miércoles, 3 de noviembre de 2010

Stone

Castañazo, ladrillo, toda una pedrada... ¡No podían haber elegido mejor título que ese! Así han recibido muchos críticos a esta película que vi el otro día en los multicines subterráneos de Alcampo. No voy a hablar mucho del argumento ni de actores y demás, para eso hay miles de entradas en los buscadores habituales de interné o, sencillamente, mejor vayan a verla por sí mismos a esas todavía exquisitas máquinas del tiempo y del espacio que llamamos cines. Toda una experiencia. Pero, joder, lleven la cartera llena.
Tan sólo decir que los protagonistas son un veterano, a punto de jubilarse, inspector carcelario llamado Jack Mabry, que decide cuándo un condenado está apto para salir; su esposa Madylyn, ultra religiosa, abnegada y amargada por un introvertido marido que sólo cree en la farsa y el control como felicidad; un preso llamado Gerald "Stone" Creeson, que no consigue salir a pesar de haber cumplido la condena y comienza toda una estrategia de seducción al inspector para que le dé el jodido informe positivo; y Lucetta, la novia de Stone, amante desbocada, desinhibida, descarada, sin escrúpulos en la entrega... No sé, paro ya, que decía que no iba a contar mucho.
Bueno, después de este breve pero necesario bosquejo de la fronda y la floresta, me voy directamente al rizoma. Cuatro vidas que buscan el sentido a sus días (quién no), al borde de la catástrofe incluso, en Jack y Madylyn sobre todo, porque ya no aguantan más la situación personal, traicionándose cotidianamente a sí mismos, con ese efluvio dulzón y amargo de la basura que se descompone al sol. Ese punto existencial toma el definitivo empuje al desenfreno y la crisis, hasta el total cuestionamiento de las viejas y podridas certezas de Jack, cuando aparece Stone y sus historias de redención del delito y del descubrimiento de un dios casi animista, revelándose a través del estado etéreo de las cosas. Y Lucetta tampoco se quedaba atrás, harta de estar sola, de no tener un hombre que la consuele profundamente, dispuesta a todo para conseguirlo, con una concepción muy particular de la fidelidad y, sobre todo, de la vida de farsa de Jack. Parece que hasta disfruta y se regodea tumbándole definitivamente los esquemas vitales, pero quizás fuera mucho más sincera con Jack de lo que éste esperara jamás. Sin embargo, sus hipócritas valores de siempre no le dejaron verla así, socavando cualquier certeza, sentimiento, emoción más allá del deseo.
Y en medio de todo eso, el fuego. El fuego purificador, el fuego aniquilador, símbolo de transición, tótem del paso de un estado a otro. Ya lo decía Einstein, la materia ni se crea ni se destruye, sino se transforma por medio de la energía.
Una película que no nos lleva a ningún lado en concreto, es lo mejor, pero que nos hace pensar y vibrar. Una película en la que me vi en la piel de estos cuatro personajes, viviéndolos, entendiéndolos, imaginándolos... Pero todo eso para los infantiles críticos de películas, esos, educados en historias facilonas con principio y fin a los que habría que empezar a contarles con 'Érase una vez...', esos eruditos de personajes al más puro, comercial y rancio estilo Walt Disney, Hollywood, etc., a esos, todo se les quedó en un ladrillazo infumable que no dice nada. Lo que hay que aguantar. No han entendido nada. No se entienden ni a ellos mismos.


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