más atrás «¡El die-ci-o-cho!, el 18 bonita» «¡Ay, gracias guapita!» ¿Bonita? ¿guapita? Vaya una forma de utilizar expresiones retóricas, me dije yo al ver aquellas señoras con tremendas curvas anatómicas. ¡Uf! hasta el Mercadonna se ha vuelto ecologista y chic. Cuesta creerlo, pero...

Del Sur vengo cargado con el folletaje que me ofreció Sonia. En fin, entiéndanme bien los mal pensados. Me refiero a cargado con todo el marketing publicitario de la exposición colectiva que se avecina: "A ver, vamos" Nueve artistas para el colorido, la armonía y la expresión multicultural (qué bonito), siguiendo las palabras de la propia jefa y artífice de la Asociación Cultural La Gatera, organizadora del evento junto a la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Granadilla de Abona.
Uno de esos "artistas" soy yo (qué cosas). Lo cierto, es que nunca me había gustado ese nombre para la Colectiva. "A ver, vamos" me sonaba a algo así como "Vamos chicos, anímense a participar" o "Aquí estamos, a ver qué pasa" y cosas por el estilo que más que animar a participar, ofrecían un lastimoso panorama creativo. Daba más ganas de mirar para otro lado y dejarlo correr, que otra cosa. Sí, ya sé que no estamos en mucha mejor condición que eso, pero, coño, tampoco es para estarlo sacudiendo a los cuatro vientos. Por lo menos, no sé, dárnoslas con un poquito de más empaque, con algo que decir, qué sé yo...
El caso, es que viendo los "folletos" de Sonia me tomo el susodicho título expositivo no tanto en un tono exclamativo sino en un tono plenamente afirmativo, y en mucho ha mejorado mi aprensión inicial. Ahora lo veo más en esa línea participativa y dinamizadora que siempre estuvo en la filosofía que nos inspiraba a unos cuantos cuando comenzamos a hablar de hacer algo así, diverso y coral. "A ver, vamos", sí, ojalá se cumpla y vayamos todos efectivamente a ver y disfrutar de los trabajos y propuestas de algunos de nosotros, y que sirva para encontrarnos allí, conversar, reir, intercambiar, despotricar, alabar, llorar... no sé, algo. Algo que nos saque un rato del tedio, la soledad y la distancia. Pero como somos tan bichos raros (yo el primero, alguna especie de cuervo selvático y salvaje según Jesús, véase blog) seguramente nada de esto sucederá y nos quedemos todavía esperando a que la cultura sirva para algo más que para rellenar la parrilla preconcebida de actos en la jodida política cultural de estas islas.