--¿Quién es esa Irene? --Le decían por doquier.
Y el eco de Irene se extendía entre las adelfas del jardín. Oasis de marinero en tierra, hogar de centímetros bibliográficos, rincón de tertulias interminables con el arrobamiento de la noche. Erudición del Medio Oriente entre camitas y semitas, entre el hebreo y el árabe, y no sé cuántas cosas más. Lugar de oralidades varias. Umbral, puerta... paso obligado por el que todo sale, por el que todo entra.
Ay, Irene, cuántas cosas sabes en tu fronda profunda y lateral. Como un camino recto, dulce y umbroso donde, al fin, encontrar tu trastienda abierta y floral. Ay, Irene, siempre ofreciendo tu sinuoso flamboyán, árbol del fuego, escalera hacia los cielos que la gata secreta recorre en un pin-pan.
Irene, amigo mío... Irene, amiga mía... es el beso sabio del viejo Matusalén, es el recuerdo del largo camino y el extrañamiento, es la tarde al encuentro de empatías y discernimientos, es la caricia pura de aquellos montes reverberantes y del mar mineral, es la noche del conflicto y del apremio de las emociones.
Esa es Irene... y alguna otra cosa más.
martes, 14 de junio de 2011
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