lunes, 15 de noviembre de 2010

Anatomías de un instante caníbal


Desde pasado mañana, en el TEA, y hasta el 13 de febrero de 2011, estará expuesta la colectiva "El Cuerpo Inventado". Lo cierto es que el cuerpo no sólo es nuestra condición sine qua non para la existencia, sino el producto y el espejo de nuestra propia condición existencial. No es raro, pues, que haya sido largamente tratado a lo largo de la historia del arte, pero esa constante representación se constituye, a su vez, en la propia historia de nuestra mecánica social de represión, idealización, escatología, deseo, violencia... Así, nuestro lenguaje corporal asume y expresa intensa y convincentemente, como pocos, la compleja red de historias que tejen nuestras vidas, pero es también su representación consciente lo que dispone categorías y enfoques para definir y condicionar la propia visión de nosotros mismos y la de los demás. La comisaria Yolanda Peralta Sierra nos propone esta vez un recorrido por (como ella misma dice) "el nuevo imaginario que sobre el cuerpo configuran una serie de artistas a partir de las representaciones extremas de la corporalidad y de las visiones siniestras de lo orgánico, contradiciendo los arquetipos del cuerpo joven, sano y bello. A este universo anatómicamente incorrecto pertenecen sus propuestas gráficas sobre los efectos del dolor, el tiempo, la enfermedad o la muerte."
Personalmente lamento que no esté entre esos artistas el fotógrafo Luis Pérez-Mínguez, uno de los que más turbadoramente me ha ofrecido una visión de la intensidad de los cuerpos. En Pérez-Mínguez no se trata exactamente de buscar o desmontar arquetipos anatómicos, sino más bien de desnudar los cuerpos (no solo físicamente) en el abismo del acontecimiento, en la frontera de la trasmutación orgánica. Sus títulos le delatan: "Aquello que nace y apunta como algo distinto", "La serena contemplación del límite", "La prudencia de no añadir nada inútil", "Nos hemos acostumbrado al escalofrío de la conciencia" o las complementarias "Tu sombra es mi deseo" y "Mi deseo es tu sombra". Muchas de sus desacomplejadas imágenes (ya lo mencionaba en alguna entrada a este blog) podrían pasar a formar parte de la ciega cruzada antipederastia. Que se lo pregunten a Sánchez Dragó.
Esas imágenes de cuerpos púberes sentenciando mágicamente sus bríos de transición, asomando ya perfiles de adultez pero todavía con gestos de inocencia, como de despreocupada búsqueda o de hastío por las previsibles consecuencias. Cuerpos exultantes de vida a pesar de sus contradicciones, sus dudas y remordimientos, su asomo a la vida consciente... Toda esa maravilla de tentativas y probaturas, de nuevas convicciones al encuentro de nuestro yo, construyéndolo paso a paso, es lo que encontré también en Agosto, octubre, de Andrés Barba, una de las nuevas figuras literarias españolas.
Es curioso, este fin de semana leo en el Babelia un artículo suyo "Sobre el derecho del escritor a canibalizar la vida de los demás". Sí, remitiéndose al texto de Guy de Maupassant que acaba de ver la luz traducido al español, plantea que el artista tiene derecho a devorarlo todo, a servirse de la vida de los demás, que la propia cultura sería imposible sin el sano derecho caníbal. Otra cosa muy distinta (prosigue) es que tenga derecho a juzgarlo todo.
En este mundo cada vez más laico (se queja), lejos de conseguir un juicio social cada vez más liberalizador, paradójicamente se ha promovido una manifestación cada vez más exacerbada y moralizante en el que el voyerismo, la fascinación por la intimidad ajena, triunfan para poder juzgar en un linchamiento público que obedece más a carencias propias que a vicios ajenos; para ver cómo resuelven otros lo que nosotros mismos no hemos sido capaces de resolver más que por la vía de la negación.
Esa es la cuestión: "El día en el que un artista español no tenga miedo a crear un personaje femenino que haya sufrido maltrato de género y sea, a la vez, una mala persona, habremos dado un paso de gigante, ya no estaremos representando discursos, sino personas. Canibalicemos pues la vida ajena como artistas, pero sin juzgarla, como exige Maupassant, y sin hacer entrar en nuestros libros la realidad a patadas en tres tópicos maltrechos. El canibalismo, tratado así, bien puede convertirse en una de las bellas artes."
Ojalá ocurra así en el TEA y con la obra de Pérez-Mínguez. Recientes antecedentes como el del Ateneo de La Laguna con la exposición Oh, my god! o en el mismo TEA con la obra de Juan Hidalgo ya nos deben poner en guardia. Por cierto, Juan Hidalgo sí que participa en esta colectiva.
De momento, el miércoles 17 de noviembre, a eso de las 8 pm, se inaugura "El cuerpo inventado".
Por allí espero estar. De hecho, estamos todos invitados.

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