viernes, 4 de marzo de 2011

Ramajes del día

El otro día lo comentaba JMª en Tijuana y ahora la serpiente emplumada me lo recuerda de nuevo. Busco por loboatlantico blog y tengo por respuesta: "El blog se ha eliminado. Lo sentimos, el blog de loboatlantico.blogspot.com se ha eliminado. Esta dirección no está disponible para blogs nuevos." ¡Joder, nuestro querido Agustín se arrepintió! El camaratten de Aguere se lo pensó dos veces y arrambló con sus corotos a otro sitio. Pues nada de eso, sólo equivoqué la búsqueda, y al fin aparece fresco y recién estrenado, hablando del escribir y de escritores. Como tiene que ser, pero demasiado articulista para mi gusto, pues me resulta redundante con esa faceta que ya le conocemos por la prensa. Me habría gustado algo más espontáneo o de creación, pero tranqui, que te visitaremos igualmente (ja ja). En fin, solo acabas de comenzar y cada uno es dueño y señor de su república bloguera, ¡faltaría más!
Una vez vi, de casualidad, un video anunciado en youtube que me llamó la atención: "una serpiente se come un caballo". Joder, he visto a grandes serpientes comerse bichos considerables como la anaconda a un tapir en el llano venezolano o incluso a una persona en Leticia (Colombia), pero un caballo... Cuando, por curiosidad y vagabundeo, abrí el enlace para verlo, observé como entre la oscuridad aparecía un caballo de ¡ajedreeez! (blanco, claro). Ja ja, había caído en la trampa. Ayer leía la entrada de Jesús sobre su affaire informático de copiar-pegar (ja ja) y tuve la misma sensación. ¡Por dios, Jesús! hacer bloque con el botón izquierdo arrastrando y copiar o pegar ese bloque con el botón derecho. Ahora, que si quieres que me de una vuelta por ese parnaso sanandresino... yo encantado de la vida, ya sabes, en cuanto tenga una tarde-noche tranquilita.
Hace unos días, estando por LC, me encontré con Bill después de unos años sin verlo (sólo escuchaba su vocinglera a veces, al pasar). "¡Joder, cuánto tiempo!" y nos saludamos como viejos amigos. Bill es un personaje ya de la trastienda de este pueblo moderno y exitoso. De aquel que te remite a tiempos de infancia. Ha sido su propia elección, no nos pongamos paternales; esa es su dignidad y algunos pretenden ocultarla con locuras o qué sé yo. Todavía sigue viviendo en la cueva de su madre, y cada vez la veo que está más adornada con pequeñas piezas de reciclaje con mil colores y formas diferentes. Las va cogiendo con cemento a las paredes de la escoria volcánica donde está excavada la cueva. Paredes pintadas de un blanco exquisito, con mil destellos de color en el reverso de un cosmos particular. Un mundo barroco y hippie como es él mismo. La gente tira todo esto, me dice, lo tira todo a la basura y yo creo belleza con ella. ¡La gente está toda loca!, sentencia. Un artista plástico en potencia, sólo falto de alguna técnica y más medios. Él también es poeta y un día me inundó de versos y de sus ideas del mundo. Bill bien merecería algunas fotos, pero siempre acabo dejándolas para otro momento (un día me arrepentiré) pues me apasiona más saludarlo un rato (no demasiado) y que surja esa extraña empatía que tengo con él desde siempre. Como la tenía con su madre, partera de las de antes, y que siempre se encargaba de recordarme que ella misma me había visto antes que mi propia madre. Ya murió y todavía la conservo en mi retina amargada por su hijo, cerrando sus ojos para enjuagarse las lágrimas. Tristeza de madre por un hijo que no claudica nunca, hasta por encima de ella. Siempre con un ademán que me recordaba a mi abuela Lela. Y ya no sé por qué me fui por esta otra rama del árbol...
¡Ah, sí! Berto, que mañana recojo la volandera y hablamos un rato. Nos vemos en El Pajero, al sol de la mañana y mientras me cuentas de las mentiras y de las verdades del páramo del sur.