Mientras Jesús se iba a acostar dejándonos una nueva crónica tijuanera, casi sin quererlo, nosotros estábamos por allí cerca, en el Monterrey de St Andrews. Marcelino y yo no tuvimos suficiente con la sesión radiofónica de ayer, ni con el copeteo del post en el mundano bar-restaurant del hotel Atlántida (territorio preferido del antiprologuista y del Capitán América). La marcha de allí siempre está marcada por el cierre del aparcamiento tijuanero (a las 22 hs, y menos mal). Cuando se acercaba esa hora, pues, por un momento me vi continuando la noche por Tacoronte, en donde decía Marcelino, degustando los bienes de la tierra, uf. Pero no, ya era demasiado tarde para eso. Se me ocurre entonces hacerle una visita inesperada a Jesús. Los hermanos se retiran de todas todas, pero Marcelino celebró la idea acordándose también de Ferni. Ferni, el del Monterrey, llegaba ayer mismo de su querida Venezuela con noticias frescas del Caribe bolivariano. Allí departimos, acunados por músicas llaneras, sobre Barquisimeto (de camino a Cúcuta y San Cristóbal del Táchira, la ciudad de nuestra Sonia, y del Lago Maracaybo). Barquisimeto, valle fértil entre las sierras de Saroche y Terepaima. Yo me acuerdo, entonces, de Colombia y de sus vallenatos, de esa parte colombiana del Llano y de su epicentro, Valledupar. Ah, qué tiempos y qué ganas de viajar por allí otra vez. Y le hablo a Marcelino de Santa Marta y su Sierra Nevada de más de 5.000 metros, con su Ciudad Perdida, y de mi viaje a La Guajira, el país de los indios wajúu, hasta llegar a la punta de La Valeta en la alta Guajira, justo al lado de la frontera venezolana. La Guajira es puro desierto ¡en pleno Caribe!, su costa y montañas se me parecían con Fuerteventura...
Llamábamos y llamábamos al móvil de Jesús y no respondía. No estaba por el Castillo ni por el resto de garitos que le conocemos. Chani tampoco sabía nada de él. Llamamos a la puerta de su casa y tampoco contestó. Lástima, un regalito le dejamos colgando del picaporte. ¡Bon appetit!
INVASORES
Hace 48 minutos
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