miércoles, 15 de diciembre de 2010
Hay días
Hay días en que se acabó la magia. Nada, no hay nada extraordinario que contar. Sí, siempre hay cosas, cosas que suceden por ahí fuera y por aquí dentro, pero sin ganas de escribirlas... ¡Bah! Hasta que te dices -acordándote del viejo Bukowski- ¡a teclear!, que salga todo, que fluya y fluya sin pensar demasiado antes de que se haga la hora de ir al hipódromo y apostar por caballo ganador. Qué digo hipódromo, si aquí nunca ha habido nada de eso, ni siquiera peleas de gallos a las que acudir para participar de la rueda de la fortuna en medio de la sangre y el griterío. Sólo K. tiene prometido avisarme para la próxima velada en el cuadrilátero (el de verdad). Pero qué más da, a J. lo veo en su propia jaula de gallos, quíqueres y gallináceas varias. Sin embargo, a mí me hace falta el griterío, el entusiasmo, el apasionamiento desbocado que me saque de este coro de voces cotidianas. Las idas y venidas se suceden con pequeños temblores. A veces surje el espejismo y las cosas comienzan a estar claras, pero al cabo todo se desvanece en el aire. Sólo el rumor de las letras permanece fiel a sí mismo. Pequeños soldaditos de Salamina que alguna vez pensaron que la batalla estaba ganada. Que siga la farsa.
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