Noche de luna cornuda cuando de vuelta al sur en mi bólido me fijo hacia arriba, en el cielo. No podía ser de otra manera. A Jesús le hablaba hoy de un extraño buque en la rada de Anaga, frente al muelle norte. Era como un enorme cajón con quilla de barco, le decía, sin escotillas ni galerías, compacto, cegado, clausurado. Lo que no le dije, para evitar malos augurios, es que parecía un enorme ataúd, un ataúd blanquiazul fondeado y a la espera.
«Y cerraste las persianas?» Me enviaba P. un sms durante el partido, y yo pendiente todavía del humillante e inapelable 0-3 y con uno menos de los nuestros. El cielo se pone a llorar y eso disimula las lágrimas de la grada. Hasta la 'Shakira' de la fila 20, con espléndido sombrero atigrado y de oscuro y abundante pelo en pecho, hace rato que dejó de mover sus caderas y hasta sus conspicuas pestañas de drag-queen. El ataúd flotante espera como buitre carroñero que da vueltas, pero te vas a joder. Todavía tendrás que seguir vacío, esperando. Mejor vete y no vuelvas más.
«Chito, deja la cafetera al fuego, que tu sobrina no sabe cómo se hace» «Abuelo, que eso te va a despejar mucho y luego…» «Eso, eso es lo que busco. Que me despeje». Ese es el hombre, nada de somnolencias de más; vida, tino, ideas y recuerdos que contar, que escuchar… Cada vez que voy por allí recibo su lección vital.
Noche cornuda, de verdad, porque algo falso flota en el ambiente oscuro hacia el sur, y todavía no sé bien por qué. Será por el dichoso 1-1-0 protegido bajo un perfecto y brillante círculo rojo… Todo se reduce a números esta vez, bajo la promesa del mal de muchos por la dejadez y ominosa falta de previsión de unos pocos. La falsa abundancia de los de siempre. ¿Quién fue que dijo que sin escasez no hay economía?
martes, 8 de marzo de 2011
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