domingo, 29 de mayo de 2011

Una final para el recuerdo

Esta mañana me despierto con cuatro imágenes todavía en la retina. Son imágenes en movimiento pero a cámara lenta; imágenes de repetición televisiva si se quiere, pero imágenes donde la pelota viaja ingrávida hasta el fondo de las mallas. Las sensaciones son hermosas por sí mismas, sin pensar en lo que suponen. Son cuatro planetas viajando por el espacio estelar, con sus movimientos de traslación y rotación, planetas suspendidos y libres a los que ni estrellas y ni meteoritos importunan, trayectorias de otro mundo hasta que son atrapadas por la red de este mundo, y el hechizo se borra bruscamente.
Muchos hablarán de gambeteos o fueras de juego y penaltis no pitados. Muchos hablarán de historias para la Historia con mayúsculas. Muchos hablarán de titi-tacas y de dominios apabullantes. De todo ello, yo me quedo con la telefonía y la microfonía. Es decir, con el primero y el tercero de esos cuatro goles.
El primero, por el despliegue previo con Xavi entre una nube de jugadores que no era sino un tablero de ajedrez en el que todo serían sombras incluso para cualquier avezado de este mundo. Pero Xavi vislumbró la jugada desde el principio, era cuestión de mover las piezas pertinentes y el pasillo quedaría expedito para el destinatario señalado. --Sí sí, ya te vi. Tú sigue por ahí y prepárate para servírtela en bandeja de plata recién bruñida y refulgente. No hagas caso de mis amagos, tú eres el elegido. --Parece que le decía telefónicamente a Pedrito el de Abades. Una línea telefónica que no tiene tarifa plana ni descuentos a partir de las seis de la tarde. Una telefonía que no es ni de este mundo ni del otro sino de automatismos psicoplasmáticos o qué sé yo, cosas de corrientes abisales. Y, luego, esa estampa de portero quebrado, ese gesto extraño de crack goleador, apenas perceptible pero demoledor, que tumba al portero para el lado que no era en su último día de carrera profesional y dejar la via libre hasta el fondo de las mallas. Inútil el esfuerzo del central que al cruce solo llegaba a cubrir la parte equivocada. Cómo no pensó en ello un portero tan veterano como ese, qué clase de gesto de cadera y tobillo logra vaciar tan enorme sabiduría de treinta años bajo los palos. El viejo portero quebrado, van der Sar, el largo y atlético van der Sar. La premonición perfecta de la gloria en una gran final.
Y el tercero, por la celebración de un gol marca de la casa Messi. Un gol sorprendente por la velocidad desbordante y la potencia de disparo raso que salva piernas defensoras a escasos centímetros. Un disparo con ligero efecto pero casi centrado que dejaría en evidencia a cualquier portero de no ser van der Sar. Van der Sar, sorprendido otra vez. Y Messi corre y desahoga los nervios, la ansiedad, la euforia, la grandeza... de un gol importante, crucial para el derrotero de esta final. Un gol para refrendar su valía exuberante, un gol para celebrar arremetiendo contra todo lo que se interpusiera en su camino... Y la microfonía de Wembley lo pagó doblemente, porque atrás de Messi venía Alves, desmadejado y dando coces hasta alcanzarlo, como si el gol no se hiciera realidad sin tocarle y comprobar que su compañero estaba allí, que era espíritu hecho carne.

lunes, 23 de mayo de 2011

Breviarios...(VI)



Pensando, pensando, pensando. Eso es lo que estoy haciendo, pensar en ti. Tú eres mi laberinto y Ariadna ya me advirtió que el hilo se podía romper. Y ahora... ¿Quién devorará a quién?

