Leo por ahí de un volcán con nombre impronunciable para un hispanoparlante, Eyjafjalla, nada menos. Hace un tiempo era tan sólo un exotismo periodístico; el volcán que nace entre el hielo, la lucha de opuestos, lo gélido frente a la incandescencia, una bella postal para el souvenir de Islandia, una imagen para la extravagancia del habitar una tierra extrema. No es de extrañar que Julio Verne se fuera hasta allá para encontrar la puerta de su viaje al centro de la Tierra. Sin embargo, me atrae poderosamente la atención el antecedente de Eyjafjalla (tendrán que cambiarle el nombre ¡Por Dios, aunque sea, llámenlo ‘Eyja’!). Y es que hubo otra erupción de consecuencias parecidas a ésta, el Krakatoa, de 1883. Por lo visto, la emisión de cenizas a la atmósfera del Krakatoa llegó hasta la estratosfera, determinando que sus finos cristales de sílice refractivos cambiaran los colores habituales del cielo en todo el mundo. De repente, durante meses parecía que la Tierra se hubiera tomado un ácido, y en ese viaje psicodélico los cielos se transformaran en bellísimos horizontes púrpura y salmón al atardecer, la luna se llegara a ver de un exquisito color azul y otras veces de verde. No faltaron los artistas que reflejaban esas visiones en sus cuadros, y entre ellos… Edward Munch, con su famosa tela de El grito. Ojalá ‘Eyja’ nos depare cosas parecidas, algo así como una aurora equinoccial, una luz tremular, un aire de otro planeta… iridiscente.
Algo así viví yo mientras nos bañábamos en una playa del sur, hace unos tres veranos, cuando media isla ardía y la gran nube de humo se interpuso al sol, dejando los colores de la isla bajo bellas tonalidades rojizas y un hermoso e inquietante disco naranja en el alto cielo de La Gomera. Y el viejo pescador me decía «¡Era como anunciando el fin del mundo!».
INVASORES
Hace 33 minutos
2 comentarios:
Prenuncia bien las síbalas en islandes se dice "ellafoya".
¡Ah, bueno! Siendo así... Pues qué ocurrirá cuando entre en erupción "ellatieneunamaladigestión"
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