viernes, 18 de junio de 2010

En la hora 13

En la trasera de mi casa encuentro ahora un pequeño remanso de paz. El ruido de ciudad queda amortiguado, como un eco en la distancia, mientras el alisio refresca en las sombras y trae nubes sueltas que se contrapuntean al azul límpido e infinito de este subtrópico de isla. Junio, las tierras se agostan ya por aquí, pero nosotros tenemos un pequeño oasis okupa en la trasera de nuestras casas. El laurel crece fuerte y salvaje, y ya no se distingue al monstruo de piedra junto al que se abrigaba en los días de vendabal, el mismo que me gustaba ver desde la ventana de mi cocina, mientras limpiaba y troceaba las verduras para el potaje del día. Es extraño el discurrir del tiempo, siempre sometido a las referencias que nos acompañan, y ahora, casi se detiene, justo cuando el sol comienza a tumbar al poniente y riego mi jardín en la hora 13, para deleite de las umbelas de los hinojos y de la lagartija sin rabo que parece que huye, pero a final se queda con la cabeza levantada relamiéndose las gotas prendidas de su nariz. Y yo, acordándome del diario de Yaiza que me envió Jesús, sintiéndome todavía como un pequeño voyeur de una vida dura y tierna a la vez.