domingo, 22 de mayo de 2011

Qué cosas las del otro viernes

Y llegó la noche en el Ateneo del valle de Aguere: "Malditos y benditos; el tránsito existencial y literario de Ezequiel Pérez Plasencia". Y por ahí, por la primera palabra de ese rótulo, se centraron muchas de las intervenciones tanto de la mesa como del público. Maldita palabra esa, ¡quién coño quiere ser maldito! ¡Nadie! Pero la vida... la vida, tu vida, porque no existe otra sino la de cada uno, a veces no deja otra opción que caer, y levantarse, y volver a caer, y volver a levantarse. Pero la integridad te lleva a nunca claudicar, aunque estés en la cuerda floja. Porque si claudicas te traicionas a ti mismo, y entonces sí estás acabado.
La obra sí, pero la vida también. Sobre todo en un homenaje póstumo (que el don de la oportunidad también existe), y lo dice alguien como yo, que nunca lo conoció personalmente sino solo a través del testimonio de algunos de sus amigos.
Eso fue en la misma noche en que apareció T. cambiada y jovial, hablando de sus conocimientos de archivo y de los fondos donde aparecen venturas y desventuras de los canarios americanos (otra vez el Atlántico). Y C. se puso meloso con T., y vio que alguien sobraba, y me despidió sin contemplaciones. Así es, para que luego hablen de los cuervos.
Fue aquella noche en que me presentaron a Fray Liberto, sin serlo, aunque todavía intento recordar de qué otra cosa lo conozco. Me dice que es efectivamente de esa tierra de los últimos temblores, pero que ni Fray ni Liberto, aunque sí algo libertino. Kamenev me lo reconfirma una y otra vez. --Díselo, díselo (repite) que a mí ya no me hace caso. --Ni que tuviera yo el don del convencimiento, pero ahí va el mensaje tirado al Atlántico, a ver si cruza el charco y llega a la otra orilla, donde el mar dulce y tibio de la bahía huele a marisco recién cocinado.

viernes, 20 de mayo de 2011

Maguas del Atlántico

Está claro que para nosotros el Mare Nostrum está en el Atlántico. Ayer nos vimos por la vieja San Cristóbal de La Laguna, por su Ateneo, más concretamente. Y ya se respiraba esa atmósfera previa al sentido homenaje que se avecina: Hoy a las 19 horas y en el Ateneo de La Laguna, momento para el recuerdo de la figura y de la obra de Ezequiel Pérez Plasencia. Ayer, como decía, quise encontrar alguna cosa más de Ezequiel y nos acercamos a la librería El Águila. Allí conseguí El regreso de Calvert Casey, viaje interior en los barrios de La Habana y Santa Cruz de Tenerife, de la editorial del drago, Benchomo Ed. Un hermoso encuentro con Nuestro Mare Nostrum, entre la habanía y el chicharrerismo (ese que nunca deberíamos dejar en manos solo del enfrentamiento más pueblerino). Los dos lados del charco, 'nuestro charco', ese que brincamos con más asiduidad de la esperable por la distancia, ese que nos baña y que nos une desde los comienzos. Así fue como he ido saltando yo hasta Praia con su cercana Cidade Velha; a Essaouira desde el siempre fascinante Marrakech; a Cartagena de Indias, Barranquilla y Santa Marta donde descansa el Libertador; a Dublín, Londres y Estocolmo; a Pontevedra, Vigo y Santiago de Compostela; a New York y más al norte Hartford, por el estado de Conecticut, y más adentro Buffalo y Toronto con aquella magnífica colección de esculturas de Henry Moore... Y ya me hubiera gustado ir más abajo, por Atlantic City y Baltimore con sus art cars y su Chesapeake Bay, donde imagino está ahora JMª devorando cangrejos.
De todo ese Mare Nostrum diverso y cosmopolita, hoy Ezequiel me habla de dos ciudades isleñas; de la isla en una isla que es la magua, de la magua que es tener un pie a cada lado del charco, y de la inevitable incompletud que te desasosiega para siempre, estés donde estés, de cada uno de esos lados. Y en el homenaje a esa magua, la autoidentificación con el ya muerto en ese entonces y también escritor, Calvert Casey; la imposibilidad del encuentro completo, el placer de reconocerte en otro, en otro lugar, pero con la fantasmagoría de hacerlo en un espejo cuyo sujeto ya no está. Por lo demás, todo el gran placer que es contar cuentos de esa condición de la existencia que es el vagamundo.
--¿A qué edad murió Clavert Casey? --Le preguntaba una amiga. --A la de 46. --Ah, pues todavía te quedan unos añitos. --Contestaba irónica.
Al fin, resultaron algunos más, pero tan solo algunos más. Si la verdadera vida comienza a los 40 y concluye a los 65, pues esa era su propia teoría y esperanza de vida; si los cuarenta es la edad madura de la juventud donde comenzar a dar lo mejor de ti y los cincuenta la juventud de la edad madura, donde hay muchas posibilidades de encontrar momentos de felicidad, (...) casi que te han quitado el caramelo de la boca, y, seguramente, también a nosotros como tus lectores.

