lunes, 26 de marzo de 2012

El alimento del escritol

El otro día todo salió a pedir de boca: sangre, vísceras, cuchillos afilados, chernazo a la plancha, papas arrugadas, mojo verde, ensalada campestre, vino fresquito, postre helado de Peña La Vieja, conversación, café... (cabeza y espinazo quedaron en la nevera pa mejor ocasión).
Pero además, Juan Royo ya sabe por qué el epinephelus se apellida 'caninus'. Joder, a las primeras de cambio, nada más intentar levantarlo para ponerlo en la lona, Juan grita -¡Aagghs!-, y saca las manos ensangrentadas de la boca y las agallas del mostro. Yo me temo lo peor. -No no, la sangre no es mía sino de él- Comenta aliviado y señalando al cherne, mientras, yo me relajaba. Pero más tarde la sangre de las manos de Juan va tomando otra coloración... más viva, más humana. El botiquín de emergencia en la academia Chitoski se reduce, sin embargo, a una pequeña botellita de tintura de yodo. Su apariencia es más bien de botica del siglo XIX, y el escritor agacha la cabeza y se pone algo con mucha desgana, luego se dirige rápidamente al baño, añadiendo -No no, es suficiente con un poco de agua-. Luego, en la lucha por el despiece del bicho, recibo también lo mío. Nada, apenas nada en comparación. No no, no me quejo, sólo añadir que el animal de casi cuatro kilos se las traía; tremendos dientes hasta en las agallas.
Así es, toda obra de arte siempre se cobra su precio en especie. Ya sabes a qué me refiero.

La noche del viernes con el escritor Antonio Gómez Charlín, tuvo una agradable velada amenizada por Lionel (voz y guitarra)y Helena (violonchelo). Gracias a Sonita Muñoz. El violonchelo siempre tendrá para mí una ineludible atracción, esa mágica caja de resonancia y su extraña vibración. El local, Librería Bárbara, se nos hace siempre pequeño, pero al mismo tiempo me parece tan apropiado y acogedor, tan estratégico para los encantos literarios y de cualquier otra índole. No sé, habría que preguntárselo al Buitre, que cuando me di cuenta una bella dama de los Urales se le enroscaba por el flanco derecho con la disculpa de una toma fotográfica. Otras bellas damas también acudieron a la presenta de Charlín, y se interesaron mucho por su novela y la forma en cómo afrontaba este oscuro trabajo de contar historias. Y Antonio emocionado, así lo reconocía públicamente. Sus concubinas también acudieron, y la modelo de su portada también, siempre entaconada y de paso firme. Uf, qué más se puede pedir. Pues sí, otros escritores y entusiastas también acudieron: Javier Hdez., Juan Royo, Jesús R. Castellano, Laureano de Lorenzo, Antonio Núñez... Fernando el Látigo también estuvo por allí, quien recientemente ha pasado al cuchicheo cultureta tras su estelar aparición en 'Porno Barato'.
Por mi parte, tuve una de cal y otra de arena, negocios de muy distinta ralea a la sombra de los comentarios de Antonio Núñez sobre un tal Monchi. Cuándo me reconciliaré con ese nombre.
Si el regreso a la infancia y al lugar de origen está marcado por la pauta de Tánatos, es la salida de esos lugares quien marca la expansión, los nuevos horizontes y el afán de superación de Eros. Quizás algún día me rinda a la tranquilidad embrionaria y al embeleso de Tánatos, pero Eros es quien todavía gobierna mis designios. Y es Ramón quien todavía tenga algunas cosas que decir, a pesar de saber a ciencia cierta que algún día tendré que congraciarme con aquel personaje playero de la puericia. Muchos me lo siguen recordando, será que sólo le conocieron a él.
Por otro lado, el terremoto que se avecinaba desde la Ramón Pino, quedó sólo en dulce temblor gracias a un ángel que apareció. Menos mal. Y Charlín-Chitoski sin enterarse.
Por último, la entrañable e inteligentísima Irina, ingeniera, psicóloga y antropóloga, logró que desentumeciera mi torpe inglés garrafónico. Dice que le gusta muchísimo la carne de cabra y a mí me dan ganas de repasar mis dvds de la BBC.

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