jueves, 2 de junio de 2011

Recuerdos del Japón y Melanesia

Anoche conocí a Tukumuro, vecino del barrio de La Maldad, al igual que nuestra serpiente insigne. Él me hace el misterioso cuento de cómo siete caballeros montaron, cada uno por separado, en solo seis caballos de negro azabache para salvar a la grulla de una maligna y ponzoñosa herida que amenazaba acabar con su vida. Y también me contó cómo espantaron al monzón del Caballero Negro con una máscara de teatro Kabuki y un baile de pasos mágicos a lo largo de un círculo. También me presentaron formalmente a la dragona Tiralíneas en un juego de aventuras japonesas que ya había comenzado por la tarde en un cruce fortuito a la puerta de un colegio. Una expresión de fascinación melancólica, de esas que dejan huella y sin saber el porqué. Bueno sí, sí lo sé. La cosa continuó luego con esa historia donde Toru Watanabe escucha casualmente aquella canción de Los Beatles, "Norwegian Wood", que le transporta a una época sesentera de amores y suicidios (la serpiente lo cuenta mejor). Por último, en la tertulia de madrugada me encuentro casualmente en un estante, Samurai..., una vieja novela de Jesús R. Castellano (¿quién será ese?, me pregunté), y que me cautiva como solo me cautivan muchas cosas de Oriente. Y Tukumuro, con grueso pincel de tinta china, me redecora los trazos del samurai impreso, que, inmisericorde, se disponía a cruzar con su espada a un guerrero abatido.
Ay, y eso me hizo recordar aquella fantástica película de Jim Jarmusch, con Forest Whitaker haciendo de asesino a sueldo en la moderna NY, pero bajo el estricto código de honor de los antiguos samurai.
Hoy, sin embargo, me acuerdo del otro día en Tijuana Forest. JMª me preguntaba que cómo iba yo a antropologizar la narrativa canaria última... (Anghelito no puede mantener esa boca cerrada) Al momento, tuve la imagen de mi caseta de campaña plantada en medio de las casas de los escritores canarios, cual Malinowski de los tiempos gloriosos (véase fotos de una entrada anterior: "Diarios de Malinowski"). Los escritores, así, convertidos en modernos aborígenes melanesios y al 'científico' plantado en medio de sus vidas para estudiarlos de cerca, in situ. Ja ja. Noo, JMª, tampoco se trata de eso, solo pretendo encarar este boom desde una perspectiva más amplia que la estrictamente literaria. Ahora también veo que en una de tus entradas recientes me atribuyes antropologizar cada momento (ja ja). Antropologizar, Politizar, Literaturizar... qué más da, cada uno se pone el cristal con las dioptrías que le pertenecen. Como si son bi o trifocales; como si son completamente progresivas, igual que el rock de aquellos primeros setenta.
En fin, pelillos a la mar.