jueves, 19 de mayo de 2011

Jesus Gonna Be Here, Tom Waits

Sin duda, una gran canción para estos tiempos que corren. Tiempos de nuevos líderes, tiempos de elecciones e iluminados. ¡Uf!



"JESÚS VA A ESTAR AQUÍ"

Bueno, Jesús estará aquí
Estará aquí pronto
Nos va a cubrir con hojas
Con una manta desde la luna
Con una promesa y un voto
Y una canción de cuna para mi frente
Jesús va a estar aquí
Estará aquí pronto

Bueno, voy a esperar aquí
No tengo que gritar
No tengo ninguna razón y
No tengo ninguna duda
Voy a desconectarme
De este mortalmente enrollado mundo
Porque Jesús va a estar aquí
Estará aquí pronto

Tengo que mantener mis ojos abiertos
Para poder ver al Señor
Voy a buscar en el horizonte
Un flamante Ford

Puedo oírle bajando por la calzada
Dije Hollywood sea tu nombre
Jesús va a estar
Va a estar aquí pronto

Bueno, yo he sido fiel
Y he sido tan bueno
Excepto por la bebida
Pero él sabía que yo
Voy a dejar este lugar mejor
De lo que lo encontré
Y Jesús va a estar aquí
Estará aquí pronto

TRADUCCIÓN MÍA DEL "JESUS GONNA BE HERE" de Tom Waits

Well, Jesus will be here
Be here soon
he's gonna cover us up with leaves
With a blanket from the moon
With a promise and a vow
And a lullaby for my brow
Jesus gonna be here
Be here soon

Well I'm just gonna wait here
I don't have to shout
I have no reason and
I have no doubt
I'm gonna get myself
Unfurled from this mortal coiled up world
Because Jesus gonna be here
Be here soon

I got to keep my eyes open
So I can see my Lord
I'm gonna watch the horizon
For a brand new Ford

I can hear him rolling on down the lane
I said Hollywood be thy name
Jesus gonna be
Gonna be here soon

Well I've been faithful
And I've been so good
Except for drinking
But he knew that I would
I'm gonna leave this place better
Than the way I found it was
And Jesus gonna be here
Be here soon

miércoles, 18 de mayo de 2011

Del G21, reseña prometida (y II)

