Bajaba esta mañana en tranvía de apretada marea humana, una buena parte blanquiazul pero también gente corriente y algunos pío pío de estraperlo, cuando diviso la gran rada de abrigo a sotavento del macizo de Anaga. Solo un gran petrolero esta vez, aproado hacia St Andrews, como dando las once, la hora convenida previo encuentro en el Aurora con Jesús. El único testigo del reloj marino frente a St Andrews. La hora temida, la hora señalada para la gloria o la debacle. Cuando llegamos al estadio una gran frase nos saluda desde Herradura, 'Somos dueños de nuestro destino'. Al centro de ella una imagen de la silueta marítima y nocturna de la ciudad con los perfiles de sus edificios más emblemáticos. Nos entretuvimos identificándolos desde la lejanía y entre risas. Presidiendo esa panorámica, una especie de ángel o ave fénix con sus alas completamente desplegadas y cuyo cuerpo lo formaba el escudo del Tete. Otras frases e imágenes gigantescas componían el cuadro de bienvenida, siempre colorista y entusiasta. El escenario estaba listo para la máxima expresión de la dramaturgia futbolera de estas islas. La tragedia y la catarsis, la emoción griega y la pasión del circo romano juntos, la masa convertida en cuerpo y alma de una sola voz, el aullido desgarrado de un ser ancestral, grupal, un todo más compacto y profundo que la suma de las partes, un afán de dominios y estrategias, un ser que quiere imponer y apabullar, un espacio hegemónico, un poder combinativo, una belleza de composición, una ética y una estética... un hecho social total, como en el Mauss de L'Année Sociologique, el verdadero campo de Bourdieu, el despliegue hegeliano del espíritu, el mundo como voluntad de Schopenhauer...
¿Que cómo quedó el partido? Ya lo saben, nos jorobaron la victoria.
Ahora sí que cobra vida la tragedia y la ofensa de proferir a los cuatro vientos esa hermosa frase. Oigo ya al coro proclamando el inexorable destino que nos aguarda, la imposibilidad de ser dueños del mismo, de elegirlo, de luchar para cambiarlo. Pero también esa grandilocuencia de los corre-ve-y-dile metidos a poetas y futurólogos... Un campo abonado para falsos profetas. ¡Uf, hasta miedo me dan!
INVASORES
Hace 21 minutos
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