martes, 22 de marzo de 2011

Sinvivires

Hoy nuevamente mercamobile antes de comenzar con los macarrones. Andaba yo decidiéndome entre los de 'verduras' y los de 'al huevo' cuando la pureta le contaba a la mercadonna sorprendida y boquiabierta: "Mira, mira cómo me quedé de ayer cuando fui a la playa de Las Teresitas" "¡Muchacha! ¿Qué fue eso?" La pureta mostraba las ristras de urticarias de sus piernas, pero en ese afan, y ya de manera casi impúdica, algo más. ¡Joder, era realmente expectacular! "Mira, que me voy bien trempanito y después de caminar un rato me meto en el agua a darme un baño. Aquello estaba lleno de medusas blaquiazules y yo no me di cuenta... hasta que siento un escozoorrr... ¡Mi madre santísima! Salí de allí como pude. Pero mira, mira como me dejaron las muy jodías." Y cambia sus pies de posición hasta enseñar todos sus lados. Mientras, yo tengo que taparme la vista de aquella mezcla de erupciones cutáneas con las varices de los años y los diversos aflojamientos de las carnes de lo que, sin duda, algún día fueron hermosas y armoniosas formas. "¡Ay ay ay! Eso te tienes que ponerte mucho ajo por encima." "¡Calla, que ya me he puesto de todo! Esto es un sinvivir."
Sí, y eso, de pronto, me lleva a pensar en otra clase de sufrimiento; pues también yo me sé de otros elementos blanquiazules que igualmente te meten en un sinvivir, y para eso tampoco hay ni fomento ni emplasto que valga.