En “Sin cara ni cruz”, David Galloway aborda el tema del cornudo, del cornudo que juega a matar a su esposa cuando la relación ya hace tiempo que llevaba muerta. El placer de contar todas las tribulaciones de él y el repaso a recuerdos y momentos expresivos de ella. Todo ese embeleso en medio de la desidia y la dejadez; la implacable inercia de las vidas replegadas a sí mismas, para el relato profuso de un mundo particular; el particular mundo del traidor traicionado y del corazón roto de amor. Y todo ese deleite, sin prisas, por asomarme a ese mundo de reproches y ternura de hombre en su contradictoria humanidad. Demasiadas páginas para que no decaiga el cuento …y hubo algún momento, pero el cuento no decayó.
En “Una superviviente, tal vez eso lo explica todo”, Nicolás Melini también se atreve a explorar esos inmensos universos de empatías y desencuentros de toda relación amorosa. La siempre deliciosa prevaricación de las emociones; la prueba del sometimiento y el despecho; la falsa sensación de victoria en un terreno donde todos pierden aunque ganen… y demás. Cómo no reparar en ello.
“El encargo” de Santiago Gil tiene ese extraño aroma de lo confesional, del secreto contado a la oreja en una noche de copas, algo que te agarra, te implica y atañe descaradamente. Nos habla de las ilusiones y derrotas del escritor, pero bien pudiera ser de cualquier otra profesión deseada y no conseguida del todo, y, por ello, la casi serena humillación de cada día frente a la ‘normalidad’. Algo de lo que muchos sabemos de sobra.
“Los ojos de Henry Fonda”, de Javier Hernández Velázquez, no me lograron atrapar del todo. Quizás, el autor también debería probar con otra clase de mujeres; no tan rubias, no tan despampanantes, no tan deseadas ni deseosas. No sé, igual el esquema ya empiece a estar un poco agotado y convenga algún giro, otro contexto del que salgan nuevas sensaciones y situaciones. No me ha resultado así en su narrativa larga, pues afortunadamente hay otros ingredientes, pero sí comienza a ser una más que previsible constante en su narrativa.
De “La edad de Cristo” de Pablo Martín Carvajal, me quedó una agradable sensación tras lo quijotesco de su lucha contra unos gigantes transformados esta vez en aversiones por tal o cual palabra. El odio al lenguaje como reverso del odio a las personas, porque son ellas mismas lenguaje hecho suyo, modelado hasta la completa fusión entre lo denotado y lo connotado. La lucha contra las palabras se torna así en lucha contra determinados individuos, y la obsesión por eliminarlas en purificación máxima de los seres parlantes. Aunque pudo sacarle más partido a eso sin tanta necesidad de abordar lo absurdo del intento.
Y, por último, de “El perro” de Anelio Rodríguez Concepción decir que me gustó bastante esa manera de crear una pequeña historia cotidiana cuyo final te obliga a pensar mucho más allá de la misma. Una historia que te da pie a pensar en recorridos vitales, en el papel tan importante que juegan los pequeños detalles en determinados momentos de nuestra propia vida, detalles insospechados y olvidados hasta el momento en que te toca reparar en ellos. Sin duda, el mejor final de esta colección de cuentos.
Que quién soy yo para hablar de esto y lo otro, para atreverse a interpretar o emitir opinión haciendo comparaciones, seguramente tan injustas como odiosas y demás fruslerías… Pues, eso, solo un lector, tan solo un cuervo lector que de vez en cuando le da por picotazos a diestro y siniestro, para luego iniciar un par de saltos de impulso y echar a volar a otra cosa.

martes, 17 de mayo de 2011

Del G21, reseña prometida (I)

