"Mejor Pedrito que Pedro" titulaba uno en El País de hoy, y no es una mera cuestión nominal, sino la reducción de Pedro a la infantilidad futbolística. Y me tocó los cataplines. La estupidez (cuando menos) y la cerrazón madridista no tiene límites. Argumentaba, encima, que era la jugada que le hacía falta a Torres para recuperar su autoestima, o sea, Madrid como ombligo del mundo. También los hay por aquí, en esta isla, que le recriminan la jugada a Pedro por no dar el pase a Fernando Torres (Jesús hablaba de alguno en territorio de Saint Andrews). A los traidores siempre les ciega la realidad, ya no se acuerdan de todo lo que le dio al equipo español: movilidad, agresividad, defensa, ataque, visión de juego, pases de gol, tiros a puerta, vida, alegría... Recordando esto nadie diría que lo hizo en 60 minutos, menos de un partido, y ante Alemania en una semifinal mundial. Hasta Llorente demostró en menos de 15 minutos que podía cambiar radicalmente el ataque español, pero también habrá que recriminarle por ello que no rematara a gol (es riojano y del Bilbao). Me decía esta mañana mi suegra (nacionalista convencida, tendría que haber asistido al acto de ayer en El Faro para formar tandem con Orlando Cova) que le había dado sentimiento el otro día ver San Isidro lleno de banderas españolas por la selección cuando el día que subió el Tenerife a primera no vio ni una de nuestro equipo por su pueblo, sólo la de ella. Esto también es un hecho sociológico a analizar. Cuándo sabremos apreciar lo que tenemos, aunque sólo sea por cultura general. Y, mientras, ya vuelven otra vez con la historia del pulpo. Tal vez tendrían que ponerlo de sustituto de Del Bosque. ¡Ah no, que ese también es de Madrid!
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