miércoles, 7 de julio de 2010

Traperíos y otras veleidades


Esta noche al llegar a casa me encuentro la película de Paul Haggis, Crash, en la televisión. Una película que me impresionó cuando la vi en el cine hace unos años. Son varias historias entrecruzadas con los temas raciales, la violencia, los estereotipos, los prejuicios... funcionando en todas ellas, y con Los Ángeles de telón de fondo. La amalgama de historias de Crash me recordaba a la amalgama de historias que funcionan en nuestras propias vidas en cuanto a cómo reaccionamos unos con otros en el contexto de historias personales fragmentarias que se nos aparecen como verdaderos icebergs. Sólo vemos un pequeño fragmento del otro, mientras que lo que lo hace comprensible realmente queda oculto, sumergido en el vagabundeo de nuestras vidas. Un cierto sentido trágico de la vida, la inconmensurabilidad existencial, la arbitrariedad de empatías... ¡Qué sé yo...! Así me sentí hoy en la frontera de los tripulantes de Tijuana. No, no me gusta que me manden a callar de esa manera (y no he sido el único); no, no me gusta que hablen de alguien que lo está pasando mal sin echarle un cabo radiofónico; no, no me gusta que haya tripulantes de primera y segunda; no, no me gustan otras cosas y que me he callado por vergüenza radiofónica... pero aquí soy dueño de mis palabras, sin cortapisas o tan sólo con las que me impongo yo a mí mismo. Sí, todos queremos un mínimo de respeto y todos nos podemos sentir agraviados en algún momento, pero hay cosas de difícil digestión. Ya sé que no hay mala fe, si no ya sería hora de la retirada. Bah, mañana será otro día, el día de la roja con las estrellas verdes de Pedrito y Silva (una constelación por descubrir). Y no es una cuestión nacional, sino de fútbol, de fútbol hegeliano en lo que tiene de despliegue del espíritu del pueblo en su materialidad escénica, la dialéctica de los contrarios para superarse a sí mismos en una síntesis que nos haga cabalgar hacia adelante, pero sin un sentido teleológico que ya no se cree casi nadie. ¡Por Diooss, Del Bosque, aprende del sabio de Hortaleza y de los alemanes! ¡Marchémonos de este Mundial con dignidad y buen sabor de boca!

3 comentarios:

Jesús Castellano dijo...

no me toques los huevos si te doy la mano. No sólo hay que sabar hablar sino saber callar. Eso lo sabe Víctor, quien ha callado cuando hizo falta sin rechistar, y el nahualt, oporque sabe medir los tiempos. Esto es como en el teatro. No quieras ser el muerto no sea que te entierren de verdad. En cuanto a la compasión de señora de la caridad... uf.

Ramón Herar dijo...

Aquí todos tenemos huevos que tocar y manos que dar en algún momento. Sí, también sé que hay que saber hablar y saber callar, como también sé que hay que saber repartir la baraja y saber cómo mandar a callar. No soy quien para estar dando lecciones a nadie, pero sí sé que hay maneras y maneras. Y no soy el único que lo piensa. Comprendo que te lo puedas tomar a mal, pero los amigos también están para eso, para decir las cosas a la cara y sin obras de caridad. El resto es hipocresía, conveniencia e interés. Cada uno que se quede con lo que guste.

Jesús Castellano dijo...

Ya dije lo que tenía que decir, y añado que falta de respeto es hacer caso omiso a reiteradas indicaciones, y no pocas veces eres tú el que me ha quitado la palabra de la boca, para hablar tú, y lo he tomado como parte del guión. No se trata de dar lecciones, sino de hacer lo que a uno le agrada. A mí no me agradan ciertas cosas y las aguanto, como me aguantan a mí, pero otras no, como que me pongan somníferos en el café, pero esto no tiene que ver contigo. Lo que tiene que ver contigo ya lo dijiste en el bar y ya te expliqué. En fin, tú mismo. Haz lo que quieras. Ya sabes lo que hay. Por mi parte a veces me gustaría convertirme en oyente y disfrutar de lo que dicen los demás. A veces lo hago. Y la hipocresía es aguantar peroratas, y quien esté libre de espíritu de la pesadez... Lo dicho, tú mismno. Mientras no me quiten a mí, allí tienes tu silla. Y sin mordazas en la boca, pero sin abusar de la paciencia, etc.