De Generación G21: nuevos novelistas canarios decir que en general se nota el buen oficio narrativo de todos los autores seleccionados, contando historias fluidas que se dejan leer con bastante gusto. Ahora bien, en nuestra subjetividad como lector, siempre tendremos preferencias por determinadas temáticas o por la manera de crear atmósferas y personajes, así como encontrar detalles por los que no nos acaben de parecer cuentos redondos. Y, así, sin ningún afán de purismo ni animadversión concreto, a ello voy.
De “Vino el azúcar” por Víctor Álamo de la Rosa, me gustó el particular tratamiento que hace de su narración, casi parece emanada de la propia oralidad de una isla pequeñita, pero sin caer en arcaísmos ni retruécanos populacheros, algo que nunca me gustó. Echo de menos, quizás, un poco más del magma que un Ignacio Gaspar sabe imprimir a sus textos, por citar a un escritor que trabaja esa misma raíz y ambientación literaria. En cambio, sabemos de Álamo sus grandes dotes para narraciones de más largo recorrido, algo de lo que en Gaspar aún está por demostrar, pero para la corta distancia...
La lectura de “Huellas en el barro” de Álvaro Marcos Arvelo, me produjo aún más medio fuelle. Una historia que, como el ‘Humo’, viene y se va con el viento de su reflexión existencial. Demasiada recreación en brisas y yerbajos, creo, sin llegar realmente a la ambientación descarnada que la historia requería. Una buena historia que por momentos se quiso fetasiana, pero que invitaba a más cosas de las que ofreció, como si le faltara cierto empuje y orfandad.
“Isabel y los visionautas” de Víctor Conde. Buena ambientación, con dominio de ciertas claves narrativas de ese género de ciencia ficción, pero con un final que se regodea en la propia fantasía, sin acabar de contarnos algo de nosotros mismos. ¿El deseo de volar? Esperaba mucho más de la mujer sombra y el abismo que emanaba. ¿Quién pensó en volar después de que apareciera ella?
“Vida, pasión y muerte de Felipe Marqués” de José Luis Correa, historia delirante en el humor, que a mi modo de ver la emparenta al relato de Cristo Hernández Morales, “Las seis caras del azar”. Bien llevadas ambas en sus distintos andares narrativos, pero con finales de regusto muy distinto. En el segundo, aún siendo una historia muy original y atrevida, Cristo no supo esconder lo suficiente el final. Quizás, cualquier otra explicación al comportamiento de ella podría haber albergado al mejor cuento de la antología. ‘La vida… de Felipe Marqués’, sin embargo, tiene esa magia de meterte al personaje en la piel y terminar satisfecho, a pesar de un final muy literario, demasiado literario tal vez. Ya ven, así de inconformista me siento hoy.
En “Otra vida” Alexis Ravelo también me defrauda un poco al final, después de un más que prometedor e inquietante comienzo; el de la realidad o locura de los recuerdos del protagonista. ¡Qué difícil es esto de los finales! Siempre enalteciendo o arruinando buenas historias, en ese arte casi siempre duro e ingrato que es escribir. Historias para solo quedar al borde de la memorabilia de este género en las islas. Historias que dan ganas de darle un toque distinto a ver qué pasa, a ver si la magia pitagórica del tetraktys se completa.

sábado, 14 de mayo de 2011

¡Qué bárbaro, lo de Bárbara... y lo que vino después!

--¡Corre, date prisa que ya llegamos tarde! --¡Coño, ahora me vienes con prisas! --Pues claro, ya te dije que estuvieras preparado. Bueno, igual tampoco es para tanto. Tan solo es un encuentro de poesía, no creo...
Entramos a buen paso por el callejón de Gonzalo y solo llegamos con cinco minutos de retraso, pero evidentemente aquello había empezado ya y el local estaba de bote en bote. El encuentro "Poesía a la carta", organizada por La Gatera en la Librería Bárbara de Los Cristianos, había resultado un éxito de público. El local, en pleno corazón playero, no es que sea muy grande pero para un evento de esta clase... (ver fotos en http://cocteleemos.byethost6.com/fotos120.html) Pues nada, a duras penas encontramos acomodo en el pasillo trasero, con un libro de Canarias que sobresalía del estante y me cortaba las costillas en dos cada vez que mi cansancio trataba de aliviarse con algún apoyo lateral. Menos mal que los curiosos y advenedizos comenzaron a dejar algunas sillas libres.
Empezó Dña. Balbina Rivero, invitada especial, y luego los demás poetas que departían versos y más versos. Servilio Casanova se llevó muchos aplausos por su inspiración 'titánica'. Tanto fue el ánimo que cogió el hombre, que luego se encargó él solito de hacer trampas con la lectura del poema de su carta (para enfado de Sonita). Antonio Núñez declamaba actuando y sobreactuando (pudo más que él, lo lleva en la sangre). Dña. Nati sorprendió por su fuerza y saber hacer, aunque con clasicismo. Fela, releyendo versos setenteros guardados en una libreta. Lorenzo recordando la primera impresión al llegar a la isla, como quien encuentra la tierra prometida. Y según él la encontró. Uf, y muchos más que no puedo seguir nombrando, hasta que llegó Jesús serpiente y la armó. --Este poeta que la suerte me ha dado es un mal poeta. --Dijo pronto. --Y como mal poeta ni voy a decir su nombre. --Pero un mal poeta se arregla con un buen recitador (ya te conocemos). Y el recitador comenzó a leer de culos, coños y pollas, con tan buen acierto, que la gente reía y reía, y disfrutaba. Hasta el Lagarto Linares parece que dijo ¡Esto se anima! Y tanto se animó que hasta un espontáneo brincó al escenario armado con tres o cuatro armónicas (Sonita ya muy nerviosa), comenzando a improvisar un blues con la guitarra de Sergio que hasta ese momento había acompañado, discreta, las voces de los recitadores. --¡Que no, que no! --gritaba Antonio --¡Que es un profesioná que ha tocado con los Celtas Cortos!
En fin, una velada animadita y una nueva disculpa para saludar a muchos amigos del sur. Cuando J. y yo nos retirábamos apareció un conductor de carruaje deportivo, y, interrumpiéndonos el paso de peatones, nos estampó: ¡Hola, guapetones! Menos mal que la sonrisa lasciva se centró en J., aunque mi escandalosa risa posterior creo que acabó demasiado pronto con el inesperado idilio. Eso fue en la misma esquina del Valdés Center, al lado del ahora afamado 'bazar chino'; en la misma esquina donde rodaron cabezas (literal) a la mañana siguiente por un supuesto mandato divino. Así lo supimos en El Capitán, incrédulos ante la pantalla televisiva en medio de las noticias de Lorca, y de camino a los barrios altos de la Gran City de esta tierra. ¡Qué bárbaro, qué bárbaro!

