Mañana, el capitán dice que mañana vuelva a dirigir el barco. Y el barco se me transforma en un bosque, en un bosque de leyenda, con JRamallo y Marcelino R. Marichal de invitados, además de los más usuales JMª, Roncero y Charlín. Un bosque, por tanto, apretado de follajes y ramas peludas destilando humedades, como en El Pijaral. Ese lugar increíble de Anaga donde viven los únicos ejemplares de tabaibas gigantes de estas islas, encaramándose por encima de loros, afollaos, naranjeros salvajes y barbusanos. Y también donde pude ver los helechos de hojas transparentes, que al rocío de la bruma aparentan tener extrañas protuberancias, como gotas de mercurio sobre un delicado soporte alumínico. En fin, toda esa fronda literaria que reivindicaba Marcelino la otra noche, esa que a mí también me gusta y que también vislumbro en los escritos de JRamallo. Esa misma honda que nos acuna a varios de nosotros en los gustos del leer y el escribir. ¿Será posible que algo de eso aflore mañana? Ojalá, pero nunca se sabe.
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