Esta mañana me levanto temprano. Me siento con energía; respiro hondo, me visto el chandal, le doy un arreglón a mis olvidadas plantas. Cuando ya se hacen las diez, salgo a caminar la recta, esa que usan todos los puretas de mi barrio para ganarle la batalla al colesterol y a la osteoporosis. Al final de la recta me esperan los periódicos en la tienda de la gasolinera, y la compra en el Campo Verde: las verduras, el pan, las papas y la fruta. De vuelta, con sendas bolsas repletas en las manos, me imagino en la escena agradable de gran proveedor regresando a su guarida. Sí, todavía nos queda algún gen por ahí escondido que hace que segreguemos alguna clase de endorfina cuando nos vemos en ese papel, de cazador-recolector volviendo a casa con las manos llenas. Hace unos días, cuando Juana estaba con nosotros por las tierras de Icoden y la Isla Baja, nos preguntó a Jesús y a mí en qué otro tiempo nos hubiera gustado vivir. Yo me fuí al futuro, no querría estar con penurias, seguro que el futuro es más confortable, les decía (pensaba como mi abuela). Jesús, por el contrario, se fue al pasado. Pero al pasado prehistórico y cavernícola, vamos que le habría gustado vivir en esa época del hombre luchando directamente contra los elementos, y yo me acordé de esas novelas de Jean Auel, El clan del oso cavernario, El valle de los caballos, Los cazadores de mamuts... Joder, qué bien escribía Auel y cómo me lo pasaba con esas historias de cromañones y neardentales. Los neardentales eran concebidos allí como más fuertes, pero mucho más toscos y de menos inteligencia que los cromañones, lo que motivara finalmente su desaparición (recuerden la versión cinematográfica En busca del fuego). El famoso yacimiento de Atapuerca contiene restos neardentales, pero por la conferencia que el mes pasado nos dio en la ciudad de Los Adelantados uno de sus investigadores principales, Ignacio Martínez Mendizábal, quizás los neardentales fueran mucho más listos y evolucionados de lo que creíamos hasta ahora. Seguramente hablaban, o sea, que nada de gruñidos, medias palabras y gestos, sino lenguaje puro y duro, con lo que eso implica de abstracción y de inteligencia. En fin, habrá que preguntarle a Jesús, pues, si querría ser neardental o cromañón. No conocía él, sin embargo, las novelas de Auel. El día que consiga leer alguna novela de esa saga de las aventuras de Ayla, su sueño se verá cumplido.
--Ramón, te faltó traer la carne molida.
--Joder, sí ya, ya voy al Mercadonna y en un momento la tienes. Así aprovecho y traigo medio pollo fresco y hago una buena sopa para acompañar las papas rellenas.
Y la compra se resuelve pronto en el mercamobile de un sábado mañanero, en el hueco de las colas para entrar, buscar y salir.
--Toma, aquí tienes la carne.
--Ramón, trajistes pocas papas. Faltarían tres o cuatro más para completar el caldero.
--¡Cómo, otra vez hacer la recta para ir al Campo Verde!
Jodeeer, menudo gran proveedor... Al final de la recta me fijo de nuevo en ese graffiti del muro, un corazón de más de un metro de alto. Un gran corazón ardiente con varios tonos de rojos y amarillos, y una vitola azul que lo rodea con pliegues al viento ...y sobre el corazón, esa enternecedora frase: "te quiero".
Y yo apreto el paso, y cierro los ojos, y me convierto en un neardental poco hablador y gruñón, vagando por las llanuras del Danubio con su bolsa de piel llena de tubérculos recién cogidos de la tierra fresca, en una mañana soleada de invierno.