lunes, 17 de mayo de 2010

Lunula Incorregible


REVISTA LUNULA, Nº 24 (2010). PUBLICACIONES DEL ATENEO OBRERO DE GIJÓN http://www.ateneo-obrero.org/
Índice:
10 TIMON SEIBEL “Jonás, Poefeta en Nueva York, un drama poefético en seis cuadros”
24 FRANCISCO JAVIER AVILA “De la muerte en verano. Extractos”
28 NURIA CUBAS “Bonnie and Clyde”
34 LIBERTAD KAISER “Borradores”
38 PABLO MATILLA “La palabra”
42 SOFÍA CASTAÑÓN “Skopje’s disorder”
45 ÁLVARO ESCRICHE “Montaje”
46 VICENTE GARCÍA “Poemas”
50 MIRANDA GRACE “Presente indicativo del verbo amar”
53 KARLOTA ARBIZU “Poemas”
56 JORGE GARCÍA COLMENAR “Discurso acerca de la alegría o la tristeza de la vida de dos peces de pecera”
58 FRANCISCO VALERO “El arte de los perros”
62 ROSARIO HDEZ. CATALÁN “Chernobil, paraíso natural (fragmento)”
66 ISAAC DEL VALLE “Monólogo. Contra la poética en segunda persona”
72 LIBERTAD KAISER “Falange & No”
76 SIBISSE RODRÍGUEZ “Poemas”
80 JOSÉ RAMÓN ALARCÓN “de Lupanario (o Mediodía del Matarife)”
84 XUAN CARLOS CRESPOS “Malpaís. La Muerte y la Doncella”
88 MIRANDA GRACE “El amor, la muerte, la luz”
90 CHUS MATOS “Juegos de seducción”
94 ANTONIO ARROYO SILVA “Elementos del quicio”

“MIS MEMORIAS” (Carpeta)

96,99,111 MARCELINO MARICHAL “Mi colección de vidas: ratón, mono, burro”
97 JUANA MUNUCE “Memorias de una viuda”
98 PILAR POMARES “I’am”
100 RAMÓN HDEZ. ARMAS “El hombre del perro y otros territorios”
109 JOSÉ Mª. LIZUNDIA “Las tramas de la memoria”
112 ÁNGHEL MORALES “Desde el Meridiano Cero… hacia el puto mundo”

Apagando fuegos

Lunes postTete. No me apetece hablar del tema, para eso ya está la cacofonía funcionando a tope desde primera hora de la mañana. Sólo es un sueño más, que acabó en derrota ¿Te suena de algo? Preferiría hablar de Lunula, que ya nos llegó su nueva entrega de 2010, pero seguramente comentaremos cosas el martes en el Bosque de Tijuana (La Puerta), Radio Unión Tenerife. Mejor, pues, hablar del incendio que tuvimos ayer en la trastienda de nuestras casas, por aquí, en la frontera de La Cuesta con el Campus Universitario. Hay quien le encanta ver maniobrar a las excavadoras y a los camiones, y se pasa horas y horas deleitándose con sus desenvolvimientos de desmonte. Hay quien se pasa, igualmente, mucho tiempo en las cercanías de los aeropuertos mirando las operaciones de aterrizaje y despegue de los aviones. Hay también, quien se maravilla con el fuego, con su despliegue, su evolución en la quema de rastrojos y ramajes, en la combustión de toda clase de deshechos y haciendas de los márgenes urbanos, en esas piezas de ciudad todavía libres de hormigón. Eso fue lo que ocurrió esta vez. Dicen que unos niños se empeñaron ayer en prenderle fuego al trozo de sabana que me encontraba felizmente todas las mañanas, frente a mi ventana de la cocina, mientras preparo los desayunos. Ahora el paisaje es distinto, me recuerda a aquel reportaje televisivo que vi sobre los aborígenes australianos prendiéndole fuego, también deliberadamente, a su sabana y cómo eso favorecía, paradójicamente, la regeneración de la vida en esas tierras. Tanto es así, que los actuales guardas forestales de ese parque natural han debido aprender también esas viejas técnicas ancestrales para garantizar el mantenimiento de la diversidad biológica allí. No sé si éste será el mismo caso (a no ser que convengamos en considerar a los chicos como aborígenes), pero al menos sirvió para embelesarnos con el despliegue de los bomberos en medio de las llamas, arrastrando sus mangueras ignífugas por los suelos calcinados, con sus fuentes refrescantes triunfando frente a las llamas, con sus atuendos casi de caballeros de época. Hasta yo mismo me convertí en uno de ellos defendiendo mi pequeño jardín okupa, en la trasera de mi casa, con mi pequeña manguera doméstica blandiendo mis risibles armas para mantener el fuego a raya, mientras los verdaderos bomberos se ocupaban de fuegos mayores. Al final me animé a ir por donde estaba uno de los camiones cisterna y allí comencé a hablar con un ávido espectador de aquel escenario. Era pescador, y para sacar una titulación contraincendios que le exigían, había estado un tiempo de maniobras con los bomberos voluntarios. Él fue quien comenzó a explicarme cómo distinguir por el color de sus cascos a los profesionales de los voluntarios, y de las pautas que estaban siguiendo contra el fuego. Yo le digo de las broncas que han salido en los medios por las reivindicaciones laborales de los bomberos voluntarios, a lo que él me va poniendo cumplidamente al día en antecedentes y de los piques que todavía se tienen unos y otros. Son como una pareja mal avenida, que vive en la misma casa y usan los mismos espacios, pero no se hablan. Parecería hasta gracioso si no es por la preocupante descoordinación que seguramente se daría en situaciones realmente peligrosas. «¡Ves! Lo que te decía ¿No oíste lo que le decían los voluntarios por la emisora a aquél profesional de allí?» «No, no» «¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza! Le decían que si no tenían agua, que podían enchufarse a la de ellos. ¿Y qué hizo el otro? Arrimarse al árbol para que no lo vieran y decir a sus compañeros que no con los brazos. ¡Qué vergüenza! No tendrían por qué estar así con los pibes, que lo único que hacen es estar ahí porque les gusta. Ellos hacen exactamente lo mismo que hacen los profesionales, pero claro, no cobran como ellos, sólo por los actos de servicio, mientras que lo de ellos es fijo, haya o no haya incendios. Se la tienen jurada ¡Qué vergüenza! Esto deberían regularlo de alguna manera. Esto sólo pasa aquí, en otros países no hay profesionales, sólo voluntarios porque los profesionales salen muy caros. Pero aquí ni lo uno ni lo otro, sino los dos. ¡Hay que joderse!». Y yo, como pequeño e improvisado bombero voluntario, no dejé de darme por aludido. Con el pan de nuestro trabajo hemos topado... Hasta que haya algún muerto, supongo.