En el periódico de hoy leo a Henning Mankell, su “Diario de un viaje al horror”. En la breve semblanza biográfica me entero que nació también un 3 de enero, joder, como yo. Jesús ya estaría sacando toda clase de horóscopos y demás conexiones cabalísticas. Empatizo con Mankell, no por esta coincidencia, lógicamente; “Las palabras se demuestran con la acción”, qué fácil resulta adherirse a cualquier causa sin el esfuerzo y la implicación del estar ahí, en el ojo del huracán. Sí, estoy muy de acuerdo, por tanto, mis respetos. ¿Objetivo del viaje? Clarísimo, romper el bloqueo. ¿Por qué? Porque Gaza, sometida a un asedio al más puro estilo medieval, no puede ser otro olvido más del mundo. Y porque les llevamos, además, cosas de imperiosa necesidad, que necesitan como cualquier ser humano, viene a decirnos Mankell. Sin embargo, para el ministro de defensa israelí, Ehud Barak, “Estamos en una zona donde no hay piedad para el débil, donde no hay segundas oportunidades para quienes no se defiendan a sí mismos”. En fin, palabras que no dan opción sino al
exterminio de una de las partes (supongo que le sonará de algo la palabreja); Sí, lo del nosotros o ellos; El asunto (como planteábamos en la entrada anterior), es que también son palabras que justifican tanto a unos como a otros en el enfrentamiento a costa de lo que sea. Hasta ese nivel hemos llegado. Por cierto, Mankell es sueco, o sea, poco que ver con Turquía, aunque puestos a escarbar en la historia, seguro que también ese país habrá tenido algún episodio oscuro, pero no creo que por ello todos los suecos (como tampoco todos los turcos) vayan a quedar ahora inhabilitados para enarbolar causa humanitaria alguna. Pero los militares israelíes no podían esperar siquiera a que se consumara el supuesto delito, no, la mera intención bastaba y así en aguas sobre las que no tienen soberanía alguna se permiten el asalto armado, los muertos, los heridos, la detención por la fuerza, el confiscar todos los bienes y el traslado por la fuerza a Israel, para finalmente darse el lujo de expulsarlos del país al que fueron obligados a entrar. Sí, todo muy lógico y plausible. Por otro lado, está el asunto del vídeo militar sobre el asalto al
Mavi Marmara. Todo tan convenientemente cortado (para ahorrarnos escenas anodinas, se supone). ¿Sabremos algo del antes de esas imágenes? ¿Podrán justificar en algo la aparentemente desproporcionada violencia del recibimiento? ¿Sabremos algo del tiroteo previo al abordaje y de la legítima defensa? ¿Sabremos algo de por qué se tarda tanto en bajar con numerosos efectivos sobre la cubierta para crear superioridad, cuando eso es de las reglas básicas en un asalto como este? ¿Será que se buscaban deliberadamente esas imágenes de linchamiento para pasar por víctimas? Sí, siempre víctimas, pero los muertos... siempre del otro lado. Hasta un Bernard-Henri Lévy se ve obligado a vestirse de luto, tristeza e ira por el desenlace de la “flotilla”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario