viernes, 16 de abril de 2010

De regreso

Hermosa mañana la de ayer en el bosque. El refugio de la noche resultó perfecto. Creo que nunca había dormido tan solo, así, en medio de un bosque como éste, esquelético, sin vecindades de ninguna clase; sin voces ni gritos, ni radioCDs a todo gas de domingueros advenedizos, sin pájaros ni lagartos, ni hormigas tan siquiera. Todo se esfumó con las llamas; el fuego aniquilador, pero también el fuego purificador. Sólo la tierra primigenia, al punto de una nueva fecundación.
Comenzaba ya a recordar a Thoreau cuando suena el móvil. Es mi hermana, y de pronto la mañana se me llena de recados pendientes. Así es, no me queda más remedio que cambiar de planes y regresar al mundo del ajetreo y las prisas. Había llamado antes Jesús, preocupado casi, me decía «¿Cómo es que te fuiste tan lejos? Tienes que irte a otro lado, tío, donde haya más vida». Sí ya, ni que me fuera a quedar por aquí mucho tiempo, al final incluso menos del que pensaba. Pero regresaré, me temo que muchas veces.
Recojo mis bártulos y de vuelta al coche me encuentro con el guarda forestal. Hablamos de cosas intrascendentes, casi que de hablar por hablar. Pero no, quiere averiguar de qué voy y qué grado de chaladura tengo. Todos los lugares tienen su portero, su guardián, mejor llevarse bien con ellos. Así que cumplo con mi papel y no paso de ser alguien un tanto extraño e incauto, pero al fin y al cabo juicioso.
Jesús temía, seguramente, que esta tarde no me pasara por su presentación estelar en Agapea. Tranquilo, no me fui tan lejos (aunque lo parezca), estamos en una isla y aquí todo está lejos y cerca a la vez. Sólo necesito un santo lugar a donde ir de cuando en cuando para dejar atrás al mundo. Un cambio de aire, un refugio en el margen. No para olvidarme del mundo, que es imposible, (y tampoco lo quiero, todavía no me veo como un anacoreta) sino para verlo desde el limbo, desde su contorno; fuera del torbellino cotidiano, de la cacofonía y el ruido de la redundancia.
Pero esta noche, cita con Agosta y sus eróticas veleidades. La noche promete.

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