miércoles, 11 de mayo de 2011

ran ran ran... capicúa

Ran ran ran... Las lonchas de carne jamonada caían junto al ruido del extraño bucle sonoro de la máquina. La operaria dibujaba con sus manos enguantadas el movimiento calculado y repetitivo de siempre. Ran ran ran... Las lonchas caían una tras otra, amontonándose sobre el aséptico papel de envolver. Carne mil veces cortada y trasegada hasta formar una masa compacta y uniforme. Mil féculas de relleno, mil vidas de manada, mil jaulas de racionalismo minimalista, mil mataderos diseccionando en el anonimato de la sangre y la pericia, mil brazos de frío acero, mil machetes de filo inoxidable. Qué más puedo decir. Qué más me cabe esperar. La mirada absorta en el mostrador de la luz ionizante, el sonido hipnótico de las máquinas. La dulce sonrisa de las mercadonnas con el regusto amargo de las muchas horas y el poco rendimiento. Apenas dos mundos que rebotan sin chispazos. Y, una vez más, debo salir corriendo al coche en mitad de la cola para traer la bolsa olvidada antes de que llegue mi turno. Y frente a la cajera... --¡ocho, ocho, ocho; capicúa! --Y yo mirando incrédulo aquel fuera de guión. --¡8,88€, capicúa! --Vuelve a repetir. --Sí sí. --Le devuelvo la sonrisa y no acabo de comprender que esta compra me haya salido tan barata. ¡Lo del capicúa me la trae al pairo, señora! (sólo lo pienso) ...¡Que no está el horno ni para esta clase de bollos!

Ran ran ran... la vida incesante y sin parada donde poder bajar. La vida anodina y doblegada al espectro. Ran ran ran... la parodia sin fin.

