domingo, 30 de mayo de 2010
Goodbye Hopper
Me entero hoy en la tele, que Dennis Hopper murió. No tenía idea ni de que estuviera jodido. Justo la noche del viernes estábamos viendo una de sus películas emblemáticas, y a la que había hecho alusión, casualmente, en mi entrada anterior (la conseguí en dvd y hacía tantos años ya que la había visto que...). La mítica Easy Rider, dirigida por Hopper; con guión escrito también por él, por Peter Fonda y por Terry Southern; protagonizada también por Peter Fonda, por el propio Dennis Hopper, Jack Nicholson y Karen Black (sí, nombres muy conocidos ahora, pero en aquella época fue cuando se convirtieron en algo más que promesas). Además, en la banda sonora aparecen músicos tan singulares como Jimi Hendrix o grupos como The Byrds, Bob Dyland también llegó a colaborar en algo, ya no sé qué, sí, creo que a componer algunos versos de la afamada Born to Be Wild, con los Steppenwolf. En fin, una película de culto para muchos. Nosotros veníamos del Devizzio medio asustados con la crisis (Cristo, amigo y uno de los dueños, es economista y sabe de lo que va esto, hasta dijeron allí algo de 4 gatos). Como esto siga así, muchos proyectos y muchas ideas se van a ir pal carajo. Y ahora viene un mes completo de Mundial, otro paréntesis cultural casi obligado. Ya se lo advertí a Sonia, aunque el Faro... es mucho Faro. Bueno, pues como decía, vimos la peli a la vuelta del Devizzio, en la sesión golfa, hasta que ya nos quedábamos completamente ciegos y sordos por el ronroneo, la juana y las chinas. El sábado, encuentro con las huestes de Bertolucci en el espartano pero entrañable bar Pajero. Comimos luego en Casa Pedro bien aconsejados por Sonia. Menú gomero, potaje de berros, pescado frito, cerveza y café, a ¡nueve euros! La crisis al menos está sirviendo para algo. A Jesús lo dejé, más tarde, rumbo a San Andrés bajo la aleta del tiburón, territorio Calatraba, entre otros. No sé cómo le fue, pero cuando me volvía lo veo en la parada desconfiado por el botón de aviso para la próxima guagua, con su mochila roja y negra, y me acuerdo del cuento de Lunula. Pienso que tal vez debería olvidarse de la guagua y regresar caminando. Cuando se encontrara con El hombre del perro, seguro que le enseñaría algunas claves para descifrar los misterios de las llamadas de móvil y el del corcho vikingo.
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