Acabo de llegar del cine-TEA donde ponían My father, my lord (ya había comentado que quería ir a verla). El viernes también asistí al escenario de Al Faro, grata velada a pesar de mi forzada retirada del ronroneo (estaba la noche para eso). Dos buenas oportunidades para el laicismo de Israel. Si JMª nos hablaba de ese país desde la perspectiva del Tel Aviv moderno y laico frente a la perspectiva 'cuatri-paradigmática' del Capitán América sobre el Jerusalén creyente, Volach, por la parte fílmica, nos hablaba también de su viaje desde el ultraortodoxo Jerusalén de la infancia hasta el empeño adulto y cinematográfico de Tel Aviv universitario, desde el fundamentalismo al laicismo en recorrido autobiográfico. Toda una lección para la descomposición del estereotipo sobre ese país o, al menos, para su complejización, que ya es algo. Y eso que todo empezó con un enfoque pretendidamente científico del caleidoscopio religioso, aplicándole un concepto de la historia de la ciencia que me chirriaba por todos lados. Vamos a pensar que se pueda hablar de paradigmas en la composición religiosa de una cultura como la hebrea, pero deje usted, mi Capitán, de aplicar la coletilla kuhniana cuando además luego me habla que esos paradigmas no son excluyentes sino todo lo contrario, se solapan, complementan y conviven. No ve que el concepto de paradigma de Kuhn lo que trataba de mostrar en la historia científica es que no se podía hablar de una línea ascendente y acumulativa del conocimiento sino de discontinuidades contradictorias entre sí: revoluciones (el mismo título del famoso libro alude a ello) y que hace que unas teorías se abandonen por otras (las que conforman los mentados paradigmas), y que el pardigma copernicano se queda obsoleto por el newtoniano y éste, a su vez, por el einsteniano. Use usted, pues, ese concepto en su acepción normal si quiere, que no había necesidad de semejante coletilla 'kuhniana' y meterse en tremendo embrollo teórico. Aunque siempre quede bien adornarse de autores y teorías piense que sólo ocurrirá así cuando la mención de autoridad sea realmente pertinente.
Lo que sí me pareció una auténtica revolución a lo Kuhn fue el cambio de paradigma del 'look' de Jesús, joder, un tremendo peinado al más puro estilo del Conde Lequio o, incluso, a lo Mario Conde en su mejor versión mediática. Eso sí que es una discontinuidad, vamos, una rotura completa. Así tomaba él, con gesto serio, apuntes a diestro y siniestro en los márgenes libres de una revista, cuando los hermanos nos ilustraban con datos de la historia de Israel; ya creía que eran apuntes para alguna novela.
Y al hermano carnal del Capitán, decirle que estuvo pletórico al permitirse saber cortar a tiempo el encuentro de Al Faro, sobre todo él, que había sido el último en llegar ¡Ja ja! (lo reconocí por la voz, y nos presentamos al fin, pues no tuve la suerte de poder estar en aquel wagneriano programa de Tijuana).
domingo, 20 de marzo de 2011
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