domingo, 8 de mayo de 2011

martes, 3 de mayo de 2011

Nada nuevo en el platanal

Nada nuevo, esta mañana, por el callejón de los secretos a voces. Recorro lentamente las entradas y zaguanes, mirando a un lado y a otro, y nada. Tampoco nada nuevo esta mañana por mi barrio, tan solo los restos fatuos de alguna manifestación crucificada (esta ciudad es así). Me voy volando al bosquecillo de plátanos por los alrededores del Campus. Hermosas avenidas con amplitud suficiente para respirar esos aires nuevos y renovadores del conocimiento, cual valquiria cabalgante hacia el horizonte. Están hermosos los plátanos en esta época, el hermoso brillo de su reverdecer de hojas tiernas, casi recién brotadas después del duro invierno, con sus bellos matices y la textura de sus hojas hendidas. Vuelo más lejos aún, a los más bellos platanales que he visto, de grandes y hermosas copas que dejan casi en ridículo a los de este Campus que se enseñoreaban bañados en aires de sabiduría. Son los de Regent's Park cuando nos desviábamos de Chester Road, los de Hyde Park orilleando The Serpentine rumbo al Lido Café, son los de Cromwel Road o los de Victoria Embankment y tantos otros. Pero miento, los más bellos platanales los vi en otros tiempos, entre olores a guano y foferno, entre la podredumbre de troncos y badanas botados sobre la tierra húmeda, tiempos de aromas a clorofila y sabia mineral. Eran otra clase de platanales, sí, ya lo sé. Era cuando dispararon al pájaro negro y cayó muerto, así de fácil. Era cuando pescábamos carpas a escondidas hasta que nos fustigaron con nuestras propias cañas de pescar mientras corríamos ligeros y en desbandada por el platanal. Cuando recogíamos, colgadas de los paredones, las latas de aceite llenas de lagartos para echarles agua hirviendo y ver su desesperada salpicadura hasta perder las fuerzas. El dulce olor de la carne cocida hasta lanzar sus cuerpos inertes a la tierra de donde habían salido. Eran los tiempos de bajar a la costa a lapiar y tirar tambores a la mar en medio de la resaca. Ese estentóreo olor a bajío ya nunca me abandonará. Deslizándonos por los caminos viejos y escondidos entre los basaltos del platanal. Eran esos tiempos, y ya no sé por qué volé hasta allí. El aburrimiento de un jodido día sacralizado, supongo. Puro tánatos.

domingo, 1 de mayo de 2011

El feliz nacionalismo cultural del anghel

Ayer andaba yo sumamente embotado, incapaz... (JR, cabrón, tú tienes la culpa). Mejor. Las críticas y las crónicas también merecen un cierto reposo, un reposo innegociable para otros, pero en estas pequeñas repúblicas blogueras afortunadamente el ritmo de los acontecimientos sólo lo marca cada uno... como quiere, y como puede. Al cuervo, ya saben, le gusta volar en bandada o solitario, esperar a que los escritores pasen bajo el umbral, bajo sus pies, mientras trata de mantener un precario equilibrio sobre la fría y pulida cabeza de la diosa guerrera y sabia.

Ayer me levantaron pronto... demasiado pronto para quien merodea con nocturnidad y alevosía.
Un ronroneo especial y extraño el de la otra anoche en la capital de este reino. Salí pronto, sin embargo, a mi paseo mañanero de los sábados en busca de la prensa y otras mercaderías que se tercien. En el comienzo de la gran recta veo un gran gusano marrón reptando por todo el centro de la acera. Parecía un pequeño puro palmero ('señoritas' creo que le dicen) ¿Quién me estuvo hablando de tabaco palmero la noche del viernes?, ya no sé, éramos unos cuantos en aquella mesa del francés, como 21 o así, y las conversaciones se entrecruzaban. Sí, parecía un pequeño puro animado a lo Svankmajer, y de pronto me miró con cara compasiva. Pasé de largo, sin más, recordando precisamente la conversación con una simpática animalista que coincidimos aquella tarde en el butaqueo de la sala MAC. De entrada me sorprendió ella y luego hablamos hasta de Peter Singer el filósofo, uno de los fundadores de ese movimiento (recordaba algo de su compendio de Ética leído en aquella época universitaria). De vuelta, venía absorto en la crónica de El Perseguidor, y la profusión de imágenes del evento G21 por medio periódico (¡portada incluida!), cuando escuché un ¡¡choff!!. Lo siento por el animalismo (o el animismo cinematográfico, vaya usted a saber), pero fue sin querer. Serán las cosas de este mundo literario isleño, a veces, y sin querer, cometemos algún ¡choff!

