Es octubre, un mes dorado y adorado por mí desde que comprobé cómo el sol en su amanecer se alineaba totalmente con la orientación de la calle del colegio donde dejaba a mi hija por las mañanas. Una vez, al salir del coche cerca del colegio, mi hija fascinada me decía que yo era de oro. Y en verdad todo parecía cubierto de oro, las hojas secas del suelo, la hilera de árboles, los coches que pasaban, las personas… mi propia hija. El sol nos regaló aquella vez esa visión maravillosa del mundo, un momento dorado y adorable. En los siguientes octubres esas mañanas especiales se repitieron, y ahora esta época del año se ha transformado en una de mis favoritas. Es el mes en que la atmósfera comienza a tener esa ligereza del aire de invierno, al tiempo que conserva aún la luminosidad del verano y las nubes comienzan a poblar los cielos para empezar el olvido del azul claro y monótono de los meses anteriores.
Atrás quedó para mí un verano extraño y lleno de demasiadas emociones, tantas como para dejar de escribir en este blog. Disculpen las molestias, pues, mis sufridos lectores. Todavía sigo en el torbellino, pero ya es hora de salir de la jaula, como alude ese enfant terrible en que se ha convertido mi amigo el de La Maldad. Anoche lo vi claro viendo la película “Wittgenstein” (Derek Jarman), que ponían este fin de semana en el TEA. La imagen de ese querido filósofo encerrado en una jaula y que a su vez contenía otra pequeña jaula en la que se encerraba a un loro, resultó un destello luminoso. No sé el porqué, pero a veces somos nosotros mismos los que nos metemos en la jaula, y cerramos detrás la puerta para evitar futuras tentaciones. La amarga tranquilidad del mundo-isla.
¿Que qué quiero decir con esto? Pues no sé, pero les aseguro que si es posible formular la pregunta, también lo será formular la respuesta, como nos descubrió Wittgenstein. Por mi parte, bastante tengo ya con haber roto este largo silencio bloguero.
…Y no caeré en la tentación de prometer nada que luego no esté dispuesto a cumplir. Así de evasivo me siento todavía. Por el momento, vayan olvidándose de Hopper, aunque me temo que en algún momento volveré a él, una crónica y un ajuste de cuentas que todavía tengo pendiente.
Ahora me quedo con la historia de la bella Jill Love y del camarero Alberto Casillas en la revista Interviú (portada y artículo), los nuevos héroes de este mes dorado; "Si yo tuviera dos huevos y ese par de senos, también me habría desnudado", comenta Alberto, "Tú pusiste los huevos y yo los senos", responde Jill a Alberto durante el reportaje de Interviú. La estrategia de lo inesperado frente a la obcecación policial del 25-S, el anuncio de la nueva era de Acuario concluye Jill, que además de aplacar a las fieras con sus prominencias al aire y devota de la diosa Isis (a quien se encomienda), es actriz, directora de cine y no sé cuánto más. En fin, ya lo presagiaba la americana de “Mucha mierda”, una de las obritas de Nacho Novo en El Generador: ¡Áquarius! ¡Áquaros!... ¡Ácaros!... ¡El ácaro decidirá por ti! ¿Te sometes o no?
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