Veo a un editor feliz y también lo vi así el pasado viernes. Me alegro mucho amigo y compañero de Radio Unión Tenerife. No todo han de ser malas noticias en esta vida (él sabe a qué me refiero). En esa Radio y alrededores, hemos participado de algunos emotivos y hasta viscerales debates sobre nacionalismo. Hasta ha salido un libro al calor de los mismos, un libro antinacionalista: Canarias, diversos nacionalismos, de nuestro también compañero de las ondas, José María Lizundia. Por ello ya sabes que en esto yo soy de su mismo bando y siempre he visto esa opción política llena de trampas e inconvenientes. Sin embargo, en el terreno cultural y literario ya vamos teniendo otro feeling. Aunque con diferencias en los gustos y autores, siempre me he sentido muy cercano a tu empeño editor y a la decidida reivindicación de los valores de nuestro entorno.
Planteaba muy acertadamente el propio Lizundia en su libro, que una cosa es el nacionalismo político y otra el nacionalismo cultural. Que la propia reivindicación, estudio o defensa de lo más o menos singular cultural no necesita del nacionalismo político, pues en el fondo sólo desea instrumentalizarlo y convertirlo en soporte-justificación de un nuevo ansia o delirio estatal a diferente escala. Cualquier activismo cultural (escribir y publicar desde luego que lo es) también necesita de políticas que lo propicien y desarrollen pero ni eso es patrimonio exclusivo de alguna opción política en concreto, ni eso debe convertirse en patente de corso para el debate partidista en su cotidiana lucha por el poder.

Anghel, obviamente salvando las distancias, al igual que Herder (en lo que respecta a éste último me vale continuar con Lizundia).

I) Herder, el filósofo-historiador-crítico literario y primer gran exponente del volksgeist, hablaba de las canciones populares no como algo que estaba ahí esperando a que él las descubriera, sino que cobraban existencia y realidad solo después de que alguno se decidiera a cantarlas. Otorgaba con ello el total protagonismo a sus legítimos detentadores y sin, eso sí, considerar que otras expresiones culturales 'ilustradas' fueran superiores a ésta. Ahora bien, los discursos del miedo, el victimismo y la esencialidad definitoria de estas herencias para establecer un determinado orden de gobierno no hacen más que enmascarar el oportunismo político de unos intereses espurios a lo cultural, cosa que Herder rechazó. Es por esto que el supuesto padre del nacionalismo, sentencia Lizundia, en realidad lo fuera del nacionalismo cultural.

II) Anghel ha expresado en distintos momentos que con esta antología de narradores él no ha querido descubrir nada nuevo, ellos y sus obras ya estaban ahí y sólo ha querido hacerse eco de algo que por sí mismo ya existía y tenía valor, pero que adolecía de algún otro evento que lo reflejara y comunicase a la sociedad. Anghel, al igual que Herder, sólo se hace eco de lo que ya está. El don de Anghel es haberlo visto y trabajado para establecerlo con la propia literatura de algunos de sus protagonistas. Son ellos, y en ellos no hay caras tristes, victimistas... en la presentación hay alegría, autocrítica y retos a la búsqueda de nuevos lectores. La pujanza, quiero pensar, de lo que se sostiene a sí mismo, sin muletas ni servilismos. La fuerza de lo que se abre camino porque está ahí y no puede ser cortado sin más. La necesidad del espejeo literario en una sociedad culturalmente madura, el deseo de traspasar sin complejos los círculos y circuitos más habilitados porque se hacen pequeños o interesados. Una narrativa desprejuiciada que se defiende por su propio valor cultural y no para la reivindicación folklórico-política de 'lo nuestro'.

Así quiero verlo yo, no sé si los aludidos estarán de acuerdo. Otro día, si hay ganas, hablaré de los cuentos que también lo merece, pero (y en eso discrepo del serpiente) la entidad y repercusión de la antología también merecía esta pequeña reflexión, lo otro son minucias o ganas de joder. Sí, ya sabemos que cualquier criterio antologador (¿se dice así?) finalmente siempre es arbitrario y subjetivo, pero también hay más.